Domingo, 28 de diciembre de 2014 | Hoy
OPINIóN
Por Eduardo Fabregat
Diciembre tiene esas cosas: ordenar, reorganizar, buscar algo y que aparezca otra cosa. Una carta. Una carta escrita en 2002, presentando un disco que reflejaba algo sucedido en diciembre de 2001. Diciembre de 2001, nada menos: una fecha que arde en nuestra historia, una fecha de recuerdos y dolores, de lo innombrable, de la ceguera política, de los gases, los palos, el calor y la muerte. Entre viejas credenciales de prensa, programas de mano, fotos, apareció una gacetilla olvidada con una firma inolvidable. Sólo con el logo del sello grabador y sin necesidad de mayor título: alcanza con el contenido.
“Hay momentos en los que la música aparece como si nunca hubiera ocurrido.
En plena crisis institucional, en Obras, apareció otra vez la música, casi sin que todos los que intervinimos, público y espectáculo, tuviéramos la plena conciencia del momento y del lugar, y sobre todo, el sentimiento que nos reunía por encima del show.
Era el único modo de tocar, habiendo suspendido la fecha del 22 de diciembre, durante una semana.
La muerte de inocentes, la agonía del poder, la resignación sólo momentánea y la lucha.
Ese diciembre caótico del 2001, inscripto ya como una historia más de la injusticia argentina, nos permitió realizar nuestro concierto. Yo me sentía totalmente desubicado, me parecía que no debía insistir en actuar por respeto a la gente que más sufre.
Por otro lado, la obligación de dar lo que uno sabe en respaldo, ante todo, al simple hombre honesto que habita nuestro suelo, al pequeño y al grande que pudieran estar obrando con su corazón para presentar el manifiesto de lo que el país siente, y aquello que debe ser considerado como la inminente necesidad de reparar esto, de raíz, y con todo el esfuerzo y el intelecto.
Sin sumarse a ningún considerando político, estos temas que elegimos para el disco atesoran lo mejor de mis sentimientos, superando la posibilidad misma del trabajo y el aplauso. Representan algo que me hizo llorar, algo que no podría contener jamás, y asimismo, un profundo adiós de mi parte a la mezquindad del rock argentino, desde el punto de vista de ser sólo uno de sus protagonistas. Si como se ve a diario, alguien intenta entretener al pueblo con chatura, es porque lo considera, al igual que el poder nefasto, el objetivo de su profanación, y ante eso yo siempre me alzaré en contra. Engañarlo hasta el extremo de la suspensión de sus legítimos derechos, y engañarlo bajo la falsa felicidad que brinda cierta creación deplorable, da lo mismo. Y esto no ocurre sólo en el terreno de la música, sino en TV y en medios gráficos.
Este es mi esfuerzo, ojalá lo entiendan. Gracias a todos los que amaron nuestro show de Obras. Acá va una parte de nuestra pequeña historia.
Gracias.
Luis Alberto Spinetta.
PD: Pido disculpas por algunos ruiditos que no logran empañar la música, que a veces parece que nunca hubiese ocurrido.”
La idea de establecer el 23 de enero, fecha de nacimiento del Flaco, como Día Nacional del Músico, obtuvo infinidad de apoyos y un único disenso. No es el interés de estas líneas hacer un contrapunto de indignaciones con Juan Falú, que buscó fundamentar su disenso con múltiples argumentos y evitando la mera histeria. Sí podía traslucirse en su carta cierto ninguneo al rock como género, un lugar bastante común en la historia musical argentina, que supo ningunear al rock como a Astor Piazzolla. Esta gacetilla recuperada, esta carta de Spinetta presentando Argentina Sorgo Films presenta: Obras en vivo, pero ante todo expresando sus sentimientos y opiniones frente a lo sucedido en diciembre de 2001, viene a servir como otro argumento más, uno retroactivo. No sólo por lo que hace a lo social, sino por esa declaración de principios que borra toda cuestión de estilos o géneros. “Si alguien intenta entretener al pueblo con chatura, yo siempre me alzaré en contra”, escribe Luis, dice Luis (porque, al leer la carta, inmediatamente aparece su vocecita resonando en el cerebro), y se entiende por qué su fecha de nacimiento es apropiada como celebración del Día del Músico.
La azarosa aparición de la carta/gacetilla, por otra parte, adquiere ribetes casi místicos. Diciembre es muy Spinetta: fue el 4 de ese mes, hace cinco años, que el Flaco nos regaló la noche de las Bandas Eternas en Vélez. Mañana se cumplirán trece años de aquel show postergado en Obras, que era la presentación de Silver Sorgo, pero más allá de esa formalidad, fue lo que siempre íbamos a buscar en los shows del Flaco: canciones que nos hacían sentir mejores personas, que nos daban paz y felicidad, que nos conmovían, que nos servían como tabla de salvación en un país a la deriva, derrotado, destrozado. Y encima se acababa de morir George Harrison, y Luis le rindió tributo con una versión preciosa de “Don’t bother me”. Como tantas veces, esa noche Luis nos curó un poco el dolor.
Fue éste, también, un año muy Spinetta, no sólo por la ley sancionada. El Correo Argentino honró su memoria con una estampilla que recupera una foto tomada en los ’70 por Patricia Zalazar. Mauro Torres y Néstor Díaz impulsaron el soberbio disco triple Raíz Spinetta, 53 versiones que demuestran que el Flaco también puede ser folklore. A la hora de la necesaria prevención en la época de fiestas estuvo a mano su imagen con la remera de Conduciendo a Conciencia. En cualquier ocasión, sus canciones sirvieron para paliar un poco la ausencia física: el mismo Luis, hablando y escribiendo desde 2002, dice que “hay momentos en los que la música aparece como si nunca hubiera ocurrido”. Pero entonces la música ocurre, viene a darnos consuelo y alegría, a provocarnos el agradecimiento por haber tenido semejante artista. Y que el dolor de que ya no esté se balancee con la certeza de que sigue con nosotros, cantando, desatormentándonos. Alzándose contra la chatura.
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