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Viernes, 7 de octubre de 2005

ENTREVISTA CON ALEJANDRO MEDINA

Con el blues en el cuerpo

Por Cristian Vitale

“¿Vos tenés plata? Okay, yo canto rock y blues en castellano hace 40 años. ¿Y? No seré un rock-star como Charly García, pero éste es mi capital y lo hago valer.” Este diálogo imaginario de Alejandro Medina con un supuesto señor adinerado hace recordar los mensajes que portaban temas de Manal como Jugo de tomate frío, No pibe o Informe de un día. Y coincide también con su presente. El bajista blanco que canta como un negro sigue transitando los caminos de la independencia. “Ojalá tuviese una compañía que venda mis shows y me pague 20 mil mangos como a Charly –insiste–, pero acepto mi suerte y amo ser músico. Y, si es necesario, cambio mis notas por ropa o comida, pero no le robo a nadie”. Para mantener su casa de Morón, Medina –apoyado por Lolo, su mujer, corista, agente de prensa y productora–, está obligado a inventarse caminos. “Un día fui a cobrar dos años de regalías de Manal a Sony-BMG: me dijeron que había 600 mangos y me dieron un libro donde figuraba que ellos ganaban 600 mil. Entonces, un amigo me tiró: ‘buscá grabaciones, hacé discos y vendelos en parques. Vas a tener más difusión’; dicho y hecho”, cuenta.
No es éste el caso del flamante De qué sirve la vida, –que presenta mañana en El Club, Almirante Brown 102–, editado “oficialmente”, sino el de un grueso material para nostálgicos de culto, que Medina reconstruyó caseramente para sobrevivir. Entre otros, hay un cd en vivo en El Hangar, que contiene versiones de No pibe, con Willy Quiroga, Una casa con diez pinos con Ricardo Tapia o La pálida ciudad –clásico de La Pesada– junto a Pajarito Zaguri; otro ligado al malogrado violinista Jorge Pinchevsky -La Medichevsky Band y Vienen–, y un tercero autitulado Zapadas grandes, en el que Medina, Pappo y Oscar Moro –en lugar del baterista Junior Castello– resucitan Aeroblus a través de canciones editadas originalmente en 1977. “Si alguien quiere comprar un disco, aparece Medina en un bar, se lo entrega y le firma un autógrafo. Más under, imposible”, resume Lolo.
–De qué sirve la vida lo produjo usted. ¿Es mejor así?
–Claro, reafirma mi independencia. Yo no me jacto, pero sé mucho de música, porque fui parte de la generación que originó el blues-rock en Argentina. Cuando empecé a tocar, pocos sabían lo que había que hacer.
–Siempre se habló del desorden y las dificultades que tenía Manal para grabar. ¿Tan caóticos eran?
–Totalmente. Javier era un pibe que tenía problemas de vivienda, andaba siempre vagando. Un día le compré un colchón, una sábana y una almohada y le dije: “Vos dormís en mi casa, al lado de tu batería”. Pero aun así era un escapista, un Houdini que desaparecía antes de los shows.
–La última vez que tocaron los tres fue en 1981, cuando editaron Reunión y después nunca más. ¿Fue por los mismos problemas?
–Fue una demencia. Yo tenía un estudio que alquilaba de 10 a 22 y Javier venía a la mañana enojado, porque el país no tenía swing. Decía que había que ensayar de noche, no de día. Otra vez teníamos que hacer un show para la tele y Gabis se escapó a Chile atrás de una mina, lo agarró un temporal y jamás volvió. Tuvimos que poner a Nacho Smilari haciendo playback y, por supuesto, nos pegaron una patada en el orto y nos quedamos sin laburo.
–Usted grabó, entre otros, con Sui Generis y Raúl Porchetto.
–Y... había que comer (risas). Estábamos en el estudio Billy Bond, Gabis, Pappo, y aparecieron Charly y Nito, que tenían 20 años. Los miramos y nos cagamos de risa. ¿Y estos blandos quiénes son? Pusimos una condición para trabajar: grabar un blues.
–¿Es cierto que grabó en el disco de Bonavena, el de Pío-pío-pa?
–Sí, con The Seasons. Mellino (Carlos) y yo nos vestíamos de negro, con tricota y botitas beatle: una vez, esperando a Ringo para ir de gira, cayó la policía y nos metieron presos. Cuando llegó él, le sacó la gorra al oficial y le dijo ¿qué está haciendo con los pibes?, con esa voz finita que tenía, y de inmediato nos largó el tipo. Hicimos dos giras y grabamos el disco, en el mismo estudio en el que diez años después hicimos Aeroblus con mi hermano Pappo.

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Medina, una leyenda.
 
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