Sábado, 16 de mayo de 2009 | Hoy
PáGINA/12 OFRECE, A PARTIR DE MAñANA, PERóN, SINFONíA DEL SENTIMIENTO
La monumental obra de Leonardo Favio saldrá en cuatro capítulos. El cineasta dice que hoy es más optimista que cuando la terminó, en 1999, pero que la película no cambió. “Al peronismo, como al cristianismo, se lo lleva en el corazón.”
Por Fernando D´addario
Leonardo Favio hizo del peronismo una obra de arte que sobrevivirá, seguramente, al recuerdo de muchas de sus figuras públicas (a excepción de dos o tres). Y el peronismo fue modelando la obra del cineasta hasta construir, al cabo de éxitos y fracasos compartidos, una relación simbiótica. La seducción se fue traduciendo cinematográficamente de modos bien distintos –desde el minimalismo de Crónica de un niño solo hasta el clamor operístico de Gatica, el Mono–, pero el peronismo siempre estuvo presente. Como un karma. O como la justificación de una vida. La síntesis más desembozada de ese vínculo artístico y afectivo se dio en Perón, Sinfonía del sentimiento, la monumental historia de una pasión colectiva que Favio cubrió de poesía sin afectar su estructura documental. Un auténtico prodigio estético que fue estrenado en 1999 y que hoy admite –-a la luz de una realidad política diferente– una nueva mirada. Página/12 ofrece la versión completa de Perón, Sinfonía del sentimiento, dividida en cuatro DVD: Mañana saldrá, junto con el diario, el primer capítulo.
“Hoy es el momento justo para ver Sinfonía del sentimiento –señala el cineasta en diálogo telefónico–. Muchos la van a redescubrir. Y va a servir para recordarle a la gente lo que es el peronismo.” Lo que verá la gente es, precisamente, un cóctel de peronismo explícito, que no se agota, sin embargo, en la mera acumulación de imágenes apologéticas. Favio contagia peronismo a partir de un puñado de verdades incontrastables –el acceso, por primera vez en la historia, de millones de argentinos a derechos sociales básicos es acaso la más contundente– que se ven amplificadas por la embriagadora paleta del director. Las imágenes de archivo, muchas de ellas inéditas (manifestaciones populares, discursos de Evita y de Juan Perón, el dolor del pueblo peronista ante la muerte de su jefa espiritual, la ilusión del regreso del General, la lucha obrera en las calles) son manipuladas por la tecnología digital y por el talento narrativo de Favio, que compone –tras el presunto rudimento panfletario– un gran fresco pictórico.
“Cuando la terminé, decidimos que no era una película para los cines. La sacamos en video, la vendimos en los kioscos y la pasamos en centros barriales, en sindicatos. En barrios muy humildes ponían el cartelito: ‘Hoy Perón, empanadas, vino’. Ahí veían la película y discutían los militantes.” Favio confiesa que en estos últimos años volvió a sentir un optimismo que no experimentaba cuando hizo la película. “Tenemos un Chávez, que reconoce siempre el legado de Perón. Tenemos un Evo Morales, confiamos en lo que pueda hacer Lugo... las expectativas son otras.” Pero inmediatamente pide aclarar algo, en señal de gratitud: “Yo le estoy muy agradecido al doctor Duhalde, porque es quien me encargó este trabajo y en ningún momento me apuró. Se suponía que tenía que entregar la película en un año y que iba a durar una hora y media. Y tardé casi seis años y le entregué una película de cinco horas y media. Una vez un diputado me preguntó: ‘¿Cuándo la vas a entregar?’ Y Duhalde le dijo: ‘A Leonardo no se le puede pedir término. El sabrá cuándo la puede terminar’. Eso fue al año de haber empezado. Y no era fácil apostar y bancar un trabajo como éste”.
–Muchos se preguntan si, después de tantas idas y vueltas, hoy se puede seguir hablando de peronismo.
