CON LA NUEVA PELíCULA DE WOODY ALLEN, ESTA NOCHE COMIENZA LA 64ª EDICIóN DEL FESTIVAL DE CANNES
A último momento se anunció la inclusión, fuera de competencia, de los films In Film Nist, de Jafar Panahi, y Bé Omid é Didar, de Mohammad Rasoulof, los dos cineastas que son presos políticos del régimen teocrático iraní.
› Por Luciano Monteagudo
Desde Cannes
El pronóstico para hoy y los próximos días en la Croisette indica soleado, pero con alguna tormenta política. La apertura de esta noche de la 64ª edición del Festival de Cannes, con la proyección fuera de competencia de Midnight in Paris, la nueva película de Woody Allen – filmada en escenarios naturales de la Ciudad Luz y con la primera dama Carla Bruni en el elenco– prometía darle un bonus oficial a la famosa alfombra roja que sirve de entrada al Palais des Festivals. Pero Mme. Bruni-Sarkozy informó ayer que “por razones personales” no estará en la apertura. Más allá de este faltazo, en el que seguramente tienen que ver intrincadas consideraciones de orden protocolar, Cannes –el festival más importante del calendario cinematográfico internacional– ya se ha asegurado una borrasca política con la inclusión, a último momento, de dos films que salieron clandestinamente de Irán. Se trata de In Film Nist (Esta no es una película), de Jafar Panahi, y Bé Omid é Didar (Adiós), de Mohammad Rasoulof, los dos cineastas que desde el año pasado son presos políticos del régimen teocrático de Teherán.
Condenado en su país a seis años de cárcel y a inhabilitación durante veinte, Panahi –que inició aquí, en Cannes, su carrera cuando El globo blanco obtuvo en 1995 la Cámara de Oro a la mejor ópera prima– envió la semana pasada un mensaje al festival en el que aseguró: “El hecho de estar vivo y el sueño de mantener intacto el cine iraní nos anima a superar las restricciones actuales que nos son impuestas”. Su película, titulada sugestivamente Esto no es una película, cuenta cómo, desde hace meses, Panahi aguarda el veredicto del tribunal de apelación. “Por medio de la representación de un día de su vida cotidiana, Jafar Panahi y otro cineasta iraní, Mojtaba Mirtahmasb (codirector del documental), nos proponen una visión de la situación actual del cine iraní”, afirmaron en un comunicado las autoridades del festival.
Por su parte, Bé Omid é Didar (Adiós) narra la historia de un joven abogado de Teherán que busca un visado para poder abandonar el país. La película fue rodada en la clandestinidad durante el año pasado. En una declaración conjunta, el delegado general del festival, Thierry Frémaux, y el presidente del evento, Gilles Jacob, aseguraron que “el film de Mohammad Rasoulof y las condiciones en las que se ha hecho, y este diario de Jafar Panahi sobre los días de su vida como artista privado de trabajar son, por su propia existencia, una resistencia a la condena que los afecta. Que los envíen a Cannes es un acto de valentía y un maravilloso mensaje artístico”.
Aunque ninguno de estos dos títulos compite por la Palma de Oro (la de Panahi se verá en una función especial y la de Rasoulof integra la sección Una Cierta Mirada), esta presencia en Cannes le devuelve al cine iraní el centro de la escena, después de que apenas tres meses atrás la película Nader y Simin, una separación resultara la gran vencedora de la edición número 61 de la Berlinale. Allí, además, la silla vacía con el nombre de Panahi, invitado como jurado oficial, fue un grito permanente en solidaridad con el cineasta y un llamado a la libertad de expresión en Irán.
Más allá de este costado eminentemente político, Cannes ofrece este año una rara combinación de nombres consagrados y debutantes en las ligas mayores. El cine argentino estará representado en la sección oficial por la presencia en el jurado de la actriz y productora Martina Guzmán y por el corto Soy tan feliz en competencia por la Palma de Oro en su categoría, además de una nutrida presencia en otras secciones (ver nota aparte). Pero llama la atención, una vez más, la fidelidad de Cannes a quienes desde hace tiempo la prensa francesa denomina “los abonados”, grandes nombres que vuelven una y otra vez a competir por el premio mayor del mundo del cine.
