OPINION
› Por Eduardo Fabregat
La escena se desarrolla en el blanco y negro televisivo de 1978 y el audio tiene su soplido, pero las palabras llegan con absoluta claridad. Almuerzan con la señora Mirtha Legrand el señor Claudio Levrino, actor; la señora Susana Giménez, actriz, vedette; la señorita Ginette Reynal, modelo; y el señor Laureano Brizuela, cantante. Y es Brizuela, precisamente, el que lleva la voz cantante con eso de la “campaña antiargentina en el exterior”, a lo que todos asienten enfáticamente: “Nadie sabe la tranquilidad que se respira acá, ahora más que nunca”, dice el muchachito de traje blanco, y Susana señala que “lo que detesto más en la vida es que la gente juzgue algo que no conoce”, y Mirtha repite que “estamos viendo una campaña organizada”. Y luego todos se emocionan por el Mundial, y por cómo “nos nacionalizó, nos argentinizó”, y la señora apunta que fue al último partido y todos lloraban y el presidente Videla también, el presidente tenía lágrimas en los ojos, y que se acuerda y se emociona de nuevo. Y cierra: “¿Qué tal está el postre, está rico, chicos?”
Esta semana, en un programa televisivo de Uruguay, Federico Luppi pateó el hormiguero: “No sé qué me irrita más de Mirtha: si su profunda y extensa ignorancia o el estado totalmente reaccionario de su alma. Un alma pobre. Dice cosas que son realmente agresivas y que desmienten la capacidad humana que tenemos de convivir”. Cuando se le mostró una foto de Giménez, el actor pidió permiso para utilizar términos fuertes y señaló que “Susana caga por la boca”. Dolida, la diva de los almuerzos pidió que la Presidenta “tome cartas en el asunto” y no dudó en apuntar al Gobierno por las declaraciones de un particular. “Utilizó el mismo término que Aníbal Fernández. ¿Quiénes les dan letra a los que hablan mal de las figuras? Jamás en mi vida vi algo así. Hay alguien que les da letra. El Gobierno debería fijarse cómo hablan los actores que promueven. ¡Dios mío! ¿Qué es esto? ¿Una dictadura?” Susana prefirió apuntar que “las declaraciones me sorprendieron... Me dijeron que no está muy bien, la verdad que no tengo nada que decir, para mí fue un gran actor y bueno, estará pasando un mal momento”. No faltó quien disparara munición gruesa sobre Luppi aludiendo a cuestiones de su vida privada, solapando las causas del brulote, el porqué de la referencia a esas dos figuras.
Hace un tiempo, en una nota con Oscar González Oro en C5N, Susana señaló que “la gente creía que sabíamos lo que pasaba y lo apañábamos, pero no sabíamos, sabíamos que hubo una cosa de los dos lados, una guerra. Pero ya basta de eso, hay que olvidar, lo que pasó, pasó”.
Mirtha Legrand se define como una persona de centro, adoradora de la democracia.
Laureano Brizuela, que en 1978 ya residía fuera del país, vive desde los ’80 en México, donde incluso pasó cuatro meses preso por una evasión fiscal que había cometido su manager. En un momento de su carrera se empezó a vestir de cuero negro y se hizo llamar “El Angel del Rock”. Sigue vistiéndose así. Su página de Facebook está llena de banderas argentinas.
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Algo está sucediendo en el mundo de la cultura. Después del episodio de Federico Luppi, Julia Zenko y Marilina Ross declinaron participar de un almuerzo de Mirtha, que admitió que le señalaron “diferencias ideológicas” y volvió a preguntarse con asombro “¿qué es esto, actores contra actores?” Pero la señora, como le erraba en la apreciación de lo que sucedía en el país en 1978, vuelve a errarle. Lo que está sucediendo no es un “enfrentamiento” entre artistas. En un momento en el que la militancia y la política vuelven a tener un valor perdido en años de vaciamiento ideológico o crisis terminal, el mundo de la cultura y el espectáculo también ha decidido dejar de guardar ciertas formas diplomáticas y marcar una diferencia. Tomar partido por un proyecto que cree más cercano a sus principios, y no guardarse su opinión cuando alguien del medio –alguien que celebró una dictadura genocida– homologa al actual gobierno con una dictadura, sugiere que las parejas gay violan a sus hijos u ofende a un muerto llorado por decenas de miles de personas ventilando delirios sobre su féretro, o deslizando que muchas de esas personas fueron “pagadas por alguien”.
