Martes, 15 de abril de 2008 | Hoy
LITERATURA › JOSé MARíA GóMEZ Y SU PRIMERA NOVELA, LOS PUTOS
Ganador del Primer Premio de Novela del concurso del Fondo Nacional de las Artes, el libro sigue el camino de personajes marcados por la ausencia de figura paterna, retratando con crudeza pero también con lirismo la pasión erótica en un mundo marginal.
Por Silvina Friera
El título de la primera novela del escritor y régisseur José María Gómez anticipa el origen de clase de los personajes. En Los putos (publicada por MR, sello que pertenece al grupo Planeta) los protagonistas están constituidos por la mirada, la palabra y el insulto del otro; un otro, por cierto, ajeno al marketing turístico de la Buenos Aires gay friendly. Javier, el Chico, Adolfo, Damiancito –sin duda, el más entrañable por su delirio místico–, el Comisario y el Muchacho buscan en las relaciones con otros hombres sublimar la muerte o el abandono de sus padres, ausencias que llevan a cuestas donde quiera que vayan. Los seis están marcados a fuego por las carencias económicas y la dureza de sus vidas en villas, barrios marginales, pensiones y hoteles. Sus encuentros, el éxtasis por el otro, el enamoramiento y la pasión parecen confirmaciones de experiencias de índole religiosa, como la que narra Javier, un ex seminarista, que vivió como una aparición, en el baño de la estación de Retiro, su encuentro con Adolfo, ese hombre “hermoso”, rubio, de cabellos cortos, labios gruesos y ojos celestes, que lo hizo llorar como si estuviera ante la mismísima Virgen. O la visita que recibió Adolfo en un hotel de Once del Chico. “Las manos del pequeño se apoyaron como mariposas sobre una flor magnífica que se asomaba cautelosa entre las piernas de su amigo”, y cuando se desbordó la “flor” por un costado del pantalón rústico de Adolfo, el Chico “se animó a inclinarse para besarla como habría besado, siendo niño, las estampitas de San Gabriel Arcángel que le encantaba”.
Ganadora del Primer Premio de Novela del Concurso Régimen de Fomento a la Producción Literaria Nacional y Estímulo a la Industria Editorial del Fondo Nacional de las Artes en 2006, el jurado, integrado por Vicente Battista, Leopoldo Brizuela y Perla Suez, señaló que en Los putos se respira una densa atmósfera de cautiverio y sensualidad inconfesada, “que deja entrever algo a la vez sereno y terrible”. Las historias intensas que enhebra Gómez, a través de la palabra de cada uno de los protagonistas, retratan con crudeza pero también con lirismo la pasión erótica en un mundo marginal. “El discurso del éxtasis religioso, que en un capítulo de corte faulkneriano se vincula a la psicosis; las modalidades del lenguaje policial, puestas al servicio de un homoerotismo tan violento como alucinado, son algunos de los muy variados registros que la novela va pulsando a lo largo de sus cuadros, con igual acierto –argumentó el jurado–. La fusión de géneros, la pornografía con el policial, la vida de santo con la picaresca porteña boediana, dan como resultado una forma de extraordinaria potencia narrativa, que se inserta claramente en la tradición de autores como Jean Genet o Pier Paolo Pasolini, al tiempo que llama la atención por la ausencia de cualquier tipo de lugar común.”
“Cuando empiezo a escribir escucho a los personajes y trato de captar el modo en que hablan”, cuenta Gómez en la entrevista con Página/12. “No es que copie el habla de la gente, sino que intento pescar lo que subyace en esos discursos, por eso estos personajes parecen verdaderos. La literatura es la disciplina más propicia para dar cuenta de la experiencia humana”, agrega el escritor, egresado del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, autor de la idea argumental de la ópera Minotauro (libro de Argentino Girolami Varela y música de Augusto Rattenbach) y de los libretos de las óperas Rosas y Lavalle. Sobre el descubrimiento del cuerpo masculino, similar a la revelación divina, Gómez plantea que la cuestión con lo sagrado pertenece a todos los hombres, cualquiera sea su elección sexual. “Toda la novela está atravesada por el homoerotismo. El Comisario, por ejemplo, que tiene ese discurso tan apasionado por el cuerpo de los cadetes, cuando le matan a uno y él quiere retirar el cuerpo, se desespera tanto que lo que grita es congénito a todo hombre desde el inicio de los tiempos, por qué la muerte, por qué la soledad –explica el escritor y régisseur–. Pero es más claro en Damiancito, por cómo disfraza ese deseo tan incontenible con un lenguaje bíblico, que también esconde una posible violación. El dice que al ser penetrado podrá sentarse por fin a la diestra de un padre que no tiene.”
El autor de Los putos opina que la ausencia paterna está relacionada con la Pasión de Jesús, cuando fue arrestado, condenado y crucificado. “En la Pasión el padre abandona a su hijo en el momento que más lo necesita”, agrega. El monólogo alucinado de Damiancito está inspirado en un predicador que suele frecuentar la Plaza Miserere. El escritor señala que esa zona de la novela, sin puntuación, surgió de observar la manera desorbitada de hablar del personaje, casi sin respirar: “De entrada, lo escuché hablando así, como si estuviera delirando”. En ese mundo de hombres sin padres tampoco hay espacio para las mujeres. “No hay personaje femenino porque no son funcionales a ese universo –aclara Gómez–; no obstante, como dijo Genet, en un mundo de hombres, a la mujer se la inventa, es decir, alguien toma ese lugar. Quizá Javier, que chismorrea como si fuera un estereotipo de lo femenino; el Comisario, que trata a sus muchachos con dulzura, otro gesto asociado a lo femenino; o el Muchacho, que cría a su hijo como padre y madre al mismo tiempo. Aunque apenas se la nombra, la mujer está constantemente porque es evidente su presencia.”
Cuando presentó la novela al concurso del Fondo Nacional de las Artes pensó que no la iban a aceptar por el título. “Cuando vi que la persona que la recibió me inscribía, me dije: ‘Pasó la primera prueba’”, bromea el escritor, consciente de que ahora se avecina la segunda de las pruebas: la recepción inmediata que tendrá Los putos. Más que miedo a las críticas que pueda suscitar, Gómez teme que los personajes sean rechazados por no comprender lo que les pasa. “No se puede ser indiferente ante un libro porque siempre hay un ser humano en esas páginas, el autor, sin ir más lejos, y sus personajes”, subraya el escritor, que admira a Juan José Saer y a Manuel Puig, y entre los más jóvenes, a Gonzalo Garcés, “un hermoso ejemplar de la especie”. Como muchos otros escritores que llegan a la literatura después de transitar por otras artes, Gómez dice que escribe desde los seis años. “Hice teatro y otras actividades vinculadas con la gestión cultural. Siempre escribí, con intermitencias, hasta que obtuve dos premios en la Feria del Libro, en 1992 y 1993, entonces el maestro Rattenbach me dijo que me dedicara a escribir, y es lo que estoy haciendo en estos últimos años –precisa–. Soy muy nuevo en la literatura y estoy viviendo la publicación de mi primera novela como una aventura. Yo quisiera agregar una línea o una pequeña frase a ese mundo de palabras significantes que acompañan a los hombres y que es la literatura.”
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