Martes, 19 de mayo de 2009 | Hoy
OPINIóN
Por Alfredo Bauer
Fue la gran esperanza de la literatura austríaca y tenía sólo 26 años cuando murió en el campo de concentración de Buchenwald, el 16 de febrero de 1939. Había nacido en la ciudad ucraniana de Járcov y llegó, siendo niño, con sus padres, a la capital austríaca. Es notable que se consustanciara enteramente con la cultura nacional de ese país, convirtiéndose en uno de los creadores literarios más auténticos. Se nutrió en el teatro popular llevado a su máxima expresión por Ferdinand Raimund, Johann Nestroy y Ludwig Anzengruber, llegando a igualarlos y, en cuanto a la capacidad de convertir en instrumento de lucha el humor satírico, tal vez los haya superado. Es difícil de imaginar qué tesoro espiritual habría podido proporcionar si no hubieran tronchado su vida a tan temprana edad. Es verdad que destrozar en germen la capacidad creadora de valores culturales constituye un crimen casi igualmente atroz como segar masivamente vidas humanas.
Siendo un adolescente, Soyfer ya fue un colaborador destacado de la sección “Lachen links” (“Risa a la izquierda”) del Arbeiterzeitung, el prestigioso portavoz periodístico del Partido Socialdemócrata de Austria. Llama la atención que sus poesías, muy rebeldes y renovadoras por su contenido, fueran conservadoras por su forma: no hay verso libre, y el esquema de estrofas mantiene plenamente la forma clásica.
Soyfer fue un representante típico de “Viena la Roja” (1918-1934), comuna dirigida por los socialistas, que proporcionó no sólo viviendas limpias y baratas para obreros, no sólo instalaciones para el deporte y la expansión popular, sino también una nueva cultura y filosofía, una escuela democratizada, un avance notable en la posición social de la mujer, una apertura espiritual que brindó, por ejemplo, el psicoanálisis y la psicología individual de Alfred Adler, una expansión de la medicina hacia las capas humildes de la población y una renovación del arte en un sentido humanista.
Todo ello fue cortado al sobrevenir el golpe fascista perpetrado por Dollfuss, Fey y Starhemberg en febrero de 1934. La milicia socialista (Schutzbund) resistió heroicamente durante tres días. La represión fue feroz. No sólo fue liquidada la democracia en el país; quedó esencialmente debilitada también la capacidad de resistencia ante el enemigo externo: la Alemania nazi, que pudo efectuar en marzo del ’38 el zarpazo que anexó Austria al Tercer Reich.
El Partido Socialdemócrata fue incapaz de encabezar la lucha en las nuevas condiciones. El grueso de los activistas se pasó a los partidos Comunista y Socialista Revolucionario, resistiendo en la ilegalidad. Jura Soyfer condensó este acontecer en una notable novela titulada Así murió un partido, que lamentablemente no llegó a terminar. El manuscrito fue llevado a Inglaterra por jóvenes que huían de la persecución nazi y, después de la guerra, fue publicado.
Pero lo más significativo de la obra de Soyfer fueron las comedias que produjo durante los cuatro años del régimen austrofascista y que fueron representadas en teatritos semiclandestinos. Después del “Anschluss” el joven poeta, al tratar de cruzar ilegalmente la frontera con Suiza, fue detenido y llevado al campo de concentración donde encontró la muerte.
Las comedias de Soyfer llegaron a Buenos Aires, también desde Inglaterra, y los jóvenes del Movimiento Austria Libre las representaron con notable éxito. Los que participamos de ello hace casi siete décadas, recordamos bien el impulso vital de dignidad humana que, consustanciado con un chispeante humor satírico, nos proporcionaron.
Después de la liberación, en los primeros años sólo la izquierda se empeñó en rescatar y difundir la obra de Jura Soyfer. Pero hoy se la valora plenamente, y no sólo en Austria. Sus obras están traducidas a treinta idiomas y aparecen en los teatros de todo el mundo. La comedia Melodía Americana 1492, que trata sobre el llamado Descubrimiento de América, fue representada en nuestro Teatro General San Martín, bajo la dirección de Roberto Aguirre, en diciembre de 1992. En ella aparece la profecía de que, 500 años después de la hazaña de Cristóbal Colón, los pueblos originarios de América podrán aspirar a su emancipación real. En verdad, el plazo se está cumpliendo con bastante aproximación.
Y otra sentencia promisoria, ya no sólo para América, sino para todo el mundo, estampó Soyfer al final de esta comedia:
“No cuando un pueblo descubra y conquiste otro país, sino cuando cada pueblo se descubra a sí mismo y conquiste su propio país: ¡entonces habrá un tiempo nuevo, un mundo nuevo!”.
Esta sentencia será el lema del Congreso Jura Soyfer en el Nuevo Mundo, que tendrá lugar en Buenos Aires, mañana y el jueves, patrocinado por la Embajada de Austria, la Universidad Nacional de Buenos Aires, el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, la revista Herramienta y otras entidades. Acudirán participantes no sólo de Austria, sino también de varios otros países europeos. Pero lo más significativo es que el propio pueblo argentino y sus entidades culturales, siempre abiertos a los aportes de la cultura universal, hagan suyo este valioso producto espiritual de la humanidad.
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