El poeta chileno y Premio Nobel de Literatura Pablo Neruda fue sepultado ayer en el balneario costero de Isla Negra, mientras continúan las investigaciones para establecer si murió por causas naturales o si fue asesinado por la dictadura militar de Augusto Pinochet. Rodeados de algunos familiares y funcionarios de la fundación que vela por sus obras, los restos del poeta volvieron así a la tumba después de tres años de que fueran exhumados por orden de Mario Carroza, el juez a cargo de las indagaciones. El ataúd con sus restos fue depositado en el patio de su casa en Isla Negra, ubicada a unos 110 kilómetros de Santiago, sobre la costa del Pacífico, donde pidió ser enterrado. “Compañeros, enterradme en Isla Negra, frente al mar que conozco, a cada área rugosa de piedras y de olas que mis ojos perdidos no volverán a ver”, había escrito en sus Disposiciones. Neruda murió a los 69 años, 12 días después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973 que terminó con la muerte de su amigo, el presidente Salvador Allende, y poco antes de partir al exilio en México, cuyas autoridades le habían ofrecido refugio. La versión divulgada por la dictadura de Pinochet dijo que Neruda falleció a consecuencia de un cáncer de próstata. Pero el chofer del poeta, Manuel Araya, insistió en que Neruda fue envenenado por agentes de la dictadura, tesis que cobró fuerza en 2011, cuando el Partido Comunista presentó una querella para que se determinaran las causas. Según se sospecha, el deceso habría ocurrido tras la aplicación de una inyección con una sustancia tóxica en la clínica Santa María, probablemente similar a la que, se presume, mató en 1982, en el mismo sanatorio, al ex presidente y líder demócrata cristiano Eduardo Frei Montalva, uno de los principales opositores a la dictadura de Pinochet. Cuatro laboratorios de Estados Unidos, España, Noruega y Dinamarca analizan el ADN de una bacteria estafilococo dorado hallada en los huesos del poeta.