Domingo, 22 de marzo de 2015 | Hoy
PLASTICA › EXPOSICIóN DE MANWOZ EN EL CENTRO CULTURAL HAROLDO CONTI
Fruto del trabajo conjunto entre el artista plástico polaco Jacek Wozniak y el músico francés Manu Chao, la muestra se organiza en torno de varios ejes conceptuales: la resistencia social, la locura y la música popular latinoamericana.
Por Andrés Valenzuela
ManWoz es una criatura dual. Tiene documento ucraniano, pero es hijo del artista polaco Jacek Wozniak y del músico francés Manu Chao. Y no hubo necesidad de ciencia allí, sino de arte e imaginación. ManWoz es la expresión de su trabajo conjunto, un artificio sin hilos a la vista que conjuga la visión social y gráfica de la dupla. Esta expresión del compromiso social de los artistas se expone hasta el 31 de marzo en el Centro Cultural Haroldo Conti, ex ESMA (Av. del Libertador 8151). La muestra ocupa una gran sala del edificio. No sólo por la cantidad de trabajos, sino por el tamaño. Aunque son obras originalmente en formato digital, aquí se muestran a gran tamaño. Tanto que llegan a los diez metros de alto.
La exposición se organiza en torno de cuatro o cinco ejes conceptuales: unas vacas “populares”, la resistencia social a la rapiña empresarial, el sufrimiento de los migrantes, la locura y la música popular latinoamericana. Aunque es evidente que algunos trabajos son previos a la concepción de la muestra, también lo es que la mayoría de lo que se puede ver fue realizado específicamente para ser exhibido en la Argentina. Las referencias locales son inconfundibles.
“Las vacas unidas jamás serán vencidas”, parafrasea uno de los cuadros de la muestra la vieja consigna del campo popular. Es inevitable relacionar ese cuadro con todos los otros con los que comparte pared, que hablan de Vaca Muerta, Famatina o Pascua Lama. O aquellos en que recorre el concepto de la vaca loca (que supo desarrollarse bastante en el arte y la caricatura europeos hace algunos años, cuando la epidemia ganadera británica). La entente ManWoz consagra en las vacas al pueblo y pone lo divino en sus ojos, como muestra la obra que ilustra la portada del folleto de la muestra.
La locura es otro eje importante que se asienta evidentemente en la experiencia participativa de Manu Chao con los internos del hospital neuropsiquiátrico porteño Borda. Muchos cuadros se dedican a la locura como estado de liberación, celebran las posibilidades de los talleres a los que asisten los internos, como la radio La Colifata o el Borda Tango Club. Además, este sector de la muestra denuncia la medicación soporífera que achata el universo de un modo que sólo favorece a la corporación farmacéutica. Ese cuadro, lleno de grageas de colores, con cuatro hombres de rostros abúlicos, fondo blanco y la palabra “píldoras” multiplicada es uno de los más impactantes del espacio.
Los personajes de ManWoz son cobrizos, mulatos, negros. Son africanos y latinoamericanos. Son víctimas, sobre todo cuando la dupla denuncia la ciudadanía de segunda (o tercera) para inmigrantes en Europa, pero también son protagonistas activos, no dignos de conmiseración, sino de apoyo en una lucha compartida. Son latinoamericanos que bailan, que resisten desde sus músicas, que aman desde su piel, que reivindican la murga, el parque, la cumbia, que visten a John Lennon de bandolero y resisten a Monsanto y la minería.
La muestra enlaza, poniéndolos unos frente a otros, a estos luchadores contra la voracidad de los recursos naturales con los retratos de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y de la agrupación H.I.J.O.S., poniendo el conjunto a los actores sociales en continuidad, la comunicación popular (se menciona el periódico La Luciérnaga) en relieve.
Aunque la parte de “Los nuevos mutantes” (que no es la serie de Marvel de los ’80) puede parecer algo desconectada del resto de la muestra, resulta
inevitable asociar a esos inmigrantes africanos muertos al intentar cruzar el Mediterráneo o malviviendo penurias en los suburbios de Barcelona con los sufrientes emigrantes sudamericanos y los ilegales mexicanos en Estados Unidos.
Aunque todo lo dicho hasta aquí haga pensar en una obra oscura o angustiante, lo cierto es que se trata de una muestra luminosa, colorida y festiva. Toma asuntos sociales difíciles y reivindica la participación social, la resistencia conjunta. Y lo hace desde la alegría, desde la celebración de esa identidad con un dibujo sencillo, un trazo honesto y colores vibrantes. En este sentido, describir el dibujo de Wozniak y hacerle justicia es difícil. Tiene ese estilo del que algunos afirman despectivamente “es de un nene de cinco años”. Aunque parezcan estar hechos en el Paint, aunque el trazo sea aparentemente desprolijo y sus soluciones formales engañosas, tienen detrás una gran solidez conceptual y un conocimiento profundo de los mecanismos de la plástica.
Y esto queda en evidencia por las dimensiones en que se presentan los trabajos. Una exposición en formato grande delata más rápido cualquier problema. Más cuando las obras alcanzan los diez metros. El dibujo puede parecer muy querible, puede capturar cierta onda y un espíritu con el que simpatizar ideológicamente, pero si una imagen no está bien compuesta, no funciona. Y ahí es donde el combo ManWoz termina de cerrar. No es sólo que uno pueda sentir empatía con la propuesta de la lucha social, de las reivindicaciones de derechos o la solidaridad con los desfavorecidos de cualquier continente. Es que además de todo eso, hay un artista (o dos) con una mirada bien plantada, que sabe distribuir los elementos en la imagen, que compone con fuerza y que sabe combinar colores. ManWoz es un artificio que revela un mundo más brillante.
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