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Domingo, 21 de agosto de 2005

OPINION

La parte que faltaba

Por nicolas casullo *

El Maradona del programa espectacular es el Maradona que la sociedad estaba esperando desde todos sus estamentos sociales, sobre todo frente a la insoportabilidad de que el gran ídolo se iba muriendo acelerada y literalmente entre internación e internación. No había, al parecer, términos medios, o era aquel que se escapaba de la clínica y jugaba un partido de potrero a las tres de la mañana de una noche húmeda, para luego zamparse tres pizzas y otras cosas y volver esa misma madrugada a la clínica de urgencia sin poder ni siquiera ensayar el elemental momento de la respiración humana, o es éste de smoking, pelelizado, magistral en su entrada al set de cuatro tribunas inaugurando el show y cantando su canción como si toda la vida hubiese hecho eso.
Escaparles a los Gatica, Monzón, Bonavena, que cada uno en su línea no supieron seguir. Diego parecía que sería el más grande de esos muertos, con ese fondo baudeleriano de frecuentar taberna, prostíbulo, sífilis, paraísos artificiales y misas satánicas, pero así como el arte da para los malditos, no el fútbol globalizado del genio deportivo. El regreso entonces “pone las cosas en su lugar”, en orden, tranquiliza, es como la parte que le faltaba a un país “en serio”, nos llena de desculpabilización; la sociedad vive su hijo pródigo y Maradona sanó. Con respecto a esto último nadie puede sino estar contento, recordándolo hace ocho meses mientras calculábamos lo poco que le quedaba de vida. Están los que lo confunden con un Baudelaire de la pelota y añoran sus desplantes, marginalidad, puteadas, inconductas, rebeliones, suicidios, deslindarse de los poderes, olvidándose de un Diego que a la vez siempre gustó de la noche, la farándula y las estrellas consagradas y todo aquello con que entretiene la televisión basura. Yo no puedo desprenderlo del fútbol, por lo cual su regreso es el de aquel que me satisfizo para siempre. La casa está en orden, un Maradona gerenciándose a sí mismo sin diez sandwiches de mortadela, jarrones dudosos y camioneta puesta de cabeza en La Habana es lo que el largo show dejó atrás.

* Filósofo y sociólogo.

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