Sábado, 11 de marzo de 2006 | Hoy
MURIO AYER, A LOS 74 AÑOS, EL AUTOR TELEVISIVO ALBERTO MIGRE
A lo largo de su trayectoria registró más de setecientas obras. Fue un reconocido autor de radioteatro, pero su consagración llegó con la televisión: Pobre diabla, Piel naranja, Dos a quererse o Una voz en el teléfono fueron éxitos, aunque el mayor fue Rolando Rivas, taxista.
Por Emanuel Respighi
Fue el último representante –probablemente el más destacado– de la telenovela de autor. A lo largo de sus más de 700 obras registradas entre radioteatros y telenovelas, conmovió a varias generaciones de argentinos con centenares de historias en las que el amor era el protagonista. Muchas amas de casa y almas en soledad le deben a su puño y letra numerosos años de compañía, con éxitos televisivos como Rolando Rivas, taxista, Piel naranja, Leandro Leiva y Pobre diabla, entre otros ciclos. Señor melodrama, nunca dejó que ninguno de sus programas fuera contaminado por la mano indiscreta y comercial de productores o programadores televisivos. Era un defensor nato de los derechos de autor, al punto que hasta su último aliento se desempeñó como director de Argentores. A los 74 años, producto de un corazón doblegado (tenía realizados 5 bypass), Alberto Migré falleció ayer en su casa de Caballito. Se fue como él mismo habría querido que lo haga alguno de sus numerosos protagonistas en la ficción: en medio de la noche, durmiendo plácidamente en la cama de su casa.
Tal como había repetido una y mil veces, los restos del padre del melodrama argentino no serán velados. Según sus deseos, quería que en el día de su muerte se lo recordara por lo que fue y por su obra. Sus restos serán inhumados hoy, desde las 10, en el Panteón de Actores del Cementerio de Chacarita.
Nacido el 12 de septiembre de 1931 en el barrio porteño de Almagro, Migré se inició profesionalmente en la radio, medio en el cual se destacó rápidamente por la atracción que provocaban cada uno de sus radioteatros, el género con el que debutó como autor en Radio Libertad a los 15 años (protagonizado por Chela Ruiz y Horacio Delfino). En la década del ’50, Migré se consolidó como autor, ubicándose –pese a su corta edad– a la altura de los talentos de la época, como Abel Santa Cruz, Nené Cascallar, Delia González Márquez y Alma Bresan.
La llegada de la televisión lo absorbió definitivamente, en el comienzo de una vasta trayectoria en la que realizó variados éxitos, siempre como autor de teleteatros. Para televisión escribió puestas como Silvia muere mañana, Aquí a las seis, Amelia no vendrá, Dos a quererse, Tu triste mentira de amor, Su comedia favorita, Adorable profesor Aldao, Un extraño en mi vida y Mi hombre sin noche, entre otros recordados programas. Sin embargo, ninguna de esas telenovelas ni las posteriores logró la masividad de Rolando Rivas, taxista (1973-74), la telenovela protagonizada por Claudio García Satur y Soledad Silveyra que con el tiempo se transformó en un clásico de la televisión argentina. La novela duró dos temporadas, y en el segundo Nora Cárpena reemplazó a Silveyra, aunque fue en el primer año cuando se produjo el mayor éxito. Piel naranja fue otra de las telenovelas más recordadas, protagonizada por Arnaldo André y Marilina Ross, al igual que –más cercano en el tiempo– Una voz en el teléfono, Pobre diabla y El Rafa.
Apasionado como las historias que contaba, Migré era uno de esos (escasos) autores que se acercaba a los ensayos y les marcaba a los actores y al director cómo quería las actuaciones y las escenas. Entre otra de sus manías, Migré se jactaba de escribir día a día los capítulos, ya que –decía– necesitaba ver en pantalla el transcurrir de la historia para recién después escribir el envío siguiente. Ese compromiso, único, hacía que muchas veces los libros los tuviera escritos horas antes de cada ensayo, generando el malestar de algunos actores. Obsesivo y detallista como pocos, Migré escribió cada una de sus setecientas obras en la más absoluta soledad, sin ninguna otra compañía. Pese al paso del tiempo y el avance de la tecnología, Migré se resistió a dejar de armar sus historias de amor en la vieja máquina de escribir. “Las computadoras –explicó alguna vez– me resultan ajenas. El teclado, en cambio, tiene un sonido tan mágico de noche, cuando estás solo. La computadora es como una mujer que la vas a abrazar y te dice: ¡Nooo, que me hace mal!.”
Hijo de la época de oro de la televisión, Migré se convirtió al frente de Argentores en un defensor acérrimo de los derechos de autor, en oposición al funcionamiento actual televisivo, en el que los productores son las figuras. “En la actualidad el autor perdió aquel valor de creación que tenía y todos meten mano en el libro y opinan; los productores son los patrones y los escritores sus empleados”, señalaba. Tal vez fue por haber declarado la “muerte del autor” que en los últimos años no tenía demasiada cabida en la pantalla chica. De hecho, la recreación de Pobre diabla (2000) fue la última telenovela suya que vio la luz, aun cuando hace dos años realizó una versión de un par de envíos Piel naranja, años después, como corolario del reality Nace una estrella.
Defensor nato de la televisión de calidad, no por popular Migré –que en diciembre de 2001 fue distinguido como Ciudadano ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en homenaje a su “destacada trayectoria”– se permitió alejarse del buen gusto. “En la actualidad –señaló hace unos años– creció la producción, mejoraron los exteriores, los decorados son excelentes, el presupuesto es mucho mayor. Pero siento que la palabra en la TV argentina se volvió ofensiva, es grosera y carece de buen gusto, en un falso intento por buscar cierta naturalidad.” No fue casualidad, entonces, el hecho de que el autor incluyera en sus programas citas literarias, desde Pablo Neruda a Mario Benedetti. “Una vez –recordó, pintándose de pies a cabeza– me preguntaron por qué había escrito poesía en Rolando Rivas.... Porque soy un enamorado de la buena palabra. Yo elegí a Neruda como un amigo. ¿Por qué guardármelo para mí? ¿Qué mejor que poder mostrar literatura en forma masiva?”
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