Domingo, 4 de noviembre de 2007 | Hoy
MUSICA › EL DOBLE HOMENAJE A LA FIGURA DE HUGO DIAZ
Su hija, Mavi Díaz, ex integrante de Viuda e Hijas de Roque Enroll, concretó un acercamiento a la obra del notable armoniquista en un CD que se presentará hoy en el Rojas. Por otra parte, el documental A los cuatro vientos, de Alberto Larrán, está centrado en el músico, fallecido treinta años atrás. Rescate de un artista que venía sufriendo el olvido oficial.
Ocurrió en este país: un hombre, llamado Hugo Díaz, inventó un modo de tocar la armónica. Lo hizo desde el folklore como punto de partida, aunque con la libertad de acercarse a otros géneros que amaba, provocando admiración en todo el mundo, y hasta el reconocimiento de la emblemática casa Hohner como uno de los mejores intérpretes del instrumento. ¿No le suena conocido el nombre al lector? No es raro, teniendo en cuenta la forma en que este país preserva su patrimonio cultural. Pero es seguro que habrá escuchado alguna vez la marca directa o indirecta de este músico en distintos ritmos. También es probable que poco a poco el nombre comience a sonarle más, reivindicado por los músicos jóvenes que lo admiran y lo reconocen como una influencia, aunque sean intérpretes de otros instrumentos. Este hombre, que murió prematuramente treinta años atrás, es objeto por estos días de un doble homenaje: el primero, el recientemente estrenado documental A los cuatro vientos, de Alberto Larrán, que se centra en su figura. El segundo, el acercamiento de su hija a su obra en un disco que se presentará hoy en el Centro Cultural Rojas.
La hija de Hugo Díaz se llama Mavi Díaz, y en los ’80 hubiese sido impensable presentarla así. Es una de las Viudas e Hijas de Roque Enroll, aquel grupo pop que les cantaba al FMI y al biquini-a-lunares-amarillos-diminuto-justo-justo. Después de atravesar aquellos años de glamour pop, Mavi Díaz se fue a vivir a Canarias, luego a Londres y luego a Madrid, “siguiendo a un novio”, el saxofonista Gonzo Palacios, padre de su hijo. En Madrid continuó con su trabajo como cantante, compositora, productora y vocal coach. Hasta que un día se contactó con ella Alberto Larrán, le dijo que quería hacer un documental sobre Hugo Díaz, y que la convocaba para volver a hacer algunos de los temas que su padre grabó junto a su madre, otra histórica del folklore, Victoria Díaz. Lo harían nada menos que con Domingo Cura, cuñado de Hugo Díaz y tío de Mavi, que vivía por ese entonces. Tanto se metió Mavi en el proyecto, que terminó armando un disco con este repertorio, Baile en el cielo, que ahora vino a presentar a la Argentina, y que, según insiste en aclarar, “está hecho con todo el respeto que la obra merece”.
Y así la gacetilla de presentación de Mavi Díaz habla de “la osadía de una rockera atreviéndose al folklore”. ¿Pero acaso la osadía no tiene que ver con aquellos viejos tiempos gloriosos de raros peinados, con el mundo del pop y el rock en el que se sigue moviendo? Para nada. “Siendo hija y sobrina de semejantes monstruos, habiendo nacido en la familia en que nací, era evidente que me tenía que dedicar a otra cosa”, dice con toda naturalidad la cantante, con sonrisa grande. “Si no hubiese sido por la película, ¡jamás me hubiese metido en un berenjenal de esta guisa!”, pasa a la risa.
Conmueve su versión de la “Zamba del ángel”, el tema que Ariel Petroccelli escribió pensando en su padre, tan ligado para muchos a la voz de Victoria Díaz, a la que Mavi le imprime un sello personal con aires de otros géneros. “Para grabar estos temas desempolvé viejos discos en los que cantaba mi madre con mi padre, y los escuché una y otra vez –sigue contando Mavi–. Vine a Buenos Aires a grabar, conseguimos estudio prestado porque no había fecha en esa época. Y ya que iba a estar rodeada de todos estos monstruos, pensamos que era un pecado mortal no grabar aquello. Afortunadamente lo hice, porque dos meses después murió Domingo. Pero ojo, este disco fue como una foto, un momento que quise capturar. ¡Que nadie vaya a creer que esto es El imperio contraataca, eh!”