En los días que siguieron a la muerte de Néstor Kirchner, Martín Souto apuntó que le resultaba muy significativo que entre todas las personalidades que ocuparon el estudio de 6 7 8 el 27 de octubre no había podido identificar “ni un solo hijo de puta”. No quería decir que la adhesión a la figura de Néstor los convirtiera en ángeles: aludía a la trayectoria de esas personas, a la integridad, a la imposibilidad de encontrar archivos en los que esos artistas adhieran a una dictadura asesina o aboguen por echar tierra sobre crímenes de lesa humanidad. A un compromiso con ciertos ideales de vida, de cultura, de educación y de contención social que encuentran un reflejo de inédito poder en la Rosada.
Resulta curioso que haya personajes escandalizados que se empeñen en conferirle a la palabra “oficialista” una carga peyorativa, descalificadora, por la que los muchos artistas e intelectuales que simpatizan con el proyecto deberían sentir vergüenza. Cuando fueron oficialistas de Jorge Rafael Videla, Leopoldo Galtieri, Carlos Menem o Domingo Cavallo, esos personajes no se escandalizaban ni le asignaban a la palabra oficialismo la misma carga. Ellos también se sintieron identificados con esos proyectos, y es válido: cada cual tiene derecho a creer en lo que quiera y sienta que está bien. Pero cabe preguntarse quién les extendió patente moral para señalar con desprecio a quienes se ponen la camiseta de Cristina.
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Corresponde un párrafo aparte para los músicos de rock, que a comienzos de octubre protagonizaron una movilización inédita para alertar sobre la situación en Buenos Aires con respecto a la música en vivo. Durante tres lunes consecutivos cortaron la Avenida de Mayo para difundir el estado de clausura que impera en la ciudad, y para exigir al gobierno de Mauricio Macri que ponga en marcha la Ley de Fomento a la Música, sancionada un año atrás. El ministro de Cultura, Hernán Lombardi, escribió y firmó una carta en la que se comprometía a reglamentar la Ley 3022 en un mes. El mes se cumplió el miércoles 10, pero Lombardi hizo su parte: al día de hoy, el expediente está en la Secretaría Legal del GCBA, esperando que Macri regrese de su luna de miel para firmarlo.
El 15 de noviembre, un nuevo grupo apareció en Facebook. No uno de esos grupos que se conforman con la virtualidad, sino uno decidido a que siga fructificando el espíritu de participación y militancia que desató la muerte de Kirchner. Uno que ya se mostró en el escenario de la Plaza en el homenaje del viernes. Hasta la fecha, Músicos con Cristina posee 1995 miembros: Isabel de Sebastián, Federico Gil Solá, Mavi Díaz, Tito Losavio, Celsa Mel Gowland, Leo García, Super Ratones, Gustavo Santaolalla, Fabiana Cantilo, Marcelo Moura, Hilda Lizarazu, Teresa Parodi, Rodolfo García, Víctor Heredia, Miguel Zavaleta, Peteco Carabajal, Manuel Moretti, Ulises Butrón, Marcelo Moura, Willy Crook, Rita Cortese, Kubero Díaz, Marián y el Chango Farías Gómez, Dolores Solá, Los 4 Vientos son sólo algunos de los firmantes y adherentes de una carta de intención que señala: “Sabemos que se ha avanzado mucho en la concreción de medidas que apuntan a la inclusión y la justicia social, al fortalecimiento de los derechos humanos, a la recuperación económica del país, a la integración latinoamericana y al desarrollo de medios libres y democráticos, entre otros logros. Creemos que todavía falta mucho por hacer y estamos convencidos de que la única posibilidad que tenemos de seguir avanzando está ligada a la continuidad del actual modelo. Estamos firmemente decididos a aportar desde nuestra experiencia, generando un espacio para debatir y convocar desde la música y la palabra, un lugar para ser testigo y parte de una batalla cultural que apunte a una sociedad cada vez más justa, tolerante y solidaria. Convocamos a quienes quieran acompañarnos, más allá de pertenencias partidarias, a que se sumen a nuestra propuesta para apoyar al mejor gobierno del que tenemos memoria”.
Como diría Mirtha: otra campaña organizada.
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