Alguna vez, el gran escritor y periodista polaco Ryszard Kapuscinski afirmó que “para ser un buen periodista, primero hay que ser una buena persona”. Antes de ser maestro, periodista, escritor, biógrafo, ensayista, conductor de radio y TV, inclusive antes de pensarse hincha fanático de Racing, Carlos Ulanovsky es una de las personas más bondadosas del medio. Seguramente por eso es que a lo largo de sus más de 50 años ejerciendo el “oficio” de contar toda clase de historias a través de la escritura o la palabra, Ula (o Tito o Charly o Carlitos) supo ganarse el respeto de una enorme cantidad de conocidos e infinidad de desconocidos. Muchos de ellos desbordaron ayer el Salón Azul de la Cámara de Senadores de la Nación, donde el observador canoso y de sonrisa dispuesta fue distinguido con la Mención de Honor Domingo Faustino Sarmiento, en reconocimiento a su medio siglo de respetuosa (y respetada) trayectoria. “Estoy muy contento de haber desarrollado este oficio durante 50 años y sentir que no tengo ningún tipo de deudas: ni morales ni económicas ni políticas ni sociales”, señaló, conmovido, pero sin perder su habitual calma.

Si a una persona lo define aquello que lo rodea, mucho más que las distinciones que pudo haber recibido en vida o la repercusión que haya alcanzado su obra, Ulanovsky habrá sentido ayer que los aliados con los que transitó el oficio son tantos como disímiles. Allí estaban el senador de la Nación Daniel Filmus (impulsor de la distinción), el periodista Sergio Puyol, el escritor y amigo Juan Sasturain, además de sus hijas Julieta e Inés, para dedicarle unas palabras. Y León Gieco, que como “más que amigo es familia” (según se encargó de remarcar), subió al escenario con una caja cuadrada (!) para improvisar y regalarle unas canciones junto a su hija Johana. Pero también estaban sus nietos Carmela y Bruno, protagonistas de una preciosa videografía casera que disparó las carcajadas de los que se acercaron a darle un abrazo. Y a un costado se hizo presente Rodolfo Terragno, con quien en su adolescencia Ulanovsky editó Orbe, su primera revista. Y un poco más allá Sergio Renán, y otro poco más acá el canciller Héctor Timerman... Y por todos lados compañeros, colegas y amigos de distintas generaciones y épocas, que –de tantos que eran– sería imposible enumerarlos sin olvidarse de alguno. En definitiva, estaban todos los ulanovskianos. Si hasta una oyente de Radio Nacional con la que por la tarde compartió el viaje en colectivo se acercó a saludarlo.

“Hay mal pensados que piensan que uno por ser político quiere sacarse una foto con alguien prestigioso para que esa persona pública me honre con su prestigio. Bueno, éste es uno de esos casos, porque realmente siento un profundo respeto y admiración por Carlos”, bromeó Filmus. El senador del Frente para la Victoria destacó la trayectoria profesional y personal del homenajeado. “Cuando recurrí a algunos amigos de Carlos para que me contaran sobre su vida, en todos los casos surgió naturalmente una palabra que resume su vida y que no es otra que la de maestro. Más allá de la docencia a la que refiere el término, esa definición habla mucho de aquellos que no sólo tienen mucho para enseñar, sino también de los que lo hacen con su ejemplo”, reconoció el legislador, que previamente subrayó la “coherencia entre lo que dice y lo que hace” Ulanovsky.

Luego fue el turno de Pujol, que se preguntó sobre el lugar que ocupa en la cultura argentina el actual conductor de Reunión cumbre y columnista cultural de Mañana más, ambas por Radio Nacional. “Si decimos que Carlos es un gran periodista, no faltaríamos a la verdad, pero nos quedaríamos cortos. Lo mismo sucede si señalamos únicamente su capacidad como historiador. Es justamente en la gran cantidad de libros publicados y en su increíble don para preguntar y escuchar al otro en sus profundas entrevistas en donde encontramos la síntesis más certera de su talento profesional”, analizó el biógrafo.

En una locución a dos voces, sus hijas definieron a su papá en la categoría AFIP de “culturalmente responsable”. “Cuando éramos chicas –contaron– nos llevaba al cine, al teatro o la Feria del Libro (que es su segunda casa) casi a diario, y lo mismo intenta con sus nietos. Y aún hoy, cada vez que nos vemos, al terminar nuestros encuentros semanales nos entrega un sobre a cada una. No tienen plata ni documentos secretos: son clips de prensa, con recortes de notas de obras y libros, con una mensaje que dice Creo que esto te puede interesar.” A su vez, sus hijas confesaron que en la casa de Ula, “todo lo que tienda a parecerse a una mesa” está llena de libros y cuadernos. “Su casa es una suerte de feria del libro cultural”, precisaron. Aclarando que no es amigo personal, pero que tiene una relación basada en “toques intermitentes pero constantes” a lo largo de más de 40 años, Sasturain hizo una “apología general de los Carlitos”, donde repasó el lugar que distintas personas con ese nombre ocupan en su vida y en la cultura (desde Carlos Nine hasta Carlos Marcucci, entre otros). “Pero, ojito, que nadie tiene que confundir a un Carlitos con un boludo alegre; son tipos que trabajan la alegría”, explicó. El final del encuentro, lúdico y festivo, fue para el homenajeado. “En mi escritorio tengo distintos carteles. Uno dice: El que se la cree, se jode. Es una frase que aplico cada día. Cada uno tiene un auditorio interno, y yo también tengo el mío. Sé que si me pusiera megalómano se reirían de mí. Además, ¿por qué creérsela? Cuando veo que algunos famosos se alquilan suites para recibir algún premio, me causa gracia. Yo mañana, como todos los días, voy a ir a laburar, que es lo mejor que me puede pasar”, dijo este Carlitos –y no otro– querido y admirado por tantos.