El documental A los cuatro vientos, que se está exhibiendo en los cines Gaumont y Cinemark Palermo, comienza con el viaje que emprende un joven Hugo Díaz, desde su Santiago del Estero natal hasta Buenos Aires, acompañado por su futuro cuñado y amigo, Domingo Cura. El viaje, que hicieron colados en un tren de carga, duró... cinco días. Los relatos de quienes lo conocieron (desde Héctor Larrea hasta su hija, pasando por José Colángelo, que grabó con él un disco de tango en el que también participó Roberto Grela) recomponen la figura de aquel genio que nunca estudió música, siempre rodeado de amigos y con la broma justa en los labios, reforzada por la tonada arrastrada. Pero, sobre todo, posa también la mirada sobre el legado, los armonicistas que siguieron los pasos de Hugo Díaz.
“La intención primera fue la de una biografía, que después, como siempre pasa, se fue transformando en otra cosa, en un homenaje –cuenta el director Alberto Larrán–. En la etapa de posproducción, algunos me decían: ‘¿Y éste quién es, San Martín?’ Sí, San Martín y Belgrano juntos, es mi héroe de la infancia, y quiero mostrar maravillas de este personaje, porque es maravilloso. Yo lo vi en vivo una sola vez, de casualidad, en un bar de Buenos Aires. Se ve que agarró la armónica y se puso a tocar, porque sí nomás. En el bar se armó un despelote de gente bárbaro. El era tan impredecible como su música.”
“Mi padre no sólo recreaba las canciones que interpretaba: cada cosa que tocaba era en sí misma irrepetible, porque nunca la hacía dos veces igual”, completa Mavi Díaz, y describe el perfil que se plasma con claridad en la película: “Mi viejo vivía en un mundo paralelo, en su propia realidad. Lo único que le importaba en la vida era tocar. Nos quería mucho, era generoso con su familia y sus amigos, pero estaba claro que el centro de su vida era la música. Y allí donde él estaba en cualquiera, en mi infancia siempre aparecía mi madre, que era la que ponía los límites, y para mí era un plomo total. Pobre vieja... ¡Debe haber sido terrible ser la esposa de Hugo Díaz!”
Argentina te cuida
Quizá sin proponérselo, el documental de Larrán no sólo habla de Hugo Díaz y su legado: muestra también la forma en que la Argentina conserva y valoriza su patrimonio cultural. Prácticamente no hay registros fílmicos de las actuaciones de Hugo Díaz, numerosas en tiempos de esplendor del folklore. “Consultamos con las empresas y la gente ligada a los medios, con amigos suyos: Héctor Larrea, Juan Carlos Mesa, Luis Landriscina, Cacho Fontana... De Domingo (Cura) hay material, pero de Hugo, nada”, dice Larrán. “De Canal 7 nos mandaron una carta diciendo que lamentablemente no encontraron nada. Deben haberse tomado cinco minutos para buscar...”.
“Es que Hugo fallece en el ’77, cuando no existía la cámara de casete –continúa el director–. Se grababa todo en cinta de pulgada, muy difícil de archivar, y como era tan cara, se borraba para volver a grabar”. Si se piensa que tampoco se conservaron obras maestras como la miniserie El fantasma de la Opera, de Narciso Ibáñez Menta, como apunta Larrán, o algunos discursos clave de Juan Domingo Perón, como apunta José Castiñeira de Dios en el documental, no debería parecer una rareza. Si se piensa en la lógica que debe proteger el patrimonio de un país, definitivamente sí. El único registro fílmico de Hugo Díaz que se consiguió consiste en 45 segundos cedidos por la Universidad Nacional de Córdoba, grabados en 16 milímetros, en un acto de 1973 en esa universidad. “Tengo la esperanza de que esta película produzca algún milagro, que aparezca un coleccionista, por ejemplo, o que se abran los archivos de Canal 7”, dice Larrán. Lo que sí se conserva en muy buena calidad de audio, y es un rico aporte del film, es una entrevista radial a Victoria Díaz, que el director agradece “a Héctor Larrea y a Patricia Brañeiro”.
El padre de Alberto Larrán, que se llama como él, también fue director de cámaras y cineasta, tuvo a su cargo programas como La pulpería de Mandinga, que en los ’60 reunía en televisión a Eduardo Falú, Mercedes Sosa y Atahualpa Yupanqui, con gran éxito de rating. Algo impensable en tiempos de “Cantando por un sueño”. Pero la música de Hugo Díaz, que el padre de Larrán le legó a su hijo, además de la profesión, tiene lugar en un documental. Algo debe estar pasando, en tiempos de “Cantando por un sueño”.
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