Lunes, 22 de octubre de 2007 | Hoy
LEONOR SILVESTRI Y “DESPUES DE VOS”
En su poemario autotraducido, la poeta y traductora rescata a los felinos “como la expresión manifiesta y sublime de la libertad absoluta”.
Por Silvina Friera
Los gatos son animales políticamente incorrectos. Alí –bellísimo negro azabache con ojos de oro–, Blanquita y Anita –dos lunas elásticas con manchitas grises y marrones– confirman su incorrección cuando el fotógrafo trata de juntarlos a los tres en el living de la poeta y traductora Leonor Silvestri. Cuando parece que se está por cumplir el objetivo, quizás una partícula de polvo –que sólo ellos pueden detectar– o un ruidito imperceptible, algo los dispersa y desaparecen como el gato de Cheshire, de Carroll. Habrá que armarse de paciencia, aunque con la certeza de que esos seres orgullosos y distantes se saldrán con la suya. Quizá mejor no reincidir y tratar de capturarlos, si se puede, displicentes, tomando sol o meditando sobre la mesada de la cocina. “Pero no puedo descifrar un gato/ mi razón resbaló en su indiferencia”, escribió el poeta Pablo Neruda. El irresistible encanto que ejercen estos felinos domésticos está en su libertad suprema: no admiten que los manden, no obedecen, no quieren que les saquen fotos. Alí, Blanquita y Anita son los verdaderos protagonistas del poemario bilingüe autotraducido Después de vos (Ardiente Claridad), que poetiza la ausencia de lo más amado a través de esos tres gatos.
Los quince poemas que integran el libro invitan a reflexionar sobre los significados mínimos que dan sentido a nuestra existencia tras una separación (“Cuando por las mañanas/ te dedicás a tirar los juguetes/ desde las nieves eternas de la cómoda/ yo me encuentro feliz de despertar/ estando con vos, Alí”). Los asuntos domésticos, el sentimiento de soledad (“hoy, si la casa se incendia/ no sacaría papeles estampados/ escaparía con vos/ en mis brazos por la ventana/ nadando”) y el constante reclamo de afecto se ensamblan de manera pop con los dibujos de Cristina Lancellotti y el diseño de Lucas López (de la revista Acido Surtido). La tapa de color turquesa, con un corazón fucsia con la silueta de un gato, y la portada fucsia proponen visualmente un libro que también parece bilingüe. Silvestri integra un extenso listado de narradores y poetas que han sucumbido al “flechazo” gatuno (ver aparte). Este linaje, esta familiaridad entre un oficio y un animal doméstico, quizá sea por el carácter solitario, sedentario e individualista de la escritura, reforzada por la típica imagen de Ernest Hemingway escribiendo rodeado de gatos.
La poeta y colaboradora de Radar Libros, que pareciera tener menos de 31 años, plantea que no puede hablar en nombre de todos los escritores, pero trata de tirar de la madeja de su pasión por los felinos. “Los gatos son la expresión manifiesta y sublime de la libertad absoluta, eso fue lo que siempre me sedujo. Viví sólo los primeros cuatro años de mi vida sin gatos, y no ha habido casa en la que no los hubiera. Los gatos me siguen, no concibo la vida sin ellos. Hay un montón de cualidades que me gustan, pero no sé si todas están expresadas en los poemas”, señala Silvestri en la entrevista con Página/12. “Más que una conexión gato-literatura, que sin duda está presente, hay una conexión gato-mujer y gato-personas oprimidas, excluidas, minorías sexuales.” Estos vínculos políticos aparecen en varios de los poemas, como en “Punk not dead” (“Alí es anarkista/ revolucionario/cubano anticapitalista/ no me deja escribir mis estúpidas/ traducciones/ que pagan su comida/ y la mía”), en “Anita Pingüino” (“Anita no quiere ser novia de ningún gato/ no casarse, no tener hijos./ Quiere sí/ ser independiente, feminista”) o en A los gatos no le gustan los títulos nobiliarios (“los gatos no son aristogáticos/ todos tienen el poder/ de seducir, de ser gatos/ lumpen/ ociosos y vagos/ gatos linyeras”).
