Hoy es el día. Nada es como alguna vez se pensó que sería. Pasó el centenario del Colón sin sala y sin gloria. Pasó un año perdido –que en los hechos significa mucho más que 365 días– y, también, la absurda pretensión de reemplazar una temporada con recitales organizados como estudiantinas de canto. Y a las 20.30, en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125), como puntapié inicial de la temporada de emergencia diseñada para este año, se repondrá Juana de Arco en la hoguera, de Arthur Honegger, sobre libreto de Paul Claudel.

La puesta, del artista plástico Roberto Platé –uno de los emergentes del Di Tella y radicado en París desde hace años–, será la misma que se estrenó en 2000, donde él realizó también la escenografía y el vestuario, y que fue repuesta en 2002 por su coreógrafo, Alejandro Cervera. En esta ocasión será la cantante Vera Cirkovic quien tenga a su cargo el personaje de Juana, Didier Sandre será el Hermano Domingo y la principal voz cantante será la de Soledad de la Rosa (como Voz del Prólogo). Con dirección musical de John Neschling e iluminación de Antonio Cardarelli, la obra subirá a escena, también, el viernes 22 y el martes 26. Terminada en París en 1935, estrenada en 1938 en Basilea, Suiza, y presentada por primera vez en Buenos Aires en 1947, Juana de Arco en la hoguera. igual que el Oedipus Rex de Stravinsky, es más una ópera sin movimiento que un oratorio. El texto de quien tal vez haya sido el escritor francés más odiado por sus colegas abunda en menciones a la Francia buena y pura y permanece siempre al borde del panfleto nacionalista. Es la música, dramática y ascética a la vez, con su contrapuntismo à la Bach, sus hallazgos tímbricos y la fenomenal escritura para el coro, lo que dota de trascendencia a esta obra de un compositor casi desconocido.