ENTREVISTA AL COREOGRAFO BRASILEÑO BRUNO BELTRAO
Dolores de la televisión
El director trajo al Festival Internacional de Teatro su obra Telesquat, en la que plantea los malestares físicos de los fanáticos de la tevé.
Que se considere a la televisión un medio invasivo que genera formas de comportamiento comunes a los adictos no es novedad. Tal vez lo sea el modo de registrar esa opinión en el ámbito de la danza-teatro. Esa es la apuesta del coreógrafo y director brasileño Bruno Beltrao, quien presenta en el Festival Internacional de Buenos Aires su espectáculo Telesquat, título que alude a los malestares que produce la tevé en sus fieles: problemas de visión, posturales y “dolores de pescuezo”. Fundador en 1996 del Grupo de Rua de Niterói, junto a Rodrigo Bernardi, obtuvo menciones y premios en muestras internacionales. Ahora, a los veinticinco años, después de bailar hip-hop y breakdance, abandonó esas acrobacias para dedicarse de pleno a la investigación coreográfica y cursar la carrera de Filosofía. Inició así otro descubrimiento. “Los grandes filósofos me dieron las bases para entender qué viene pasando en estos años y me ayudaron a tomar distancia y ser más crítico de mis espectáculos y el baile”, sostiene. Su obra alude a la influencia de la tevé sin por eso imponer una línea determinada. “Esto es mixtura y no una tesis”, afirma.
Esa mezcla responde, sin embargo, a un ordenamiento reglado por la experiencia. En Telesquat –que se presenta hasta el domingo en el teatro Sarmiento, junto al Zoo– reproduce parte de lo aprendido en las calles de Niterói, las enseñanzas del israelí Yoram Szabó y las prácticas físicas del hip-hop y de la gimnasia deportiva. A modo de contrapunto de esas adquisiciones despliega ironías sobre lo que denomina “paradigmas del baile”. Una forma de transponer convenciones la halló en ciertos métodos de investigación. En una ocasión, grabó la conversación que mantenía con uno de sus bailarines sin que éste lo supiera. El resultado fue un espectáculo diferente, y lo interesante, que no hubo enojo. Ese bailarín era Eduardo Reis, uno de los intérpretes de Telesquat, junto a Eduardo Hermanson, Alexandre de Lima, Ugo Alexandre y Ghéi Nikáido.
“Eduardo atravesó crisis muy fuertes. Tuvo una adolescencia muy triste. Perdió a su mamá cuando era chico. Aquello que él confesaba en la charla fue llevado a la danza”, sintetiza. Reis padecía esquizofrenia, dolencia que transmutó en un baile “muy emocional y crispado”. Otra experiencia que produjo un vuelco en el director fue su encuentro con el bailarín y coreógrafo francés Jérôme Bel. Sucedió en Portugal, en 2002. Lo conectó con la cultura pop, y a partir de entonces le pareció legítimo parodiar al hip-hop. Telesquat, de 2003, es su cuarto trabajo. El quinto, y hasta ahora último, se denomina H2-2005, una coproducción con festivales europeos de Francia, Bélgica y Alemania, entre otros países. Para ese espectáculo seleccionó a cinco intérpretes de danza de calle: se presentaron doscientos cincuenta candidatos y sólo aprobaron a dieciséis.
Beltrao dice que su distanciamiento y crítica del hip-hop, breakdance y de la danza contemporánea –a la que considera de modo general muy intelectual y hermética– le permite utilizar estas expresiones como símbolos de la cultura contemporánea urbana y occidental. No son los únicos de los que se apropia. Le interesan personajes como los del thriller futurista The Matrix, donde Morfeo se refiere a dos mundos, el de una realidad virtual generada por computadoras y el de un planeta devastado. Le resulta atractiva esa posibilidad de entrar y salir de diferentes realidades. En cuanto al baile de calle, opina que éste mantiene vigencia en Francia y Alemania, pero que eso no significa que se trabaje con chicos de la calle: “En Brasil facilitó la reinserción social, pero no es algo que se mantenga. Esos bailes no son practicados únicamente por los más humildes –puntualiza–. En los años ’80 y ’90 se produjo un importante traslado de las manifestaciones populares al ámbito erudito.”