“VUELO NOCTURNO”, DEL VETERANO WES CRAVEN
Una de televisión en pantalla grande
Recuperando la tradición del mejor cine clase B, aquel que en los ’30 y’40 contrarrestaba el bajo presupuesto y las limitaciones técnicas con ingenio y talento, el veterano Wes Craven compacta en 85 minutos una historia de suspenso centrada en una única línea narrativa. Lejos del horror de Pesadilla en lo profundo de la noche y Scream, Vuelo nocturno traza el derrotero de Lisa (Rachel McAdams, a quien podrá verse en breve en Los rompebodas), una chica de familia con tendencias workaholicas, empleada gerencial en uno de esos hoteles de Miami que se suelen imaginar llenos de ricachones en bermudas. Al hotel llegará un poderoso empresario y su familia, a quienes un grupo de mercenarios (rusos, a juzgar por el acento) intentará asesinar. Lisa regresará a su hogar en un demorado último vuelo, en una noche convenientemente tormentosa, con un joven tan cordial como maquiavélico en el asiento adyacente. Será el turno de que Jackson Rippner (Cillian Murphy, el Dr. Crane de Batman inicia) amenace a la joven con asesinar a su padre por no ofrecer su ayuda en un complot magnicida. Inverosímil, sí, pero de eso se trata.
Desplegadas las ideas base, que el film hace correr a velocidad supersónica en los primeros minutos, resta gozar del viejo juego del gato y el ratón entre el criminal y la heroína, dueña de ese coraje que sólo la superioridad moral puede sacar de la manga. A 10.000 pies de altura o en tierra firme, la muchacha intentará evitar la muerte tanto de su familiar como de los clientes del hotel, aunque en ese trance ponga en riesgo su propia existencia. Si se dejan de lado ciertas incongruencias fácticas –en particular las relacionadas con la seguridad en los aeropuertos post 11 S– y la tendencia de Craven a desaprovechar muchas ideas visuales que el film apenas sugiere, Vuelo nocturno puede disfrutarse como lo que es: una pequeña y vertiginosa película que quizá debería haber estado destinada a la TV. Sus contactos con el cine catástrofe, en su vertiente accidente aéreo, vienen acompañados de los personajes secundarios tradicionales: la niña que vuela sola por primera vez, el viajante furibundo, la señora solitaria, algunos interpretados por actores y actrices curtidos por decenas de series y telefilms. Ese escaso o nulo star power, lejos de la contrariedad, contribuye a realzar las virtudes de un film que basa gran parte de su atractivo en la falta de pretensiones y el buen manejo narrativo. Craven no dignifica, pero al menos cumple.