MUSICA › EL SEPTETO MATAMOROS ACTUA EN BUENOS AIRES
“En La Habana hay un grupo tradicional en cada esquina”
El grupo cubano, portador de un riquísimo legado familiar, sigue fiel a sus ritmos: el son oriental, la guaracha y el bolero.
Por Karina Micheletto
Nueve años atrás, cuando el fenómeno de Buena Vista Social Club todavía no había transformado la música tradicional cubana en un boom de alcance global, los hermanos Rubén y Emilio Matamoros, bisnietos de Miguel Matamoros, decidieron que tenían en sus manos un legado familiar que debían continuar. Su bisabuelo había sido uno de los próceres del son, junto a gente como Compay Segundo e Ibrahim Ferrer, y ellos debían hacer algo por conservar esa herencia. Fue en una fiesta de cumpleaños, “entre chancho y ron”, que Emilio anunció que era una tarea perentoria. Así fueron apareciendo músicos entre sobrinos y conocidos y surgió el Septeto Matamoros, empeñado en recrear las distintas formaciones que desde 1925 lideró el célebre autor de Lágrimas negras. Su tercera visita a la Argentina, que esta vez incluyó una extensa gira por el interior del país, finalizará mañana a las 23.30 en un concierto en el ND Ateneo (Paraguay 918). Allí los cubanos presentarán su último trabajo, Ya llegó Matamoros, que pronto se editará en la Argentina por el sello Acqua, según anuncia en diálogo con Página/12 Rubén Matamoros.
–Dos años atrás, en su visita anterior, ustedes describían el boom de la música tradicional que se vivía en La Habana tras Buena Vista Social Club. ¿Cuál es la situación actual?
–Sigue igual: El Buena Vista fue como un virus que llegó a todos los cubanos, en especial a los amantes de la música. Efectivamente, vivimos un boom que dio lugar a cantidad de grupos, y eso sigue hasta hoy. El que ya tenía un grupo lo perfeccionó al máximo, y el que no lo tuvo nunca empezó a investigar, a algunos les salió mejor que a otros, por supuesto. A raíz de este boom la música tradicional cubana empezó a sonar en el mundo entero, se abrieron giras hasta en puntos raros como Australia, China o Japón. Y hoy en La Habana sigue habiendo un grupo de música tradicional cubana en cada esquina, en cada boliche, como dicen ustedes. Los creadores históricos ya no están, pero sigue su música viva y mientras haya continuadores el son tradicional cubano no morirá jamás. Y no es sólo para el turismo: los cubanos también redescubrimos nuestra música. Ahora, por ejemplo, hay una ola de lo que se llama baile de casino, que es el son cubano bailado en ruedas de ocho parejas, con una competencia entre las ruedas. Se baila mucho en La Tropical, que es como el termómetro de lo que pasa en la música cubana.
–Ustedes se presentan como defensores de la herencia de su bisabuelo. ¿Piensan limitarse a cuidar la tradición o van a introducir algún cambio?
–Lo primero es defender la música tradicional, lo que defendió siempre Miguel Matamoros, el son oriental, la guaracha, el bolero. Seguimos la cubanía con temas clásicos como La mujer de Antonio, Lágrimas negras o El que siembra su maíz, son números que marcaron la música cubana, y nosotros los hacemos tal cual. No es que no querramos cambiarle su patrón, pero es que se ve muy lindo en la forma en que lo hacía mi bisabuelo. Pero también introducimos lo contemporáneo: hay otras guarachas y sones a los que les ponemos un poco más de sabor, de juventud, aunque siguen los patrones rítmicos y la armonía tradicional. Además, el legado que tenemos es demasiado rico: Miguel Matamoros tiene unas 295 composiciones, algunas de ellas nunca se han escuchado ni grabado, nosotros las guardamos y algún día vamos a prepararnos para hacerlas. Su vida también fue muy rica: hace poco tiempo hemos hecho un documental sobre él, que recorre desde su niñez hasta nosotros. Se llama Y llegó Matamoros. También vamos a hacer una película en España, donde se cuenta su vida artística, el conjunto, el septeto, el cuarteto, todo.
–¿Qué creen que diría su bisabuelo si los escuchara?
–Sentiría que aquí sigue estando su cerebro, que la herencia, lo que dejó, está seguro. Supongo que estaría orgulloso, al menos nosotros trabajamos para eso. Creo que lo hacemos lo más perfecto posible, lo más semejante a él. Su espíritu nos ayuda mucho y también tuvimos una gran escuela en nuestra bisabuela, que murió el año pasado a los 104 años. Nos decía: “Esto está bien, esto está mal, no cantaba así, vente con la trompeta pa’ aquí, cambia aquello...”
–Era una abuela brava.
–¡Uf, cómo que no! La teníamos allí sentada en el sillón todo el día, a lo mejor teníamos tres o cuatro ensayos diarios y ella nos seguía siempre firme. A veces discutíamos con la abuela, le decíamos que por favor nos dejara hacer. “Pero si yo soy la que estuve al lado suyo, qué me vas a decir a mí”, nos decía. Entonces, enseguida había que calmarla: “Está bien, abuela, no te pongas brava, lo hacemos como tú dices”. Era intransigente.