Lun 02.02.2009
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WALTER VARGAS, ENTRE EL FúTBOL Y LA LITERATURA

La pelota y sus circunstancias

El periodista y escritor acaba de publicar Cambios de frente (misceláneas futboleras), un libro que, a partir de una estructura fragmentada, combina reflexiones críticas con recuerdos, imágenes y definiciones sobre los protagonistas del fútbol.

› Por Emanuel Respighi

El periodista y escritor Walter Vargas pertenece a esa rara raza, cada vez más extendida, que se apasiona por igual por el fútbol y la literatura. Esa clase de tipos a los que, además, les encanta pensar el fútbol más allá de los datos estadísticos, los partidos y el mercado de pases. Lo que se dice un auténtico futbolero de tablón y de café, que no reniega de su condición. “El fútbol, en esta cultura, es mucho más que un juego. Es un juego para un suizo. ¿Cuántas cosas más importantes que el fútbol hay en nuestra cultura? Uno puede vomitar sobre el fútbol, pero no se lo puede negar. El fútbol, con sus orígenes y su implicancia como identidad cultural, debería ser materia de estudio en la escuela. Es loco que en la historia argentina no haya, al menos, dos líneas sobre el fútbol. Debe pensarse el fútbol porque es parte del viaje existencial de los argentinos: es parte del yo”, analiza el autor de Cambios de frente (misceláneas futboleras) (Ediciones al Arco), un libro que combina reflexiones críticas –no exentas de humor– sobre el mundo de la pelota, sus protagonistas y sus circunstancias, a partir de anécdotas, recuerdos, imágenes, declaraciones de jugadores y dirigentes y definiciones sobre quienes de una u otra manera manejan los destinos de este deporte.

Estructurado en breves textos de no más de cinco líneas, Cambios de frente puede leerse con la misma potencia y atracción con que se ve un compacto de un partido de fútbol. Provocador y profundo, en el libro Vargas combina y asocia libremente toda clase de apreciaciones que en su sumatoria desarman el discurso mediático futbolero, convocando a la reflexión de un lector que lamentará, seguramente, la voracidad con la que se consume el texto. Suerte de ensayo moderno, por su estructura fragmentada y su lenguaje coloquial, Cambios de frente es el libro ideal para quienes aman ver y discutir el fútbol.

“Mi ser es un gerundio permanente”, explica en la entrevista con Página/12 quien dejó de ejercer la psicología social para dedicarse a escribir poesía y escritos sobre la pelota, aún con el riesgo de pasar más de un sofocón económico. “Uno –dice– no es, la identidad de uno se va haciendo. Pero en última instancia soy, y más que cualquier otra cosa, futbolero. Amo pensar el fútbol y el quehacer de los tipos que hablamos sobre el fútbol. Y no me avergüenzo de eso.”

–Usted venía de publicar Fútbol delivery en la editorial, un ensayo de formato más tradicional. ¿Cómo surgió la idea de que Cambios de frente tuviera una estructura fragmentada?

–Mis noches son fragmentadas: escribo un poco, veo algo de tele, respondo algún correo electrónico, leo otro tanto... Y así terminé el libro. Asociar una cosa con la otra es mi modo de vivir. El pensamiento fragmentario me parece muy piola. No creo que el pensamiento más potente sea el de la tesis. En 500 páginas uno puede escribir algo maravilloso o un bodrio al que no se le saca ni media idea. Entonces, me pregunté por qué no escribir un libro futbolero a partir de textos cortos. Me parecía que era la estructura que le era más fiel al modo en que los argentinos hablamos de fútbol. El desafío era llevar un delirio de café a un estatuto profesional. Un grupo de argentinos hablando dos horas de fútbol van del partido de anoche a la mano de Diego contra los ingleses, pasando por la guerra de Malvinas, luego por la dictadura, para terminar reflexionando sobre cómo el poder utiliza el fútbol para sus propios intereses. El libro es una suerte de zapping virtuoso.

–Que permite reflexionar sobre el deporte más popular del país pero sin caer en la solemnidad del ensayo más puro.

–El riesgo que me persigue todo el tiempo es volverme demasiado solemne. Todo los tipos que opinan se vuelven solemnes. Quise mostrar las contradicciones del mundo del fútbol, pero mostrando las mías, o dejándolas en evidencia. Ser hincha es un poco idiota, aunque uno ejerza esa idiotez con orgullo. Y opinar de fútbol es estar todo el tiempo en la línea de la contradicción. Expresarla es un ejercicio de honestidad y que vuelve más interesante el juego reflexivo que propone el libro.

–¿Por qué?

–Porque el periodismo futbolero es un periodismo de espasmos y muy farandulizado. Sobre todo el televisivo, está intoxicado de fans, groupies y amistades interesadas. Esta cosa de que el periodista sale de joda con el futbolista no tiene antecedente. Es la clausura del periodismo. ¿Cómo se vuelve de eso? No queda espacio para la crítica. En la crítica deportiva hay mucha Wanda Nara y poco Maxi López. ¿Cuánto hace que no nos preguntamos si Maxi López o Fabián Cubero juegan bien al fútbol? Históricamente, las aspiraciones del periodista o del aspirante estaban dirigidas hacia el futbolista en tanto jugador, no porque salía con cuál o tal vedette.

–Además, al poder le sirve que se hable mucho más del lado farandulero que de otras cuestiones que amenazan sus intereses.

–Eso desde ya. El problema es que nos entregamos mansamente. Las nuevas camadas de periodistas son hijas de Olé y TyC Sports y Fox Sports, y donde el zar máximo de la TV escupió a un empleado en cámara y sigue siendo un piola. Hay que reponer todo el tiempo la costumbre del buen decir. Lo intento cuando escribo, cuando me junto a tomar un café con un amigo o cuando doy clase. Siento que el buen uso del idioma está en retirada. Y con las nuevas tecnologías parecería que esta preocupación se me hará más evidente. Es una pena porque la lengua española es riquísima: no creo que muchas lenguas más te permitan tantas variaciones para decir una cosa. La forma en que se expresa una idea a mí me importa mucho. Me importa expresar las ideas bellamente, casi más que el contenido, incluso.

–En el libro vierte definiciones fuertes sobre jugadores y dirigentes dando nombre y apellido. ¿No cree que puede ocasionarle algunos problemas?

–No creo porque me parece que los jugadores no leen libros. No voy a tener problemas con ellos. Digo cosas fuertes de dirigentes, entrenadores y jugadores, pero ninguno de ellos se sienta demasiado a leer: están más preocupados por hacer guita y ver en lo de Rial a la modelito de moda. Me gusta provocar, pero en el sentido del foro griego: para generar un debate. Amo la tertulia de café porque es un ejercicio para la inteligencia. El mejor pensamiento, así sea del tema más banal, es el provocador. La placidez del sobreentendido, de leer al tipo que sabés que va a decir lo mismo que uno piensa, está bueno sólo para un rato. Pero es de consumo rápido y, a la larga, te empobrece.

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