–Eso es como preguntarse si hoy se puede hablar de cristianismo. Cristo murió hace muchos años, pero el cristianismo sigue metido en la gente, siempre que se lo lleve en el corazón. Al peronismo también se lo lleva en el corazón. Lo que pasa es que entre ese sentimiento y la realidad política a veces hay lamentables obstáculos. Y también hay mucha mediocridad. A Cristina de Kirchner, por ejemplo, le buscan todos los “peros”. Y los que le buscan todos los peros son gente que no ha hecho nada por el país y que sólo se dedica a incomodar. Desde la primera presidencia de Perón, éste es el mejor gobierno que hemos tenido. Están reconstruyendo un país, después del bombardeo que hemos sufrido, después de años de padecer a gobernantes que se peleaban por ver quién les jodía más la vida a los argentinos. Creo a muerte en este gobierno.
–¿No le encuentra errores?
–Sí. El principal: haberlo puesto a Cobos como vicepresidente. ¿A quién se le puede ocurrir semejante cosa? Dejarlo a Cobos en la línea de sucesión es una locura. Como si tuviéramos la vida comprada...
El primer capítulo de Sinfonía del sentimiento empieza con la Primera Guerra Mundial y termina después de que Perón asume la primera presidencia. La matriz ideológica de este trabajo de Favio está mediada por la prepotencia de los afectos. En las inolvidables palabras de Evita, “el peronismo no se aprende ni se proclama; se comprende y se siente. Por eso es convicción y fe”, acaso esté sintetizada la búsqueda de Favio, que puede valerse de dibujos de Ricardo Carpani o de fragmentos de La Traviata de Verdi para reforzar su propia memoria emotiva.
–¿Suele sentarse a ver Sinfonía del sentimiento?
–No me gusta verla entera porque a veces me hace daño. Miro algunos episodios, que me gustan estéticamente y me hacen sentir orgulloso de la gente que me acompañó. Porque fue un trabajo muy duro. Pero digo que verla toda me hace daño porque es como si reviviera lo que este país hubiera podido ser. Y no hablo de política. Hablo de la felicidad de la gente. Hablo del esfuerzo de tantos que dieron la vida por el regreso de Perón, que significaba recuperar esos años felices. Pero después pasaron muchas cosas, muchas miserias.
–Terminó la película hace diez años, en otro contexto político, el fin del menemismo. ¿Hoy se la puede ver de otra manera?
–No creo que se la vea diferente. El país puede haber cambiado, pero la película no. Como es un testimonio de acontecimientos históricos, lo que se muestra es la construcción de un país. Porque el peronismo también es eso: la realización de una descomunal obra, a cargo de Perón. Eso es lo que quise reflejar. Y lo hice de una manera didáctica, para que todos pudieran verla y no resultara aburrida. Después, bueno, uno puede comprobar que la gente que le hace daño al país está en todas las épocas...
–Mientras usted estaba haciendo la película, el mundo y fundamentalmente el país iban para un lado completamente distinto...
–Sí, claro. Mientras la filmaba trataba de no pensar. O pensaba en lo que fui, en mis sueños, y le daba para adelante. Era como un caballo de carrera. Si miraba lo que pasaba alrededor, me caía. Hacer Sinfonía del sentimiento era una manera de no derrumbarme. Por entonces yo empecé a desarrollar una enfermedad muy rara y muy fea, que se llama polineuritis. Hubo momentos en que yo estaba en el departamento y dirigía a todos desde la cama. Fue un sacrificio muy grande, pero sentía que no podía quedarme. Y todos los que me acompañaban sentían lo mismo, fueran o no peronistas, como si los estuviera contagiando.
–Es llamativo el modo en que a ese plano didáctico y documental que tiene la película, le añadió un concepto poético...
–Es que el peronismo tiene la poesía incorporada en sí mismo. Si hablás de peronismo no te podés escapar de la poesía. Tiene una historia melodramática, es pura emoción. Si no, cómo podría alguien decir “la vida por Perón”. ¿A alguien se le hubiese ocurrido decir, por ejemplo, “la vida por Alfonsín”? Ni siquiera rima. Y mire que siento respeto por Alfonsín y no porque se haya muerto. Me acuerdo de que me mandó una carta muy linda cuando hice Gatica. Pero hacé un análisis de los artistas que se han enamorado de Perón: Manzi, Discépolo, Cátulo Castillo, Carpani. Le digo más: si Giuse-ppe Verdi hubiese sido argentino, habría sido peronista.
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