Jueves, 24 de abril de 2008 | Hoy
PERSEPOLIS, DE LA DIBUJANTE IRANI MARJANE SATRAPI Y VINCENT PARONNAUD
Por Luciano Monteagudo
PERSEPOLIS
Francia/Estados Unidos, 2007.
Dirección: Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud.
Guión: Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud, basado en los comics de Satrapi.
Música: Olivier Bernet.
Voces: Chiara Mastroianni, Catherine Deneuve, Danielle Darrieux y Simon Abkarian.
Dirigida por la notable dibujante iraní Marjane Satrapi a partir de sus propios libros de historietas, o novelas gráficas, como se los llama ahora, Persépolis puede considerase una anomalía: el film de animación más personal que se haya hecho en mucho tiempo, un dibujo animado en primera persona del singular. Nacida en Teherán en 1969 y actualmente radicada en Francia, Satrapi se hizo famosa tanto en Europa como en los Estados Unidos gracias a la novelización de su propia vida –un poco a la manera del Maus de Art Spiegelman–, una serie de volúmenes que cuentan desde su niñez bajo el imperio del Sha, pasando por el júbilo inicial de la revolución islámica hasta el horror de la guerra Irán-Irak y la falta de libertades individuales bajo el actual régimen teocrático musulmán.
Siguiendo con absoluta fidelidad sus propios libros, Satrapi –en colaboración con el realizador francés Vincent Paronnaud, que aportó los conocimientos técnicos necesarios– hizo un film de líneas claras pero líricas, casi totalmente en blanco y negro, en el cual esa vida de tinta china va adquiriendo todos y cada uno de los matices que conforman un mundo, con un humor a veces cáustico, que no excluye la rabia, como cuando Marjane o su madre (que en el film tienen las voces de Chiara Mastroianni y su mamá Catherine Deneuve) deben luchar contra la discriminación de la mujer y la imposición del velo. Considerando la belleza simple de la película y su contenido políticamente correcto, no debe extrañar que Persépolis haya ganado el Premio del Jurado en el último Festival de Cannes.
Proveniente de una familia a la vez progresista y aristocrática, cuyas mujeres se emancipan a partir del ejemplo de la abuela (que ostenta la voz de otra gloria del cine francés, Danielle Darrieux), la pequeña Marji descubre al mismo tiempo la felicidad de la creación artística y la censura de la cultura occidental, que forma parte de su educación familiar. Los ocho años de guerra con Irak la empujan al exilio en Austria: allí conoce el amor, el despecho, los celos, la depresión y, finalmente, la rebelión adolescente. Todo esta educación sentimental está delineada no sólo con gran precisión, sino también con una fuerte pasión, que proviene de la veta confesional del film.
Jafar Panahi, Abbas Kiarostami, Mohsen Makhmalbaf y otros cineastas iraníes no alineados con el poder ya habían venido advirtiendo ––cada uno a su manera y con su estilo particular– sobre la degradación del régimen iraní. A esta galería de nombres (y hombres) famosos, ahora Satrapi aporta su propia vivencia, transfigurada en una reflexión personal que es capaz, al mismo tiempo, de descorrer la cortina sobre la experiencia de toda una generación. Y que Satrapi lo consiga con la delicadeza de un trazo hecho apenas de plumín y tinta china convierte a Persépolis en un hecho artístico de una singularidad extrema.
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