LARS VON TRIER, ¿PROVOCADOR COMPULSIVO O PSICóTICO PERDIDO?
En la conferencia de prensa de presentación de su film Melancholia, el cineasta danés dijo que comprendía al líder nazi. Después pidió disculpas, pero varias distribuidoras ya se negaron a estrenar el film en sus países, la Argentina incluida.
› Por Luciano Monteagudo
Desde Cannes
Y ayer nomás llegó el fin del mundo (o casi) al Festival de Cannes. A primera hora de la mañana, la pantalla de dimensiones cósmicas del Grand Théâtre Lumière albergó Melancholia, la nueva película del danés Lars Von Trier, donde en los primeros minutos un planeta gigantesco choca brutalmente contra la Tierra y acaba con todo lo que hay en ella. Incluido el festival, que un par de horas después se vio sacudido una vez más cuando en la conferencia de prensa que siguió a la proyección del film el director de Anticristo dijo “comprender a Hitler”.
Provocador compulsivo según algunos, psicótico perdido según otros, Von Trier viene desafiando hace tiempo al mundo en general y a la prensa en particular. Ayer, por ejemplo, se presentó al encuentro con el periodismo con la palabra “FUCK” pintada en mayúsculas en sus nudillos, que exhibía ante los fotógrafos como un puño en actitud de guerra. Y ante una pregunta acerca de si estaba interesado por la estética nazi, respondió: “Durante mucho tiempo yo pensé que era judío y estaba muy feliz de serlo. Luego comprendí que no lo era. Quería ser judío, pero en realidad me di cuenta de que era un nazi, porque mi madre me reveló que mi familia era alemana, lo cual también me gustaba”. Y ante la incomodidad cada vez más evidente de las dos actrices de su película, Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg, que tenía a su lado, añadió: “Yo comprendo a Hitler, aunque sé que hizo cosas equivocadas, por supuesto. Sólo estoy diciendo que entiendo al hombre, no es lo que llamaríamos un buen tipo, pero simpatizo un poco con él. Pero bueno, no estoy a favor de la Segunda Guerra Mundial ni en contra de los judíos...”.
Inmediatamente, la organización de Cannes se vio obligada a sacar un comunicado oficial de prensa: “El Festival de Cannes se ha visto conmocionado con estas declaraciones de Lars Von Trier en la conferencia de prensa de esta mañana (por ayer). Y le ha invitado a explicar el tenor de sus declaraciones. El cineasta precisó que se dejó llevar por una provocación. Y presenta sus disculpas. La dirección del festival las acepta y las transmite. Y enfatiza que no admitirá jamás que esta manifestación pueda ser el escenario de semejantes declaraciones sobre estos temas”.
A través de sus agentes de prensa en Cannes, el realizador a su vez emitió una escuetísima declaración: “Si esta mañana herí a alguien con mis palabras en la conferencia de prensa, me disculpo sinceramente. No soy antisemita, ni tengo prejuicios raciales de ningún tipo, ni soy nazi. Lars Von Trier”. La bomba, sin embargo, ya había detonado. Los compradores internacionales que habían adelantado su interés por la película rompieron inmediatamente sus compromisos, entre ellos la empresa argentina Distribution Company, que emitió a su vez el siguiente comunicado de prensa: “Ante las inaceptables declaraciones del director cinematográfico Lars Von Trier durante la conferencia de prensa del día de la fecha, en el Festival de Cannes, y su manifiesta declaración nazi, ofensiva para con el pueblo judío y la humanidad toda, Distribution Company Argentina SA, titular de los derechos de distribución del film Melancholia en el Cono Sur, ha decidido cancelar el contrato que lo unía con el mencionado film. Repudiamos expresamente las declaraciones del Sr. Lars Von Trier y no apoyaremos ni estrenaremos su largometraje en el país”.
¿Y la película? Considerado por el propio director –en su novena participación en la competencia oficial, donde hace una década ya ganó la Palma de Oro por Bailarina en la oscuridad– como un film romántico, inspirado tanto en el cine de Visconti como en la música de Wagner, Melancholia se inicia como una ópera, con una obertura que presenta de manera libre los temas que luego aparecerán a lo largo de los dos movimientos en que se divide el nuevo descenso al abismo del danés. Allí el cielo brilla y a la vez se oscurece al mismo tiempo, los insectos emergen del fondo de la tierra y los pájaros caen muertos desde las alturas, mientras una gigantesca esfera celeste se precipita inexorablemente sobre el mundo, que parece habitado únicamente por Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg.
A ellas, en todo caso, se circunscribe esencialmente el film de Von Trier, dos hermanas que no podrían ser más diferentes entre sí y que se convierten en los polos alrededor de los cuales gira la película antes del estallido final. A Justine (Dunst) está dedicado el primer movimiento: vestida de blanco níveo, llega tarde a su propia boda, pero todos en esa lujosa mansión a orillas de un lago están dispuestos a perdonar a la novia, porque saben de su temperamento cambiante e impredecible. En las distintas mesas (pobladas por unos cuantos nombres famosos: Kiefer Sutherland, Charlotte Rampling, John Hurt, Stellan Skarsgard) reinará aún más el desconcierto cuando Justine abandone la fiesta para aislarse en el parque a contemplar la noche, en la que está segura de ver signos que otros no ven, como si quisiera adelantarse a la cópula celestial que está por producirse.
Por el contrario, su hermana Claire (Gainsbourg) tiene los pies sobre la tierra: la preocupa su pequeño hijo, confía en las mentiras con las cuales pretende tranquilizarla su marido (Sutherland), experto en astronomía, y lleva la mansión adelante, aun cuando después de esa fiesta en la que toda la familia se dice verdades como puños –como en La celebración, de Thomas Vinterberg, viejo compañero de Von Trier en la aventura del Dogma– la casa queda casi completamente vacía. Los miedos de Claire se convertirán en certezas cuando –en la escena más kitsch de la película– vea a su hermana desnuda en el bosque como una Valkiria, ofreciéndose a la luz del planeta que se acerca. “La Tierra es el mal”, le dice para colmo Justine.
“Estamos solos en el universo, nadie nos va a extrañar.”
Eso mismo, claro, es lo que piensa Von Trier, según se ocupa de informarlo con sus palabras en el material de prensa del film. Es paradójico que detestando tanto el mundo en el que vive, al punto de querer destruirlo por completo, se tome semejante trabajo con una película que es la más superproducida de toda su carrera, no sólo por la infinidad de trucas digitales utilizadas, sino también por el despliegue de un elenco como el director no disponía desde los tiempos de Dogville (2003). De acuerdo con lo sucedido hoy, sin embargo, quizá Melancholia pase a ser su película maldita por excelencia, aquella por la que siempre se lo recordará y que será la que nadie querrá estrenar, no tanto por la película en sí misma, sino por las palabras del director que la acompañarán por siempre. El pez por la boca muere.
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