Martes, 15 de abril de 2008 | Hoy
RITA CORTESE Y LOS TANGOS DE SU DISCO EL AMOR, ESE LOCO BERRETíN
La actriz y cantante presenta el próximo sábado en el IFT su primer trabajo como solista, basado en la figura de Gardel.
Por Cristian Vitale
A las tres de la tarde, el departamento de Rita Cortese estalla de luz. Un pedazo enorme de sol penetra por el ventanal que da a la calle y ella ni se inmuta por el hedor tabacal que impregna el ambiente. Dejó de fumar hace 14 meses, pero no le molesta que lo hagan ni en su casa ni cerca de ella: no da con el arquetipo del ex fumador que se transforma en fundamentalista del chau pucho. “Probá con dejar, te da más energía”, esboza, matriarcal, raspando los 59 años. La casa está llena de libros y discos; hay una gata que nunca abandona el sillón y ella –en medio del miniclímax– habla, gesticula y se mueve casi igual que la psiquiatra pertinaz de Sol Negro o la madre postiza de Pablo Echarri en Montecristo. Al menos es lo que parece.
“Lo que me gusta es que no estoy mediatizada por un personaje que camina, habla, mira o respira de determinada manera, sino que soy yo”, advierte. Rita está hablando de las ventajas genuinas de su rol medianamente reciente como cantante de tangos: el próximo sábado presenta su disco debut como solista (El amor, ese loco berretín) en el Teatro IFT –Boulogne Sur Mer 547– y lo intuye como una señal. “El primer tipo que me hizo cantar arriba de un escenario fue Jaime Kogan en 1980, durante una obra que se llamaba Maratón. La paradoja es que Kogan se formó en el IFT y yo vuelvo a ese lugar. Creo que hay un círculo que se cierra.”
–¿Es su lanzamiento como solista?
–Rita Cortese nunca se lanza a ningún lado, trata de atravesar la vida y nada más.
Su primer disco emerge como el último paso de un gusto amateur que la actriz comenzó a darse allá por 1999 junto a Soledad Villamil. El espectáculo se llamó Recuerdos son recuerdos y, según Cortese, se adelantó a los tiempos. “Fuimos casi pioneras en rodearnos de guitarristas, algo que hoy está de moda.” Le sucedieron otro de boleros (Ojalá te enamores) junto con Claribel Medina y –actuaciones en teatro o televisión mediante– el disco: una selección de tangos, canciones y valsecitos criollos impregnados por un fraseo atípico y, claro, la misma personalidad imponente que muestra cuando actúa. “Era algo pendiente en mi vida... como no me gusta tener resentimientos dije bueno, canto.”
–¿Se le ocurrió de repente?
–No sé. Yo empecé a hacer teatro de grande, en los años ’80, y me gustaba cantar. Pero lo hacía para los amigos.
–¿Por qué tango y no jazz, bossa, folklore o rock?
–Porque no me corresponde otra cosa que el tango.
–¿Interés, aptitud o elección?
–En realidad, si cantás tango o bolero podés cantar cualquier cosa. Es lo más difícil que hay... tal vez como cantar en el tono de Miguel Abuelo, un genio con grandes particularidades como Luca o Spinetta. ¿Quién hace lo que hace Spinetta? Igual, este espectáculo de tango lo hice solo porque me siento más protegida.
–¿Razones?
–Me protege estar sola en el escenario.
–¿Qué parámetros utilizó para seleccionar el material?
–Gardel. Me siento y lo escucho a él. Hay, sí, algunas licencias como “Fruta amarga”, de Homero Manzi, pero armé el repertorio escuchando a Gardel. Con Recuerdos son recuerdos pasó igual... No sé, Gardel grabó todo y sus tangos, durante mucho tiempo, no se cantaron. “Alma en pena” es una gloria y “Cuando tú no estás” es de una modernidad brutal.
–¿Las letras le suenan atemporales o las vivencia cuando las interpreta?
–Depende lo que te ocurra con cada tango, ¿Quién podría abstraerse a una historia de amor como “Por una cabeza”? A mí “Viejo smoking” –de Celedonio Flores– tampoco: es un esplendor que ya no está, y uno también siente mucho esas cosas.
–¿Proyecta una “carrera” o es solo un placer espontáneo?
–La verdad es que no tiene que ver con la idea de carrera. Yo no creo en las carreras, sino en la felicidad del hacer. Soy feliz en el arte y no pertenezco al mundo del espectáculo: son dos cosas absolutamente distintas. El mundo del espectáculo no me interesa... me parece banal.
–Sin embargo, sus roles principales en tiras de mucha audiencia la expusieron a un nivel mediático que se relaciona con ese mundo que detesta. ¿Concesión?
–No sé. Tener exposición mediática no implica directamente que pertenezcas al mundo del espectáculo. Y al del arte pocas veces se puede acceder, apenas una vez en tu vida.
–Usted admira la Revolución Cubana, lee a Marechal... ¿no se contrapone este entrelazamiento de ideologías, sentimientos y hábitos de lectura con el mundo de la TV?
–Absolutamente. Uno está acostumbrado y tiene mucho oficio... tampoco hice tantas telenovelas: he tratado de hacer las mejorcitas, pero de todas maneras son muchas horas diciendo pavadas. Es difícil profundizar en la televisión. ¿La verdad? No sé por qué.
–¿Y en ese ámbito de relaciones humanas “hacia adentro” al que el televidente no accede tampoco?
–Depende de los actores. En Montecristo, había grandes actores de teatro con grandes amores literarios, donde uno se podía relacionar a gusto. Por eso está bueno, a esta altura de mi vida, tratar de no desnaturalizarme, y volver a las fuentes de por qué soy actriz. Tal vez, el estado de necesidad te lleva a hacer muchas cosas que no querés hacer y te empequeñece como artista, como persona..., no sé, será el miedo o la cultura del sacrificio. Entonces, si puedo meterme en las rejas que el sistema me propone, será por mi naturaleza.
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