Hace varios años que Paco Giménez –actor, director y maestro de actores nacido en Cruz del Eje hace 55 años– no se subía él mismo a un escenario. Será porque el creador del grupo La Cochera tiene una actividad tan intensa como director y docente en la ciudad de Córdoba que no se entiende siquiera cómo se las ingenia, además, para dirigir a su grupo porteño La Noche en Vela, tal como hará en unos meses más. En su provincia, Giménez mantiene activos a tres grupos de actores de entre 70 y 30 años (todos formados en sus talleres) con los cuales lleva estrenadas más de treinta producciones. Por todos estos motivos, es conveniente considerar que la presentación de hoy y mañana en El Portón de Sánchez (Bustamante 1034) de su unipersonal Paco peca (“un biográfico ficcional”) es una oportunidad para no dejar pasar. Dirigida por Marcelo Massa, ya estrenada en el último Festival Internacional del Mercosur, en Córdoba, la obra fue descripta por sus responsables como “una ficción que marca el derrotero de cualquier hombre a través de la vida: nacer, vivir, morir y dentro de esto, amores ganados y amores perdidos, diversión, trabajo, dinero, nostalgias, alegrías, vejez”.

Si bien Giménez rechaza ser considerado un “profesional del teatro” porque prefiere seguir fiel a su modo de concebir la escena como un acto caótico, desmesurado, irreverente y con aires de performance, esta vez sintió la necesidad de ser dirigido. Massa –artista cordobés muy reconocido especialmente en el ámbito de la danza-teatro– fue el encargado de darle forma a esta sucesión de canciones y bailes protagonizados por Paco, quien suele recordar como su primera actuación la espontánea intervención que tuvo lugar en una iglesia, cuando él, con 7 años de edad, imitaba el avance de una novia hacia el altar cantando el Ave María, como había visto hacer en su pueblo. Poco después ya estaba cantando en bailes de Carnaval y otros eventos, como la coronación de la Reina del Olivo, a instancias de una tía suya. Después del secundario, Paco entró en la universidad y se licenció en actuación. A pesar de que en ese tiempo “había más asambleas que clases”, el director obtuvo allí experiencias que lo marcarían para siempre: a su maestra María Escudero le debe sus comienzos en la modalidad de la creación colectiva.

Según cuenta, Paco vivió su infancia y adolescencia cantando y haciendo fonomímica sobre canciones de la nueva ola, deslumbrado por baladas y bossa novas. Y esa afición con lo musical está muy presente en la obra. Paco pasa de Mina a Duke Ellington cantando sobre la música que sale del tocadiscos que hay en escena, aun cuando los temas sean instrumentales. “Esta obra trata de mí mismo”, cuenta en una entrevista con Página/12. “De momentos de mi vida relacionados con amores que viví y que hoy asocio con la música de los ’60.” Giménez precisa que las fuentes de inspiración del espectáculo fueron una serie de amores singulares. Como aquel que vivió con un veinteañero cuando Paco apenas tenía 8 años, ambos metidos dentro del local de una empresa de pompas fúnebres, rodeados de velones, borlas y brocados. “A pesar de lo que pueda pensarse, no hay cosas escabrosas y sí mucha delicadeza”, destaca el actor. En realidad, historias como éstas no están contadas en escena sino desmembradas en el conjunto de actitudes que adopta el actor, en los sonidos y objetos que muestra: “No tengo una expresividad convencional, y creo que lo anecdótico no es lo importante sino lo que está por detrás”. A los efectos de seleccionar el material para la obra que Massa ordenó “con un rigor coreográfico que excita el imaginario del espectador”, según afirma Giménez, el actor afirma haber tenido que “superar el umbral de la vergüenza, haciendo y diciendo cosas que sólo hago en privado”.