Jueves, 21 de junio de 2007 | Hoy
SEGUNDA PARTE DE LA MINISERIE “LA MEJOR JUVENTUD”
Por Diego Brodersen
LA MEJOR JUVENTUD
(segunda parte)
(La meglio gioventù, Italia, 2003)
Dirección: Marco Tullio Giordana.
Guión: S. Petraglia y S. Rulli.
Fotografía: Roberto Forza.
Montaje: Roberto Missiroli.
Intérpretes: Luigi Lo Cascio, Alessio Boni, Adriana Asti, Sonia Bergamasco, Fabrizio Gifuni.
Bastante antes de lo anticipado –los distribuidores proponían el mes de agosto como fecha original– se estrena en Buenos Aires la segunda y última parte de la exitosa miniserie dirigida por Marco Tullio Giordana, extenso relato que se propone como un fresco de la historia italiana reciente, exhibido en su versión completa en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, donde obtuvo un importante premio para su realizador. Retomando la trama en el año 1982, luego de la muerte del patriarca del clan Carati y del paso a la clandestinidad de la mujer de Nicola –uno de los tres hermanos protagonistas de la saga–, La mejor juventud continúa detallando los cambios políticos, sociales y económicos de la Italia de los últimos cuarenta años a través del prisma individual de sus personajes, aunque virando ahora a un tono decididamente melodramático y, por momentos, casi trágico. Es que en estas últimas tres horas, a diferencia de las anteriores, las separaciones, reencuentros, desavenencias, muertes, embarazos y enamoramientos se suceden minuto a minuto, mientras los años y las décadas van transcurriendo, siempre pautados por las grandes noticias y acontecimientos de Italia y el mundo –el Mundial de fútbol del ’82, los crímenes mafiosos en Sicilia, la inefable era Berlusconi–.
Ese naturalismo televisivo –léase: costumbrismo– algo excesivo que se evidenciaba en algunos pasajes de la primera entrega se profundiza notablemente. El realizador, incluso, echa mano a algunos viejos trucos telenovelescos, en particular cuando los personajes comienzan a descubrir el inevitable paso del tiempo y las nuevas generaciones de la familia transitan el paso a la adultez. Esa sensación de melancolía que impregna la última hora y media de La mejor juventud, cuando las múltiples líneas narrativas comienzan a clausurarse, se siente algo artificial, no parece surgir de los personajes y sus avatares (no es casual que los compases otoñales de “Oblivion” y “Remembrance”, de Astor Piazzolla, se escuchen en más de una oportunidad mientras se acerca el desenlace de la historia), restándole fuerza al conjunto, trivializándolo. De todas maneras, y a pesar de lo antedicho, La mejor juventud destaca por sobre el grueso de la producción de ficción televisiva, en particular por sus ambiciones épicas, que en este caso nada les deben a la reconstrucción histórica y las escenas de masas: es precisamente en lo íntimo donde descansa el gran aliento de estas seis horas junto a la familia Carati.
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