Los hermanos belgas Luc y Jean-Pierre Dardenne, dos veces ganadores de la Palma de Oro, primero por Rosetta (1999) y luego por El niño (2005), regresan este año con Le gaminauvélo, sobre un chico abandonado por su padre y entregado a los servicios sociales. Otro ganador de la Palma, el italiano Nanni Moretti, premiado por La habitación del hijo (2001), vuelve ahora con Habemuspapam, comedia farsesca sobre un sacerdote (Michel Piccoli) que, habiendo sido consagrado Papa, sufre una crisis espiritual y no se atreve a asumir el cargo. Y el danés Lars von Trier, Palm d’Or 2000 por Bailarina en la oscuridad, trae ahora Melancholia, la extraña historia del enfrentamiento entre dos hermanas (Kirsten Dunst, Charlotte Gainsbourg) mientras un planeta cercano amenaza con chocar contra la Tierra.
Entre los “abonnés” que ya han tenido premios importantes en Cannes pero todavía aspiran a llevarse la Palma, regresan el finlandés Aki Kaurismäki con Le Havre (promisorio título portuario para el cineasta de la clase obrera por excelencia), la excelsa japonesa Naomi Kawase con Hanezu no Tsuki, el turco Nuri Bilge Ceylan con Erase una vez en Anatolia y Pedro Almodóvar, por supuesto, que ahora intentará pelear por el premio mayor con La piel que habito, otro melodrama noir, esta vez sobre un cirujano plástico (Antonio Banderas) que busca vengarse de aquellos que violaron a su hija.
Para equilibrar la balanza, no son pocos los directores que llegan este año por primera vez a la competencia oficial cannoise. Ocho, para ser más precisos: la francesa Maïwenn Le Besco, la escocesa Lynne Ramsay (las mujeres pisan fuerte en esta edición), el danés Nicolas Winding Refn, el rumano Radu Mihaileanu, el japonés Takashi Miike, el israelí Joseph Cedar, el austríaco Markus Schleinzer (ex asistente de Michael Haneke) y la australiana Julia Leigh; los dos últimos, debutantes en el largometraje (y esto es raro en un festival tan estricto como Cannes, donde se suele pagar derecho de piso para llegar a la competencia). Los franceses Alain Cavalier y Bertrand Bonello, por su parte, no son primerizos en la competencia, pero su presencia ha llamado la atención de los medios locales, que apostaban a otros cineastas en ese lugar.
Una vez más, como en los últimos años, la presencia del cine estadounidense en concurso es menos que escasa: solamente The Tree of Life, de Terrence Malick, con Brad Pitt y Sean Penn, llega del otro lado del Atlántico. Aunque el italiano Paolo Sorrentino, que presenta This Must Be the Place, filmó en los Estados Unidos, también con Sean Penn al frente del elenco. La gran maquinaria de Hollywood, en todo caso, encuentra refugio fuera de competencia, donde se verá la nueva entrega de Piratas del Caribe y The Beaver, con dirección de Jodie Foster y protagónico de Mel Gibson.
Por otra parte, Thierry Frémaux, delegado general de Cannes y responsable absoluto de la programación, ha venido reforzando durante los últimos años la sección Un Certain Regard (Una Cierta Mirada), hasta convertirla en una competencia casi paralela, con nombres capaces de rivalizar en prestigio e importancia con el concurso oficial. El 2011 no es la excepción, al punto de que la apertura está a cargo de Restless, de Gus van Sant (Palma de Oro 2003 por Elephant) y en el nutrido programa figuran numerosos cineastas que han pasado antes por la competencia oficial, como los franceses Bruno Dumont y Robert Guédiguian, los coreanos Hong Sang-soo y Kim Ki-duk, y el singapurense Eric Khoo. Junto a ellos, América latina dará batalla con films de México, Brasil y Chile, cinematografías que en los últimos tiempos habían quedado algo relegadas por la presencia del cine argentino en Cannes y que este año parecen tomarse revancha.
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