Sábado, 18 de agosto de 2007 | Hoy
“ANIMATE”, CONVENCION DEDICADA A LOS AMANTES DE LA HISTORIETA
Ejemplares raros, muñecos, disfraces y fans del comic y el animé conviven en Espacio El Dorrego hasta el lunes.
Cuando las puertas de Animate finalmente se abrieron, a las 16.05 del jueves, una pequeña multitud de adolescentes entró corriendo al predio del Espacio El Dorrego, ubicado en Dorrego y Zapiola. Con alguna excepción aislada, esos primeros treinta jóvenes vestían riguroso negro y eran otakus, es decir fanáticos de manga y animé (historieta y animación japonesa, respectivamente). Las puertas de esta convención de historietas se cerraron unos 10 minutos más, lo suficiente para que en adelante el ingreso fuera un poco más calmo. Tras el momento de euforia inicial el acceso se reabrió, y la mayoría de jóvenes de entre 12 y 17 años empezaron a entrar a ritmo constante; a las siete de la tarde ya habían llegado a los 4000, según la organización del evento. La composición y cantidad de gente fue reflejo de la situación actual de la historieta y la animación en nuestro país, en la que en los últimos diez años ha ganado muchísimo terreno el producto oriental, avanzando sobre las bateas de las comiquerías y sumando minutos (horas, más bien) en la TV.
La distribución de los stands va en sintonía con la tendencia. Un puñado de editoriales locales dedicadas a la historieta argentina o al comic norteamericano parecen pequeñas islas en un mar de material japonés, editado por Ivrea (que tenía uno de los locales más grandes de la exposición), merchandising no oficial realizado por fans o la misma Embajada de Japón. Un 70 por ciento de los stands lo ocupa este sector del mercado. Tres mesas a un costado es el espacio para las publicaciones locales independientes, entre las que destaca LuleLele. Las excepciones a esta distribución son pocas: el local de Star Wars Toys, dedicado al merchandising oficial de La Guerra de las Galaxias; un par de comiquerías tradicionales y no mucho más.
El jueves, día inaugural de la convención, la entrada era gratuita. Hasta el lunes será paga, pero habrá descuentos para quienes acudan disfrazados. El primer día hubo visitantes engalanados para la ocasión, pero se esperaba que hubiese más en los próximos días, cuando se hicieran los concursos de cosplay (de disfraces inspirados en personajes de historieta). Entonces, las orejitas de gato de peluche montadas sobre una vincha irían y vendrían por todo el predio. Pese al entusiasmo inicial de los chicos que recorrían el predio, algunos detalles deslucieron la apertura del evento. De los dos sectores programados para proyecciones de películas y series, sólo uno estaba armado al momento de abrir las puertas. Con los sectores destinados a las charlas pasaba algo parecido, pero ni siquiera estaban montados, ni separados del resto del predio como para dar tranquilidad al espacio. El viernes sólo se había armado un sector de charlas.
La gente de Domus Editora miraba de reojo las tareas de montado del espacio A de charlas donde, a las 19, Solano López presentaba una recopilación de sus trabajos inéditos realizado por esa editorial. El escenario, en cambio, sí estaba montado, pero las actividades que figuraban en el programa brillaban por su ausencia. Por otro lado, la exposición de originales de artistas nacionales, justo al lado de la sala de proyecciones habilitada, no tuvo luz hasta las 18. De cualquier modo, estas desprolijidades (y la ausencia de algunos expositores que llegaron tarde a montar sus stands y se les impidió pasar) no empañaron el entusiasmo del público, en rigor más ávido de encontrar ofertas, ver películas y registrar el evento con las camaritas de los celulares que de otra cosa. Ante la pregunta repetida “¿Cómo andás?”, entre dos conocidos que se encontraban, el cronista escuchó varios “¡Bien! Mirá lo que me compré”.
En el stand de una tradicional comiquería porteña se da un curioso pequeño viaje a la época de la convertibilidad: las historietas en inglés de saldo se venden a precio de tapa, considerando su valor en dólares como en pesos. Sin importar el rubro, la satisfacción del debut era general en la mayoría de los stands. La buena afluencia de público (y las billeteras abiertas) daban oportunidad de mostrar el material recién editado y librarse de los resabios. Pese a esto, no faltaron las voces críticas. Andrés Accorsi, viejo habitué del ambiente y fundador de la histórica revista Comiqueando, se quejaba de que “es un Parque Rivadavia con techo”. “Lo más grave de todo es que es un predio de la ciudad donde el 75 por ciento de los stands vende material trucho”, agregaba.
Desde la organización intentaron bajarles el tono a las críticas. Pablo Muñoz, a cargo del evento, aseguró que “los stands que están acá tienen firmado que se hacen cargo de la mercadería que venden y en teoría es todo oficial”. “El que critica eso se refiere a los fansubs (material traducido por los fans) o a material que no tiene editor local y por eso no podés saber si es pirata.” Además, destacaba la presencia de la Embajada de Japón en la muestra. Defectos al margen, Animate no deja de ser una oportunidad saludable para el reencuentro de la comunidad en formación de comiqueros locales. Comunidad que no termina de cuajar ni de encontrar su identidad, dividida como está en grupos endogámicos: cada subgrupo explora casi exclusivamente los stands con los que sienten pertenencia. Pero los artistas locales encuentran aquí la difusión que se les retaceaba: eso suma siempre.
Informe: Andrés Valenzuela
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