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Domingo, 4 de noviembre de 2007

UNA IMPOSIBILIDAD HISTORICA DEL PERONISMO

“La revolución frustrada”

–¿Por qué se da la imposibilidad política e intelectual de construir un discurso crítico de la memoria respecto de los años ’70?

–La muerte, el estado de terror, generaron una gran conmoción y la sociedad no quiso ni verse ni sentirse partícipe. Entonces rehuyó el cuerpo y ubicó la cosa como fuera de ella. Pero por otro lado, se planteó una serie de lecturas que terminó postergando una mirada que, en términos históricos, tiene que aparecer para comprender realmente lo que aconteció; que no fue una locura de personajes sueltos y estrambóticos, que no fue simplemente un Estado genocida, sino que hubo un proceso de corte revolucionario que por errores propios, por equivocaciones muy profundas, por distorsiones típicas de las vanguardias, se autoderrota y sus miembros fueron vilmente exterminados. Esta imposibilidad de pensar una revolución nacional, una revolución peronista fracasada, genera lo que llamo “la revolución frustrada”. La misma sociedad que ha participado en ese proceso que se llamó de liberación, con una votación muy fuerte primero a Cámpora y después a Perón con el 62 por ciento, también en muchos sentidos y proporciones fue cómplice del videlismo. Por lo cual es toda una zona que inevitablemente es borroneada y brumosamente situada en donde no se termina de entender qué fue lo que pasó. Si fue una locura de López Rega, de Galimberti, de un Perón viejo, o una Isabel loca. En el libro cito el ejemplo de Chile, donde si uno pregunta qué sucedió en los setenta, te cuentan que hubo un proyecto revolucionario socialista, “que afortunadamente lo abortamos”. En la Argentina esto cuesta mucho, y sé que lo que estoy diciendo puede generar polémicas porque estoy planteando una lectura que no está a la orden del día y que no va a convencer ni a unos ni a otros, pero que reformula una suerte de empantanamiento que tiene la memoria histórica en el país, donde pareciera ser que está dicho todo, y no está dicho todo.

–¿El problema sigue siendo cómo se “narra” ese pasado?

–Sí, hay una política de la memoria que está en disputa. Acá se produjo una derrota y una desaparición y oclusión del campo que podría contar. Hay una serie de discursividades estéticas, políticas, testimoniales, periodísticas, jurídicas, filosóficas, que todavía está en búsqueda de lo que aconteció. El día que más o menos lleguemos a una comprensión de lo que realmente sucedió, la historia se va a abrir en significados que permitirán comprender por qué después sucedieron las cosas que sucedieron. Caer en la teoría de los dos demonios siempre deja una gran incógnita y sobre todo me despertenece: es algo que aconteció, “yo no tengo nada que ver”. Pasado cierto tiempo, se tiene que llegar al meollo político del asunto, más allá de que ese meollo desarticule alguna discursividad o la ponga en cuestión.

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