“Lo que en general a la gente le molesta de los gatos, su total independencia, sus conductas libertarias, anarquistas, que sean ociosos, vagos, callejeros, a mí me fascina”, subraya la poeta, especialista en literatura antigua, autora del libro de ensayo Catulo, Poemas, una introducción, los poemarios bilingües autotraducidos El curso. Mitología grecolatina y Nugae, teoría de la traducción. “En la casa de mis padres son gateros, mi abuela es una de esas viejas locas que les dan de comer a los gatos, esas viejas que no le dan de comer al marido, pero los gatos del barrio comen”, bromea Silvestri. “Los gatos son personajes mucho más literarios que otros animales”, afirma la poeta. “De todas maneras, soy proanimal: si bien tengo una fascinación casi pluscuamperfecta por los gatos, la verdad es que todos los animales me conmueven, de hecho soy vegetariana hace tres años, con mucho esfuerzo. No como carne, no porque no me guste, sino por no hacerle daño a ningún animal.” Alí –rescatado justo a tiempo con Anita cuando Silvestri se dio cuenta de que podría ser la comida de un linyera– aprovecha los rayos de sol que se reflejan en el parquet del living para estirarse, cerca de la batería que la poeta suele tocar. “A los gatos les encanta, los vecinos son el problema”, aclara.
Segunda tentativa de juntar a Alí, Blanquita y Anita, y nuevo fracaso. Habrá que sacarlos por separado, como ellos prefieren. Silvestri confiesa que su especialización en literatura clásica empezó a golpear con otras áreas: con la poesía, con su feminismo, con su actividad fuera de la facultad. Eran golpes disonantes, molestos. “Tuve que elegir entre la academia y el afuera. Y elegí el afuera. Hoy la facultad no me atrae en lo más mínimo, lo cual no quita que quizá vuelva a hacer otra cosa. Pero me tenía que alejar de los latines y los griegos como conocimiento erudito, tenía que colectivizar estos conocimientos, cosa que hago en talleres y charlas, para que la gente le dejara de temer. El latín no tiene por qué estar en manos del Opus Dei; ni Barthes ni Foucault es el Opus Dei y ellos tenían estos conocimientos. Si me hubiera quedado en la facultad, además de convertirme en una vieja con una úlcera, amargada, que se casa por obligación y que se separa de su marido tras veinte años de ser cornuda, no hubiera podido desarrollar una carrera literaria. Lo mejor me pasó fuera de la UBA: la poesía, el anarquismo y el feminismo, tres cosas que la facultad no me dio ni de refilón.” Asistió a varios talleres y clínicas de poesía en el Centro Cultural Rojas y en la Casa de la Poesía con Diana Bellessi (“la mejor profesora que tuve, es severísima con la forma”), María del Carmen Colombo y Fabián Casas (“un maestro zen”). “Un taller o una clínica de poesía tienen que darte lecturas que no tenés, libros que no se te ocurrió leer, y después ser implacable con lo que Mirta Rosemberg llama ‘tu cajita santa’. Si un poema está mal, hay que hacharlo o guardarlo, por más que sea tu separación.”
Silvestri cuenta que Después de vos es su poemario más autorreferencial. “Lo empecé a escribir después de mi separación. Blanquita es la gata de mi ex pareja; en algún momento la miraba y me preguntaba qué hacía esta gata acá, si yo no quería tener nada que me recordara a la persona de la que me había separado. Y tuve que aprender a quererla.” La poeta advierte que sus poemarios anteriores tienen una forma más clásica. “Pero en este libro no, excepto por uno de los poemas que es un homenaje a William Blake”, explica. “Hay una traducción de El tigre, de Blake, y lo que hice fue cambiar al tigre por el gato. Este libro es más ecléctico y moderno porque pensé en un lector más joven. A mí me gustaría que tuviera un lector adolescente o un adulto joven que no leyera poesía. Pensé en el diseño del libro para que lo pudiera leer los que escuchan a Miranda!.”
–¿El gato estaría asociado a lo pop?
–No, es sólo el diseño del libro. Los gatos me parecen muy punks; de hecho tengo un pin, que se lo compré a Nekro (cantante de Boom Boom Kid), que dice: “Todos los gatos son punks”. Los gatos son motivo de literatura en mi vida.
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