Domingo, 22 de marzo de 2015 | Hoy
FOTOGRAFIA › NORA LEZANO, EMILIO GARCíA WEHBI Y SU LIBRO CONJUNTO COMMUNITAS
La performance 58 indicios sobre el cuerpo que Wehbi realizó el año pasado terminó disparando las ideas para un libro de fotografías a personas desnudas de toda edad, “cien cuerpos que no se amoldan ni se someten, y que son profundamente políticos”.
Por Paula Sabatés
La fotografía de un cuerpo desnudo sucede a la de otro cuerpo desnudo, y así. Cien personas, de distinta edad, color, raza y forma, se despojan de su ropa y posan sin tapujos (al menos no visibles) formando un gran cuerpo: un cuerpo social. Conforman una comunidad de iguales, compuesta por diferentes. “Cuerpos libres”, dirá quien los retrata, la fotógrafa Nora Lezano. Entre sus fotografías, que se agrupan en un libro recientemente editado por editorial Planeta, se intercalan textos cortos que reflexionan sobre aquellas imágenes. El autor es Emilio García Wehbi, reconocido teatrista, ex Periférico de Objetos, que el año pasado montó la performance 58 indicios sobre el cuerpo, un trabajo basado en la obra homónima del filósofo Jean-Luc Nancy. Apoyado en aquel espectáculo, en el que ese número de intérpretes irrumpían en escena desnudos, con una mancha de barro en alguna parte del cuerpo, nació Communitas, libro que condensa en formato papel aquella misma experiencia: la de “palpar al cuerpo en diálogo con su vulnerabilidad y su singularidad, con lo que dice y con lo que se dice de él”, según sus propios autores, que también posaron para la contratapa del libro.
Con un sentido prólogo de Gabo Ferro –amigo personal de Wehbi y Lezano y, según éstos, un “poeta sobre el amor y el cuerpo”–, el libro pone en primer plano un tipo de cuerpo distinto al que predomina desde la modernidad: un cuerpo “político”. Entendido por los autores como uno que no cede ante las presiones del mercado y el capitalismo (citarán a Foucault y su microfísica del poder), ese cuerpo que se resiste a los cánones históricos de belleza es el que se ve en los 103 retratos que ocupan las páginas de Communitas, que tuvo su lanzamiento en el Malba en febrero. “Entendemos la potencia del cuerpo como diferencia”, sentencia Lezano. Y Wehbi agrega: “Nos parecía que estos cuerpos libres eran un valor a ser explorado por la fotografía y la literatura. En el libro aparecen cien personas, desde bebés hasta ancianos. Cien cuerpos que no se amoldan ni se someten, y que son profundamente políticos por resistir desde su misma corporalidad”.
–¿Qué concepción de corporalidad plantean en el libro?
Nora Lezano: –La idea de un cuerpo no domesticado, uno que se rebela a lo que impone la moda o la cultura de una sociedad. Un cuerpo ateo. Intentamos mostrar aquellos cuerpos sin condicionamientos y sin nada de retoques. Simplemente se exponen para reflexionar y no para vender nada. Cuerpos que escapan, cuerpos libres.
Emilio García Wehbi: –Planteamos una concepción de cuerpo que, tal como es, no necesariamente responde a los patrones dominantes de belleza y salud, fundamentalmente. Queríamos poner por delante esas otras corporalidades que están ahí dando una batalla de resistencia a ese formateo que la cultura trata de imponer sobre la masa. Cuerpos que hacen política desde sí mismos, porque se enfrentan a todo ese entramado social que se dirige directamente hacia ellos.
–¿Qué pasaba con el público de la performance y qué pasa con el del libro? ¿Cuál es su reacción frente a la desnudez?
E. G. W.: –En la performance pasaba algo llamativo. Cuando aún no habían entrado todos los intérpretes a escena, se generaba una relación particular con los cien o ciento cincuenta espectadores que había en la sala. A éstos les llamaba mucho la atención lo que veían. Pero a medida que avanzaba la performance, la desnudez se transformaba en algo natural y de alguna forma el espectador se sentía expuesto en su vestimenta. Se invertía la relación, digamos. De hecho, una vez en una función un espectador se desnudó completamente y siguió viendo la performance. Esto no quiere decir que el público tuviera que hacer eso, pero él sintió que para entrar en sintonía tenía que estar del mismo modo que los intérpretes. La desnudez se terminó aceptando, así, como un discurso de lo posible. Y creo que si bien en el libro las herramientas del público son distintas, debido a la naturaleza distinta entre el soporte papel y la performance, el discurso es el mismo, así como también el espíritu y el concepto del material, con lo cual produce más o menos lo mismo en quien observa.
N. L.: –Con respecto a la gente que vio el libro, no recibí ningún comentario de incomodidad sino al contrario, muchas felicitaciones. En cambio, sí tuvimos varias censuras por supuesta pornografía en Facebook, que terminaron con el cierre de la cuenta de Emilio. Creo que el artista es responsable de cuestionar estas estructuras y romperlas. Es lamentable que un pezón o una pija, en el marco del libro, hayan supuestamente atentado contra la moral.
–¿Qué diferencia hay, si la hay, entre fotografiar un cuerpo desnudo de uno vestido? ¿Cómo opera el fotógrafo?
N. L.: –Para mí no hay diferencia, de hecho no sentí ningún pudor al tomar esas fotos. Sí sintieron pudor o timidez al desnudarse algunas personas que fueron fotografiadas para el libro, como mi mamá e incluso yo, que también posé (risas). Pero hace años que trabajo fotografiando gente y conozco cómo hablan algunos cuerpos frente a una cámara, sé en qué partes se manifiesta la vergüenza, por ejemplo. Y es ahí donde es fundamental la dirección, el hacer que la persona se tranquilice y se sienta cómoda.
–¿Considera, como algunos de los grandes maestros de la historia del teatro, que ésa es una de las disciplinas en las que más se compromete el cuerpo?
E. G. W.: –No sería tan radical. Es cierto que ciertos artistas del teatro comprometen su cuerpo de una forma en que pocas otras personas lo hacen, y también que una de las características de lo teatral es la presencia, lo que supondría que el cuerpo está desarrollado como nunca. Pero a veces eso es ficticio, porque el hecho de que un cuerpo esté presente físicamente no implica necesariamente que esté de verdad conviviendo con el espectador en una relación de compromiso con el aquí y ahora de ambos sujetos. Y eso ocurre porque hay mucho teatro en el que el cuerpo no está comprometido y no está en acción, pese a estar arriba de un escenario.
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