ADELANTO EL NUEVO LIBRO DE RUDY Y ELIAHU TOKER
Los verdaderos mandamientos
Aquellas dos tablas con diez leyes son el nuevo objeto de humor en No desearás tu mujer al prójimo, que distribuye esta semana la editorial Norma. Una imperdible antología de lo nuevo y lo tradicional.
Por Rudy
Fácil es decirlo, y más aún ordenar a otros que lo cumplan, incluso cumplirlo, si uno es Dios, porque entonces no tiene Edipo, no es neurótico y todo es muy abstracto.
Pero si uno tiene padres, que no sólo lo tuvieron a uno y lo lanzaron a este mundo sin preguntarle si quería venir o no, sino que además le rompieron las pocas expectativas narcisistas obligándolo a compartir la situación filial con sus hermanos, la cosa es aún peor. Dios esto no lo sabe, pues obviamente es hijo único. No tuvo entonces una madre que le dijera: “¡No hagas todo el mundo vos, dejá un poco para tus hermanos, que uno haga las plantas y otro los animales, que uno haga la luz y otro la oscuridad!”. O un padre que diga: “¿Qué hacés allí tirado, descansando? ¿Qué, ya hiciste el mundo y no hay nada que modificar? ¡Yo a tu edad, ya había hecho varios mundos, y me habían salido perfectos!” o “¡Sí, sí, mientras vos andás por ahí, creando el mundo, tu hermano se recibió de médico, él sí que hace algo útil!”
Además, uno a los padres no los elige, los que te tocan, te tocan, y ya está. Pero sí sabés que ellos se eligieron entre sí, para tenerte, y que además tuvieron relaciones sexuales... ¿Mis padres, sexo, entre ellos? ¡Oh, Dios mío, eso es imposible!, y lo peor de todo, como dice el genial comediante y escritor Jerry Seinfeld, es imaginarse que “la propia vida de uno comenzó porque una noche alguien tomó un poco de más durante la cena”. Con un comienzo tan poco digno, ¿cómo puede uno luego cumplir con eso de “honrar a tu padre y a tu madre”?
Por otro lado, ¿en qué consiste “honrarlos”? Porque uno podría honrar a su padre, por ejemplo, y “ser como él”, ¡pero resulta que lo que menos soportan los padres de sus hijos es que éstos cometan sus mismos errores! ¡No pueden tolerar ver a sus hijos e hijas adolescentes haciendo lo mismo que ellos hacían cuando tenían esa edad! “¡Era muy distinto!”, dicen los padres, y tienen razón, porque era hace 30 años y ya no se acuerdan, ¡o porque sus hijos logran hacerlo mucho mejor que ellos! “¡Mirá, pa, tengo cuatro novias!” “¿Cuándo vas a sentar cabeza, vos?” “¡¿Pero acaso no es lo que vos hubieras querido a los 20 años?!” “¡Mmmmmhhh... es distinto!” ¡Siempre “es distinto”! Cuando los padres no saben qué decirles a sus hijos, usan el autoritario “¡porque lo digo yo!” o el incomprensible “es distinto”, sin que ellos mismos sepan cuál es esa diferencia. ¡Quieren que los honremos, pero no se honran a sí mismos, tratando de comprenderse y comprendernos!
Y ¡cuidado! Comprender a los hijos no es imitarlos, reemplazarlos, ser roquero a los 55... sino, justamente, entender que ¡son distintos!...
Uno entonces a los padres los quiere, en parte los entiende, pero muchas veces es difícil. Honrarlos. Pero entonces, ¿a quién va dirigido este quinto mandamiento?, que si Dios lo puso allí, o si Moisés lo estableció, por algo será.
Veamos: de Dios ya hablamos. Del padre de Moisés no se sabe mucho; de la madre, se sabe que lo puso en una canastita en el río para que no fuera esclavo. Raro mecanismo... ¿alguien pondría hoy en día a su hijo en el río para que triunfe en la vida? “Hijo mío, en esta canastita llegarás a los Estados Unidos, o a Europa, y allí serás un gran hombre.” La otra posibilidad es, como se comenta, que Moisés haya sido hijo de la hija del faraón y que ella le ocultara el hecho a su padre. En cualquiera de los dos casos, se trata de una madre que escondió a su hijo. Pero además, en el momento en el que se establecen los Diez Mandamientos, no estaban allí los padres de Moisés para que él pudiera honrarlos. Sí estaba, en cambio ¡su hijo! O sea que la cosa está muy clara: El quinto mandamiento, el de honra a tu padre y a tu madre, no es hacia los padres de uno, sino hacia los hijos. Es a ellos a quienes está destinado.
Pero como uno no lo sabe, uno se siente en deuda con sus padres. “Bueno, sí, no he robado, un poco he codiciado, pero sin hacerle mal a nadie, no maté a nadie, descanso los sábados, pero... ¡el quinto!... eso de honrar a mis padres, con ese voy muy mal... porque además, nunca sé si los estoy honrando lo suficiente, me parece que si me recibo de ingeniero, voy a matar a mi padre de un disgusto, porque él quería que fuera médico, pero si me recibo de médico no la estoy honrando a mi madre que querría de mí un arquitecto, y si soy mejor que mi padre, es como si me burlase de él, pero si soy peor, es como si no valorase todo lo que él me dio.
Y encima, Edipo. ¡Edipo se acostó con su madre y mató a su padre! ¡Infringió el quinto, el sexto, el décimo (codició el poder), el primero (tenía otros dioses), el segundo (idolatraba)...! ¡No dejó mandamiento con cabeza! Y uno podía decir que: bueno, era griego, no conocía los mandamientos, y además no sabía que su padre era su padre, ni su madre su madre. Y después, todos nosotros, que no matamos a nuestros padres ni nos acostamos con nuestra madre, pero es como que sí. Bueno, pero ¿quién nos quita la culpa? ¡Un psicoanalista! “¡Licenciado, ayúdeme, estoy angustiado, he infringido el quinto mandamiento!” ¡Sí, hay gente que paga 50 dólares por sesión para decir que cree que ha infringido el quinto mandamiento! ¡Y eso Dios no lo castiga! ¿No hay ningún mandamiento que diga: “¡te bancarás tus fantasías!”