Martes, 3 de agosto de 2010 | Hoy
FOTOGRAFIA > BRASSAï EN ENCUENTROS ABIERTOS-FESTIVAL DE LA LUZ 2010
Como adelanto de la bienal se podrá ver desde hoy una muestra del fotógrafo de origen húngaro. Curada por Agnès de Gouvion Saint-Cyr, la retrospectiva de Gyula Halász, más conocido como “Brassaï”, da cuenta de las imágenes captadas en sus trasnochadas parisinas.
Por Facundo García
La bienal Encuentros Abiertos-Festival de la Luz 2010 empieza mañana, pero esta tarde jugará una de sus cartas más fuertes al inaugurar la retrospectiva de Gyula Halász, más conocido como “Brassaï”. La muestra del patriarca de la fotografía nocturna se exhibirá en el Museo Nacional de Bellas Artes (Av. Del Libertador 1473) e incluye trabajos que el húngaro hizo durante caminatas trasnochadas, tertulias en el taller de Picasso y exploraciones por las paredes de París. Para la curadora Agnès de Gouvion Saint-Cyr, se trata de un artista “con todos los talentos” que llegará a través de ciento veintiséis imágenes para no olvidar.
De Gouvion Saint-Cyr sabe mucho y se nota. Trabajó durante cuatro décadas como autoridad del Departamento de Fotografía del Ministerio de Cultura de su país, y tiene en la mente un mapa completo de lo que ocurrió en la disciplina durante el siglo XX. Por eso no le cuesta meterse en tema cuando adelanta que lo que se colgó “son registros tomados en una capital de entreguerras, rebosante de artistas jóvenes”. “Semejante movida sociocultural no sólo generó nuevos trabajos artísticos, sino nuevos temas”, continúa. En el carnaval de conversaciones que se anudaban al calor del alcohol y el humo de los cabarets empezó a tallar un muchacho de acento raro; un fumador compulsivo que al salir la luna se iba de excursión a los bajos fondos, cámara en mano, acaso sin saber que estaba ayudando a abrir las compuertas de una nueva era.
Había nacido en Transilvania, al este de Europa, el 9 de septiembre de 1899. Su pueblo se llamaba Brasso –de ahí el sobrenombre “Brassaï”–, que por entonces pertenecía al Imperio Austro-húngaro. Cuando tenía entre cuatro y cinco años su familia se trasladó un año a París, y el recuerdo le quedó grabado con la gracia de las ilusiones infantiles. Sin embargo, cuando estalló la Primera Guerra Mundial el joven Gyula se enroló en el ejército de su país natal. “Eso retrasó su sueño de volver a Francia –revela de Gouvion Saint-Cyr–. Y, lo que es más importante, lo obligó a estudiar en Budapest y Berlín. Llegó a la capital alemana en 1920 y allá se codeó con Kandinsky, Kokoschka y Bartók, entre otros. El contacto con ellos le dio la posibilidad de pensar sin atarse a los límites que se le imponían al arte, y de hecho es en Berlín donde se plantea los fundamentos básicos de su perspectiva.”
Paulatinamente, Brassaï le fue dejando espacio a una duda que los surrealistas responderían a los gritos poco después: “entre idas y vueltas, empezó a preguntarse si la vida cotidiana no era igual o más importante que las enseñanzas de los museos o la academia”, cuenta la especialista. De todas maneras fue en París donde se convirtió en un noctámbulo de paladar negro. De día trabajaba escribiendo artículos para la prensa extranjera, y cuando caía el sol se largaba a descubrir las veredas que mediaban entre Montparnasse y Montmartre. Al principio no hablaba francés, no obstante, su talento de calavera le permitió integrarse a la “pandilla” que formaban Jacques Prévert y Henry Miller. De Gouvion Saint-Cyr: “Con ellos empezó a recorrer los callejones a deshora, apasionándose por personajes a los que hasta ese momento muy pocos habían dado voz”.
En uno de sus autorretratos se ve al genio con el equipo de campaña: un sombrero gastado, el tabaco echando volutas y un trípode, no mucho más. Necesitaba poco más que la cámara: en general, sólo la luz de los autos, la de los faroles o el efecto de la niebla. “A eso le sumaba una piola para verificar las distancias y los cigarrillos, que le servían para medir los tiempos de exposición”, comenta la entrevistada. Heredero de Nerval, Baudelaire, Rimbaud y Cyrano, Brassaï –que murió en 1984– forjó un novedoso eslabón en la genealogía del flâneur. Aun en un mundo que corría rápidamente hacia la masificación de la tecnología fotográfica, nadie había trabajado a esa hora y con tan poca sofisticación tecnológica.
Uno de los tramos destacados de la exposición –auspiciada por la Embajada de Francia– es el dedicado a Picasso, otro de los compañeros de parranda. El padre del cubismo luce confiadísimo, con un fuego en los ojos que casi nunca se trasluce en las fotos que le tomaron otros. Asimismo, hay una sala dedicada a la serie sobre Graffitis y se han planificado proyecciones de la película Tant qu’il y aura des bêtes, que dirigió el propio Brassaï y que recibió un premio especial en Cannes en 1956.
Para los aficionados de la fotografía será un mes de ensueño. Los que no puedan asistir hoy al museo nacional tienen la chance de ir mañana a la inauguración oficial de los XVI Encuentros Abiertos-Festival de la Luz, que tendrá lugar a las 19 en el Centro Cultural Borges (Viamonte 525). En la oportunidad podrán apreciarse Cualquier salida puede ser un encierro, de Graciela Sacco; Raíces, de Aldo Martínez; Origem, retratos de familia no Brasil, de Fifi Tong; From Somewhere to Nowhere, de Andreas Seibert, y la exposición colectiva Migraciones.
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