Miércoles, 1 de septiembre de 2010 | Hoy
RUBéN BLADES CON LA ORQUESTA DE LEOPOLDO FEDERICO
Por Karina Micheletto
El desafío estaba lanzado y por su mismo protagonista: ¿cómo sonarían en tiempo de tango y milonga clásicos que pertenecen al universo y a la historia de la salsa? Clásicos que llevan el sello de Rubén Blades, para más datos, y que el mismo cantante y compositor decidió vestir con otro ropaje. El resultado de tamaña incursión fue presentado a lo grande, en el Festival de Tango, y con el apoyo musical de una orquesta que es toda una institución del género, la de Leopoldo Federico. Fue una suerte de anticipo de lo que próximamente tomará la forma de un disco, y que además de estos protagonistas tiene un gestor fundamental: el pianista y compositor Carlos Franzetti, encargado de dar forma a los arreglos que sellaron semejante desafío.
La de Franzetti fue una tarea creativa central en lo que se escuchó el lunes por la noche en el Luna Park, y que fue mucho más que un pasaje de universos. Lejos del gesto “experimental” que conllevan algunas ideas de fusión, o de “adaptación” de un género a otro, lo que sonaron fueron temas tan conocidos como nuevos. “Pablo Pueblo”, “Ligia Elena”, “Paula C” y, finalmente, el himno que es “Pedro Navaja” fueron grandes tangos y milongas, expandidos por la fuerza musical de una orquesta como la de Federico y jerarquizados por el trabajo de arreglos de Franzetti, que tuvieron además el “apoyo tanguístico” de Nicolás Ledesma, pianista de la orquesta de Federico. La carrera de Franzetti abarca mundos tan diversos como el jazz, la música de cámara y sinfónica, o la música para películas, pero fue responsable también de los arreglos de un disco como El Polaco por dentro, que en los ’80 marcó la proyección de Goyeneche más allá del tango. Junto a Blades –a quien conoce desde hace años, en múltiples colaboraciones– el pianista trabajó en los distintos tonos y estilos del tango y la milonga.
¿Y qué hay de Blades como cantor de estos nuevos tangos y milongas? Así como en su look, junto a su sombrero panameño, luce ahora elegante saco y corbata, en su forma de cantar la marca de identidad –inevitablemente– permanece, pero la entonación y hasta el acento cambian. En estos nuevos viejos éxitos se permite también algunas licencias en las letras, casi guiños contextuales: En “Ligia Elena”, por ejemplo, la cándida niña de la sociedad es ahora de La Recoleta, y no se va con un trompetista, sino con un violinista. Y los “Eh, le, le, le...” del inicio y el final de “Pablo Pueblo” desaparecen, claro. No hacen falta muchos cambios, sin embargo, para trasladar estas historias del Bajo Manhattan de inmigrantes a las calles de Buenos Aires, también marcadas por la inmigración. Grandes letras de quien se ganó el apodo de “poeta de la salsa”. El que logró contar, además de cantar para que los demás bailen, en un género donde la potencia del ritmo suele jugar en contra de la profundidad de las letras.
Antes de este estreno de Blades en versión tango, se lució la orquesta de tango. Leopoldo Federico, que venía de una operación, mostró que no perdió la alegría que –se le nota a lo lejos– le produce estar tocando el bandoneón con su “familia”, como llama a su orquesta. Bailó también Miguel Angel Zotto. Sonaron “Gallo ciego”, “Desencuentro” en la voz de Carlos Gari, o un tema tan trillado como “La cumparsita”. Viejos tangos que también sonaron, nuevos, gracias a la elegancia de los arreglos y la potencia de la ejecución.
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