SE ESTRENO EL DOCUMENTAL “ANARQUISTAS II, MARTIRES Y VINDICADORES”
Citas de amor, violencia y muerte
Militantes de tres generaciones se reunieron en la Federación Libertaria Argentina, donde se presentó el film de Leonardo Fernández, centrado en la figura de Severino Di Giovanni. Osvaldo Bayer, por supuesto, no podía faltar.
Por Cristian Vitale
Hubo un hombre en la Argentina de los años ’20 que lo único que no hizo fue pasar desapercibido: siguiendo al extremo los ideales anarquistas, editó diarios en conventillos de San Telmo, puso bombas en todas partes, robó bancos y empresas para colaborar con la causa, se enamoró perdidamente de una hermosa niña de 15 años, y se tiroteó varias veces con la policía: incluso hasta unas horas antes de morir fusilado. El poder de la época lo tildó de “enemigo público de la sociedad”, algunos adversarios dentro de las filas anarquistas, lo catalogó como “imbécil y descerebrado”, y sus compañeros –los trabajadores del gremio panadero y otros amigos íntimos como Paulino Scarfó o Jorge Tamayo Gavilán–, lo tuvieron como un militante valiente y consecuente. Su nombre: Severino Di Giovanni. “Sus métodos pueden ser discutibles, pero lo que no se puede decir de ninguna manera es que fue un agente del fascismo”, opina Osvaldo Bayer contestándole a López Arango, el responsable del diario La Protesta, que se enfrentó hasta morir con Di Giovanni al acusarlo de colaborar con el régimen de Benito Mussolini.
El testimonio del historiador es uno de los tantos que aparecen en el documental Anarquistas II, mártires y vindicadores, estrenado el sábado en la Federación Libertaria Argentina (FLA), ante una audiencia que cruzó militantes anarcos de tres generaciones. Un film centralizado en la figura de aquel italiano que llegó al país en 1923, escapando del fascismo. El resto de los testimonios que aparecen –América Scarfó, Jesús Gil, Vicente Francomano, Jacobo Maguid– y casi todos los hechos que registra el material fílmico aluden de una u otra manera a la agitada vida de Di Giovanni. “Cuando comencé la investigación sobre él en 1967, debería haber filmado a todos los luchadores que colaboraron conmigo en su momento –comentó Bayer, que también ofició de presentador–. Lamento no haberlo hecho, pero me consuela tener la palabra de América, algo muy difícil de lograr. Ella fue actora de uno de los capítulos más dramáticos de la historia del anarquismo argentino de los años ’20.”
Dirigido por el marplatense Leonardo Fernández –con el valioso aporte de Bayer, claro–, el film sucede a Anarquistas I y la diferencia entre ambos es puramente cronológica: mientras éste recrea el período de auge y posterior estancamiento del anarquismo en Argentina (desde 1902 hasta 1922, año de La Patagonia Rebelde), aquel recupera su período más crítico, que se agravó durante 1930 con la feroz dictadura de José Evaristo Uriburu. El testimonio de América Scarfó, de 92 años, es invalorable. Relata las peleas que sus hermanos Paulino y Alejandro tenían con su padre. “Paulino le dijo a papá que era un burgués y se fue de la casa: se fue a vivir con Severino”. Y también de qué manera nació su amor por Di Giovanni. “Cuando fui a visitar a mi hermano, me enteré de que vivían juntos: él me acompañaba a tomar el colectivo, después paseábamos por parques y así nació mi amor por él. Severino me escribía cartas hermosas.”
Mechando la historia de amor entre Severino y América, con testimonios cruzados y una voz en off que va relatando los hechos, el film contempla también el derrotero político de Di Giovanni. Desde una de sus primeras acciones cuando, junto a un grupo de compañeros, intentó en 1925 boicotear el agasajo que se le hizo al embajador italiano en el Teatro Colón, arrojando volantes desde la parte más alta, al grito de “Viva Mateotti” –aquel socialista peninsular cuya muerte se atribuye a Mussolini–; hasta su activa participación en las marchas por la liberación de Sacco y Vanzetti y la concreción de su primer sueño: la edición de la revista Culmine. Tampoco se omiten sus acciones violentas como respuesta al fusilamiento de ambos activistas italianos en Estados Unidos. El solo hizo volar la estatua de Washington en Palermo; también puso una bomba en la sucursal del Citibank, de la calle San Martín que, por estallar antes de tiempo, provocó 2 muertos y 22 heridos. Sus acciones violentas lo enfrentaron a los militantes de FORA y de La Protesta. A partir de 1928, Di Giovanni se transformó en “anarquista expropiador” y su lucha fue cada vez más individual. “Nosotros reivindicábamos a Simón Radowitzky, porque él había hecho justicia con el responsable de la masacre de la Semana Roja, Ramón Falcón, pero no justificábamos otras acciones. No se podían poner bombas en cualquier lugar público”, sostiene Maguid en otro de los testimonios del film, aludiendo por elevación a Di Giovanni y sus atentados.
La represión de la dictadura de Uriburu no atemorizó a Di Giovanni. En octubre de 1930 asaltó los paradores de Obras Sanitarias, alzándose con un sustancioso botín, después editó un nuevo diario y resistió hasta las últimas consecuencias. Luego de un tiroteo infernal con la policía, Di Giovanni fue detenido, condenado a muerte y fusilado por ocho balazos. Sus últimas palabras fueron “Viva la anarquía”, y las de su mujer, América, “Voy a seguir con tu recuerdo hasta mi muerte”. A veces, 84 minutos bastan para contar una historia de amor y violencia que también fue parte de la historia argentina, aunque no muchos lo sepan. O les importe poco.