FUNDACION CIUDAD DE ARENA
El futuro es un relato fantástico
Representantes de distintas disciplinas se juntaron para pensar lo que vendrá.
Por Silvina Friera
En el tercer Encuentro Argentino de Género Fantástico un puñado de creadores imaginó la agenda para el futuro –el país 2033– desde el presente. Organizado por la Fundación Ciudad de Arena, que dirige Gabriel Guralnik, escritores, cineastas, educadores, científicos y editores se juntaron para pensar Lo que Vendrá en el Club El Progreso. Como no se trató de emular los pronósticos del servicio meteorológico ni a la tarotista que anticipa el mañana con la lectura de las cartas, quienes participaron se tomaron el tema en “serio”, apelando al humor, que, como escribió Chejov en su Autobiografía, “libra al hombre de una presunción y ambición demasiado grandes”. Carlos Chernov, Pablo De Santis y Ana María Shua “inventaron” una serie de objetos cotidianos para el futuro: un detector automático de papel para cartoneros, hologramas para protesta social con masas de piqueteros que corten las calles, pero que dejen pasar a los autos, teletransportadores infantiles para que los chicos jueguen a las escondidas y puedan esconderse mejor, pisos autolimpiables para el ama de casa y naves ultrasónicas para que los gobernantes puedan huir de la Casa Rosada. Rafael Pinedo, Rudy, Alejandro Horowicz y Mónica Larrañaga escribieron un relato breve sobre un escritor que “imprime el sueño” (ver aparte), que se leyó como conclusión del encuentro, con una yapa y un postre: a las empanadas y vino tinto que se sirvieron, de mesa en mesa, Horowicz ofreció una breve y notable imitación del modo de hablar de Borges.
Una de las consignas planteadas por Guralnik fue intentar analizar un 2033 en el que el miedo a la inseguridad llegaría al límite. La ciudad de ese futuro tendrá cámaras filmando cada esquina, cada cuadra y cada casa. María Rosa Lojo, Alicia Steimberg y Carlos Gamerro señalaron que “un país periférico y marginal como la Argentina difícilmente podría generar un panóptico para vigilar”. Gamerro precisó que se produciría una paradoja kafkiana. “Quiero ser vigilado, pero a nadie le intereso. ¿Valemos la pena? –se preguntó el autor de Las islas–. Para ser observado hay que ser interesante de observar.” Para estos escritores la cuestión central consiste no tanto en el temor de no ser vigilado sino en no ser tomado en cuenta porque para el sobrante el problema será no existir, más que ser vigilado.
En el nivel de las relaciones individuales, según Lojo, Gamerro y Steimberg, lo que existiría sería la exacerbación del “Gran hermano” que, a diferencia del orwelliano, dejaría de ser una tortura para ser algo deseado: “Ser mirado es una confirmación de la propia existencia. Existir es ser percibido; el ojo de los medios reemplazan al ‘ojo de Dios’”. Pero además vislumbran un entramado de poder entre el Estado y los grupos mafiosos que se vigilarían y controlarían entre sí, en una especie de corporativismo mafioso en donde no se sabría quién vigila a quién. Alberto Laiseca y Liliana Díaz Mindurry aseguraron que para el 2033 “nos espera el gobierno de la mayoría paranoica”. El autor de Los Sorias dijo que Hitler ganó la guerra, aunque nadie lo sabe. Ambos advirtieron que está en riesgo el pensamiento individual ante “un lavado de cerebros total” y el surgimiento de una personalidad unificada. Y también señalaron que el mundo “estará en manos cada vez más anónimas como las Sociedades Anónimas”. Según Shua, Chernov y De Santis, “los límites de la ciencia ficción no estarán dados por los cambios en las tecnologías sino por las perspectivas propias de cada escritor”. El escritor argentino deberá enfrentar un país en disolución o en consolidación institucional, pero en cualquier caso a lo único que podría apelar es a “las metáforas personales más apropiadas”. Y dejaron picando una pregunta: ¿la historia del país dará finalmente algo que pueda considerarse una identidad cultural argentina? Para Daniel Divinsky (de Ediciones de la Flor), Leonora Djament (Norma), Sebastián Ansaldi (Minotauro) y Damián Ríos (Interzona), el libro en 2033 no desaparecerá por diferentes razones. “Las grandes editoriales, que pertenecen a grupos multimedias, tienen márgenes mínimos de ganancias que les imponen cierto tipo de edición y eso deja una cantidad importante de material sin editar que genera nichos para que sean ocupados por las editoriales más chicas”, observaron los editores. Sobre el incremento del libro electrónico auguraron que se limitará a cierto tipo de obras, pero no a las de literatura. Y plantearon varios interrogantes que competen a las nuevas generaciones que se están formando y educando con las nuevas tecnologías. ¿Qué manejo tendrán con el libro los que ahora están aprendiendo a leer en pantalla? ¿Cómo cambia su experiencia con la palabra escrita? “Esa generación podría no llegar a tener una relación con el objeto libro como la que conocemos hasta ahora”, precisaron los editores. ¿Existirán imprentas personales en los hogares de cada usuario, si disminuyen los precios de las PC y de las impresoras y se pueden bajar libros de la web y encuadernarlos, no necesariamente con fines de lucro?