Lunes, 28 de agosto de 2006 | Hoy
NESTOR BRAUNSTEIN
Se reeditó un libro emblemático del autor: El goce: un concepto lacaniano.
Por Silvina Friera
El psicoanalista argentino Néstor Braunstein publicó en 1990 un libro fundamental que acaba de ser reeditado y actualizado. El goce: un concepto lacaniano (Siglo XXI) es una de las obras de consulta más citadas y recomendadas cuando se trata de entender –todo un tema por cierto– el célebre concepto que acuñó Jacques Lacan, y que es la columna vertebral del pensamiento psicoanalítico. Se sabe que de Freud a Lacan hay un largo camino por recorrer y mucha tela por cortar. A principios del siglo XX, cuando aparecieron los primeros trabajos del autor de La interpretación de los sueños, “se trataba de promover la represión y la abstención sexual con relación a ideales que, aunque no se practicasen, obligaban a los psicoanalistas a enfrentarse con estas nuevas realidades”, explica Braunstein en la entrevista con Página/12. “Pero a partir de la mal llamada ‘revolución sexual’, la consigna se transformó: ‘vive tu sexualidad, el momento y no te preocupes de las consecuencias’. Los ideales dominantes cambiaron, pero no el hecho de que, como había consignas que seguir y obedecer, la represión continuaba ejerciendo sus efectos”, señala Braunstein, docente de la Universidad Autónoma de México desde que se exilió de la Argentina en 1974, amenazado por la Triple A.
–¿Cómo influyen los cambios tecnológicos en la manera de vivir la sexualidad hoy?
–La difusión de nuevas técnicas a través de Internet, las nuevas posibilidades de acceso al disfrute sexual por medio del ofrecimiento garantizado de la satisfacción de cualquier fantasía que se publicite, en la medida en que la tarjeta de crédito pudiese alcanzarla, los centros de encuentros por la red, la pornografía como preocupación dominante de vastos sectores de la población, a través de las pantallas y de la virtualidad anónima, han cambiado a su vez la elección de parejas. El anonimato es una actitud importante porque la sexualidad se puede ejercer anónimamente; se vive en un mundo de imágenes que posibilitan nuevas maneras de mantener la insatisfacción.
–¿Qué ocurre con la figura del psicoanalista hoy? ¿Está atravesando un momento de cuestionamiento?
–En 1950, si alguien iba al médico, éste le daba un diagnóstico y le prescribía un tratamiento. El paciente veía en la figura del médico una autoridad. Pero hoy el que va al médico, recibe un diagnóstico y busca una segunda opinión. Si la segunda no coincide con la primera, recurre a Internet para ver qué es lo último que apareció, y coteja la primera y la segunda opinión con lo que encuentra en la red. La idea de que existe una autoridad que maneja una verdad monolítica e incuestionable ha caducado. El psicoanalista también tiene que ser cuestionado. Nuestros pacientes nos cuestionan y se preguntan: “¿No me convendrá más tomar un Valium?” Es un cuestionamiento de la autoridad patriarcal. Es el planteo de Foucault, la ligazón entre saber, poder e institución, que reduce al sujeto a un lugar que lo mantiene dentro de un sistema taxonómico, con una clasificación precisa, y que fija su lugar de una vez y para siempre. Ahora los sujetos no quieren ser fijados de esa manera y esto genera un clima de libertad del que creo que los psicoanalistas no podemos quejarnos porque es lo que siempre hemos querido y pedido: que el sujeto no esté sometido a una figura autoritaria que le dice quién es y cómo debe comportarse.
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