Jueves, 30 de abril de 2009 | Hoy
ADENTRO DE ADENTRO, UNA BANDA AJENA A CUALQUIER ESTEREOTIPO
El multiinstrumentista Juan Puig habla de Reverdeser, CD de una agrupación que define como “devocional, gitana y sudamericana”. Lo produjo Martín Méndez, ex Caballeros de la Quema.
Por Cristian Vitale
Costa Rica al 4600, Palermo. Hay un portero eléctrico con 25 timbres sobre el margen izquierdo de un portón de chapa gris. Se supone que hay que tocar el 17. La noche está fría y la calle, bastante despoblada. “Venimos al recital.” La puerta se abre y una segunda sorpresa: es menester (obligatorio, qué va) sacarse las zapatillas y dejarlas afuera. Silencio profundo. Se oye, desde el patio, una música que no parece de este tiempo. Un experimento. En la antesala alguien vende –sugiere– discos, empanadas de brócoli, lechuguita y jugo. Todos hablan en voz baja. “Hace cuatro temas que empezó”, dice la chica de prensa. Adentro, tras un inmenso portón de madera, se ve un salón dominado por el incienso, una luz tenue y unas 50 personas sentadas como budas –descalzas, claro– en el piso. Es la presentación “oficial” del segundo CD de Adentro de Adentro: Reverdeser (sic). “Lo devocional es algo que está adentro de adentro, donde nace eso que tiene que ver con la espiritualidad, con la energía, con la vibración”, dirá después el responsable de todo esto: Juan Puig.
Otra forma de ver la música. Adentro de Adentro es un grupo en búsqueda que no tiene que ver con ningún género determinado. No es folklore ni tango. No es pop ni rock. No es jazz. Es un collage de sonidos que se mira en los confines del tiempo para resignificar. Una fuga hacia atrás. Un intento sin pensamiento. Puig trata de identificarla como una música devocional, gitana y sudamericana. Y cada definición tiene su razón. Es devocional, porque es música espiritual que indaga en el dios interior –para quienes creen– a través de vibraciones primitivas. Es gitana, porque hay una mezcla de idiomas, pareceres y sonidos. Y de aires: aires de huayno, aires de carnavalito, aires de música tradicional de la India, aires de ritos indígenas multigeográficos. Puig, incluso, mezcla idiomas en una misma canción: puede cantar en guaraní, catalán antiguo, huichol, rumano o portugués. Y es sudamericana porque, al cabo, todos los integrantes del sexteto tienen una sangre en común: sangre de charango. “Buscamos transformar los instrumentos y llevarlos a otros lados. Tocar una chacarera con tabla, por ejemplo. O un cuatro venezolano con un solo de folklore turco. Hay mucha búsqueda de lo que provoca cada vibración. La propuesta es que la música tenga emoción en el sentido de motis, de motor. Que mueva algo en el corazón”, sostiene Puig.
–¿Un vehículo hacia una nueva espiritualidad, acaso? ¿O usted cree en alguna religión organizada?
–No. Yo provengo de una familia atea y siempre le recé a una entidad que no tiene un nombre específico. Muchas veces le dije naturaleza o pachamama. Decir Alá, Krishna o Jesús son sólo maneras de invocar, pero lo que interesa realmente es la vibración que producen. Cuando uno dice la palabra, siente la vibración de millones de personas que la invocaron durante miles de años. Pero lo importante es conectar con la pachamama, si no sos un club social, un plan de ahorro. La gran diferencia entre los cristianos y los indígenas es que los cristianos hablan de Dios y estos hablan con Dios... no les importa bajar línea.
Puig es musicoterapeuta, fitoterapeuta –estuvo dos años investigando plantas sagradas en México– y masajista. Mediando los ’90 integró junto a Ale Sergi –hoy Miranda!– el grupo funk Mamá Vaca, pero un día se cansó y vendió todos los instrumentos eléctricos para comprar un arsenal de acústicos en una juguetería de instrumentos antiguos: mandolina, armonio, swarpetti, tambora, udu, derbaque, sitar, marimba, tanque de agua, didgeridoo, un instrumento creado hace 42 mil años por los indígenas del actual territorio australiano. “No sé. En un momento, a fines de los noventa, me di cuenta de que el rock tenía una parte superficial. Además, conocí a mi mujer tocando rock y me di cuenta de que el motor más grande del género era ése: encontrar chicas... era más fuerte que toda la historia. Entonces, cuando conseguí a mi chica, dejé”, sostiene. Pero quedó un lazo: el sonidista que, esta noche, maneja la pequeña consola que regula el sonido es Martín Méndez, guitarrista fundador de Los Caballeros de la Quema que atravesó por una conversión similar. “El me produjo el primer disco y juntos grabamos un trabajo llamado Canal, que es más específico: se usa para trabajar en terapia con sonido.”
Entre los créditos de Reverdeser figuran Sergio Verdinelli, el enorme baterista de la banda estable de Spinetta, Ricky Sáenz Paz, ex bajista de los 7 Delfines, y el mismo Méndez tocando kalimba, guitarra y piano. “Lo que hacemos es como una vuelta a los principios de la música. A eso que se usaba para invocar a la lluvia o a los dioses, hasta que fue virando y se transformó en una herramienta para musicalizar anécdotas inventadas de ego, amor o personajes. La música llegó a otro lugar, y nosotros estamos volviendo a lo primitivo, a su origen”, define el multiinstrumentista.
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