DUILIO MARZIO HABLA SOBRE LA OBRA TEATRAL EL úLTIMO ENCUENTRO
Así define el actor su trabajo en la pieza adaptada de la novela de Sándor Márai, que escarba en los mecanismos de la memoria.
› Por Cecilia Hopkins
La obra narrativa del húngaro Sándor Márai cuenta con personajes atribulados por los efectos de un pasado que soportan muy a su pesar. Aunque sienten una atracción invencible hacia el acto de recordar. El mismo autor escribió en el segundo volumen de sus memorias que “de todos los fenómenos de la conciencia, el mecanismo de la memoria es el milagro más temible y misterioso”. Sus personajes tardan años en develar un secreto o en vengar algún hecho que en el pasado los ofendió. Autor respetado y más tarde silenciado por causas políticas (ver recuadro) Márai fue descubierto por la crítica después de su suicidio, en 1989, ocurrido en su exilio en la ciudad californiana de San Diego. Su obra fue prohibida por el régimen estalinista y su muerte se produjo unos meses antes de que cayera el Muro de Berlín, tras lo cual su narrativa se conoció en Europa y en América. Su novela más conocida, El último encuentro, acaba de estrenarse bajo la dirección de Gabriela Izcovich, con un elenco integrado por Duilio Marzio, Hilda Bernard y Fernando Heredia. La edad de los actores (85, 84 y 88) constituye, sin dudas, un atractivo suplementario.
Perteneciente al ejército austrohúngaro, el general Henrik esperó más de 4 décadas para develar (o para intentarlo, al menos) un secreto que su amigo Conrad, un pianista que conocía desde la adolescencia, se llevó consigo cuando huyó lejos de la casa del militar y de su esposa. Cuando los tres en íntima armonía compartían cenas y conversaciones declinaba el siglo XIX. La entrevista que tiene como tema las razones de la ruptura recién tiene lugar 41 años después de los hechos ocurridos. Versionada para teatro por Christopher Hampton, El último encuentro fue estrenada en Londres, protagonizada por Jeremy Irons. “Fue un fracaso”, informa Duilio Marzio en una entrevista con Página/12. No obstante el dato, el actor –que interpreta a sala llena el personaje de Henrik en el teatro La Comedia (Rodríguez Peña 1062)– tuvo a su cargo el diseño del proyecto y no paró hasta verlo estrenado. Marzio elogia el trabajo de dirección de Izcovich: “Trabajó cada frase en particular, porque cada pensamiento requiere un tono diferente, una dinámica, un tempo especial”. Y aunque cree que la versión deja afuera “muchos momentos maravillosos que están en la novela”, una de las escenas más teatrales es “la descripción de una cacería que fue muy importante para ambos personajes, que aparece varias veces en la obra: estoy dándome un banquete con este texto”. La obra resume la vida de ambos personajes en una larga velada sólo interrumpida por los pensamientos y comentarios que la criada confía a la platea.
Al maestro catalán Cunill Cabanellas le debe Marzio su descubrimiento. Hacia fines del ’40 cursaba Derecho al tiempo que revistaba, junto a Pepe Soriano, en el elenco del Teatro Universitario. Además, para cumplir con la tradición familiar, estudiaba piano y clarinete en el conservatorio Manuel de Falla. Cuando le faltaban sólo 8 materias para recibirse de abogado, Marzio dejó la carrera para dedicarse de lleno a la actuación. Muchos años después, en 1973, el actor creyó oportuno volver a los estudios y decidió irse a Nueva York para asistir a los cursos de Lee Strasberg. Tres años antes, a raíz de la visita del maestro a Buenos Aires, luego de ver una función de El sirviente, donde Marzio actuaba bajo la dirección de Arturo García Buhr, fue invitado a su estudio: “Usted tiene adentro suyo cosas que ni imagina”, fueron sus palabras.
–En la obra se habla del recuerdo que se recupera a través de pequeños datos. ¿Esto se encuentra muy ligado a las enseñanzas de Strasberg?
–En la obra se dice textualmente: “Los detalles son importantes porque aglutinan la materia de los recuerdos”. Los detalles marcan muchas cosas, la música, un olor. Todo esto lo trabajábamos en el Actor’s Studio, porque es muy importante para el actor el saber cómo reproducir sensaciones. Y sí, es en este personaje donde más puedo aplicar las enseñanzas de Strasberg. Aunque en otras obras también lo hice, como Equus (de Peter Shaffer) o Borges y Perón (de Enrique Estrázulas).
–¿Eligió esta obra por los temas que aborda?
–Sí, el tema de la amistad entre estos dos hombres, el tema de la traición y la conciencia de uno de ellos de sentirse engañado por su mujer. De la obra también me interesa mucho el clima que se genera y la incógnita que se plantea, con una técnica de suspenso apasionante.
–La época en que ocurrió este conflicto también tiene mucho de teatral...
–Claro, porque ocurre durante el fin del Imperio Austrohúngaro, en el momento de la caída de las monarquías: la Hohenzollern, la de Nicolás Romannoff y la de los Habsburgo. Los amigos se separaron a fines del Siglo XIX y la reunión se produce 41 años después. En ese lapso ocurren la Primera Guerra Mundial y la disolución de los imperios. Hay un cambio enorme en la vida, en general, que los pesca a estos personajes, en particular.
–¿Cómo entiende a su personaje?
–Henrik es un gran terrateniente, un hombre de mucho poder. Dejó de servir en el ejército cuando consideró que formar parte de él ya no era un lecho de rosas. Es un personaje que representa a un mundo que ya no existe más, con un sentido del honor ya en decadencia. Su amigo Conrad abandonó el ejército y siguió dedicado a la música, un arte que Henrik odia porque no llega a comprenderlo, al igual que su padre. Henrik no puede entender por qué su amigo estuvo tantos años a su lado. Bueno, hay que pensar en que cuando hay dinero y poder siempre hay quienes se acercan precisamente por esos motivos. Y que la ida del amigo pudo haber sido un acto de redención.
–Henrik habla acerca de los peligros de la soledad. ¿Cuáles son?
–El de entregarse a una actividad que es nociva para una persona, como lo es emborracharse. Pero en Henrik se dio el cerrarse a todo vínculo y separarse de la vida de los demás. Yo estoy a favor de decir la verdad en todos los casos, sobre todas las cosas. Hay cosas que duelen mucho en el momento, pero luego quedan como referencia, a modo de experiencia.
–El último encuentro pudo haber sido una historia de venganza. ¿Qué piensa de la venganza?
–En otro momento pude haber sentido algo diferente pero hoy no me interesa dar una respuesta a modo de venganza. Quedo prevenido, dejo de confiar, nada más. A esta forma de actuar la considero un triunfo sobre el propio carácter. Este personaje también se sobrepone y, aislándose, se preserva. Se puede decir que triunfa sobre su propia naturaleza.
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