Jueves, 19 de marzo de 2009 | Hoy
TERCERA VISITA DE UTE LEMPER A BUENOS AIRES, EN EL TEMPLO AMIJAI
Por Diego Fischerman
Vino dos veces a Buenos Aires. La primera, como una artista que había hecho un culto de la reconstrucción de los estilos del cabaret de la República de Weimar y de la chanson del París de mediados del siglo pasado. La segunda, como una “cantante clásica”, al actuar como solista de la Filarmónica de Buenos Aires y como figura del music hall. El repertorio era, en una gran proporción, el mismo, pero lo que una vez se había presentado en estado puro –o con la ilusión de pureza–, en el regreso era ya su representación, tan perfecta como antes, pero atravesada por la artificialidad. Hoy será la tercera. Ute Lemper, tal vez la intérprete más importante de las últimas décadas para estas canciones desoladas, irónicas, crueles y, casi siempre, inmensamente melancólicas.
La actuación de esta noche a las 21 tiene, sin embargo, algunas diferencias de peso con respecto a sus antecesoras. El lugar no será un teatro céntrico, sino el templo de la Comunidad Amijai (Arribeños 2355), un excelente auditorio que habitualmente se destina a la música clásica y que ya por sus características intrínsecas marcará un ámbito de mayor intimidad que el de los grandes shows. También el acompañamiento elegido, un grupo ultraascético conformado por Mark Lambert en guitarra y Vana Gierig en piano, define una intención estética. El resto corre por cuenta del repertorio elegido: Edith Piaf, Leo Ferré, Hollaender, Kurt Weill y Bertolt Brecht. Ni más ni menos que la especialidad de la casa. Las armas de esta cantante, bailarina, escritora y pintora que fue también estrella en un ballet de Béjart, en una obra de Pina Bausch y en una película de Robert Altman, son la perfección más absoluta, la capacidad para delinear cada matiz con un detalle sobrehumano y para pasar de la expresión de la más incondicional de las entregas amorosas al desprecio o la ira. Y, además de los repertorios históricos, produjo una cierta actualización de la idea de la canción de cabaret al cantar lo que ella considera nuevas expresiones del género: Nick Drake, Elvis Costello o el grupo Divine Comedy. Nacida en Münster en 1963, hija de una cantante de ópera y de un empleado bancario, Ute Lemper empezó a estudiar danza y piano a los nueve años. Luego se perfeccionó en el Seminario Max Reinhardt de Viena, en Salzburgo, Colonia y Berlín y, a los 19 años, fue descubierta por Andrew Lloyd-Webber, que la llamó para formar parte de la producción vienesa de Cats. En 1984, el célebre director de escena argentino Jérôme Savary la conoció en el Stadtheater de Stuttgart y le propuso un papel que resultaría premonitorio: Sally Bowles en la versión teatral de Cabaret, de Bob Fosse. El espectáculo se presentó en París, Lyon, Düsseldorf y Roma y, con él, Lemper ganó el codiciado Premio Molière como mejor actriz del año.
“El recuerdo que tengo de esos primeros años es el de tener muchísimo trabajo”, contó Lemper a Página/12, en su visita anterior. “Vivía estudiando, tratando de perfeccionar cosas, buscando papeles. Y nada fue de golpe. Los papeles en Cats y después en Peter Pan no eran como para que una se hiciera famosa. El cambio vino con Cabaret. Ahí era la protagonista. Y las críticas hablaban de mí y yo me daba cuenta de que estaba empezando una buena carrera. Creo que en ese momento, por primera vez, pensé que si no hacía nada especialmente malo me iba a ir bien. Desde ahí era difícil volver atrás. Podría haberme dedicado más a la actuación. O exclusivamente al teatro musical. Pero difícilmente hubiera podido retroceder.” Ute Lemper fue también la cantante de algunas de las canciones que Michael Nyman escribió para Prospero’s Book, de Peter Geenaway, donde además hacía un breve papel. “Tuve la suerte de trabajar con grandes directores y es una suerte que espero no haber desperdiciado”, resumía la artista.
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