Lunes, 25 de abril de 2016 | Hoy
FERIA DEL LIBRO › MESA DEBATE SOBRE ESCRITURA Y MEMORIA
En la sala Haroldo Conti, Horacio González, Luisa Valenzuela y Elsa Osorio reflexionaron, a partir de sus libros publicados en la colección Colihue Narrativa, sobre aquello que la potencia de la literatura permite hacer y pensar en torno de la dictadura.
Por Andrés Valenzuela
“La literatura oficia como reacomodamiento, como un cambio de armas, a cuarenta años de la dictadura”, planteó la periodista Irene Chikiar Bauer, mientras la escuchan Elsa Osorio, Luisa Valenzuela y Horacio González. Los tres oyentes confluyeron en la sala Haroldo Conti, el primer domingo de Feria del Libro, para hablar de sus libros publicados en la colección Colihue Narrativa, pero sobre todo para reflexionar sobre aquello que la potencia de la literatura permite hacer y pensar en torno a la dictadura, el terror y sus efectos. Valenzuela tiene ante sí Cambio de armas y otros cuentos, Osorio A veinte años luz y Cielo de tango, y el ex director de la Biblioteca Nacional, Redacciones cautivas.
El sexo y la sensualidad en su relación con el poder y con el horror permearon toda la charla. Chikiar Bauer, como coordinadora, comenzó recordando que para Luisa “se debe escribir con el cuerpo” y destacó que sus protagonistas “ponen el cuerpo, para desear y ser deseados, aunque esos cuerpos podían ser expropiados para ejercer la tortura”. Además, la periodista destacó que estos libros no se apoyan en la banalidad del mal, sino que “detrás de los militares de cada una de ellas pulsan instintos y delirios que exigen acatamiento”.
González, en tanto, propuso la inscripción de los textos de Valenzuela y Osorio en una larga serie de la literatura argentina que remontó hasta la Amalia de José Mármol “que trata justamente de estos temas, el del perseguido, los amores que surgen detrás de una persecución política y la presencia voraz del tirano”. González advirtió que Amalia es “una novela muy discutida, pero que no merece ser dejada de lado en el canon nacional”. Luego de eso, menos de 15 minutos le alcanzaron al ex director de la Biblioteca Nacional para desglosar, criticar y ordenar gran parte de la literatura argentina de los últimos cincuenta años: contrapuso a Piglia y a Fogwill, mencionó a Asís, a Saer, rescató a Bonasso y consideró que la gran mayoría de ellos puso a la dictadura “en un plano evanescente”.
“Hay un mundo perdido del que se escucha como un eco lejano, narrar en un tiempo que no sabemos bien cuál es, es un efecto que ejercen las dictaduras y sobre todo el miedo”, concluyó. Sobre los libros de Valenzuela y Osorio, que calificó como “magníficos”, opinó que “Nadie ha escrito en la literatura escenas como escribieron ellas, de fuerte sensualidad, arrebatadora, con el impacto profundo del terror sobre el sexo” y destacó que ello “surge del profundo estudio de la conciencia y los personajes, la relación entre las personas. Las escenas de encierro en las novelas de Osorio con represores, que son sexuales, son impresionantes”.
“Creo que el sexo es una vía de conocimiento”, intervino Valenzuela. “Lo entiendo como un momento de acceso a la comprensión del otro.” La novelista hizo especial hincapié en el potencial de la literatura para captar aquello que subyace pero no se explicita en la sociedad. “Yo trabajo en el momento de la fantasmagoria, eso que late en el conocimiento de una sociedad –aseguró–-. Siento que vivimos un momento para reflexionar sobre aquello que late por debajo, no sabría describir este momento, y sin embargo en la literatura siempre he ido entrando lentamente desde un lugar que se puede considerar político”, reflexionó.
“Cuando terminé Cambio de armas ya estábamos en dictadura y me di cuenta de que no podía mostrarlo porque ponía en peligro a quienes lo leyeran”, recordó. “En ese momento esos textos me parecían exagerados, hasta que vino la democracia y me di cuenta de que lo que había imaginado era lo que había pasado efectivamente, lo que imaginamos, lo que creemos estar inventando, de alguna manera es algo que estamos percibiendo, que está latente y vamos captando, porque las cosas no siempre son explícitas ni tan evidentes.”
Osorio, en tanto, recordó cómo en alguna ocasión una periodista “muy conocida” le pidió “no hablar de política” porque estaban en la Biblioteca Nacional. “Imagínense lo cómoda que me sentí en esa entrevista”, ironizó. “La teoría de esta señora es que las buenas novelas son las que toman de lejos, como telón de fondo, hablar directamente no es literatura”, ahondó. “Lo de esta periodista representa de manera muy clara algo contra lo que hubo que luchar, porque incluso colegas que escribieron buenas novelas, dijeron “bueno, que quede claro que yo escribo desde un lugar neutral, y yo tenía la ingenuidad de pensar ‘voy a poner muchas voces para que no se note dónde estoy yo’... ¡como si el lector no se fuera a dar cuenta qué es lo que uno piensa!”. Y concluyó: “Es curioso que la ficción, que es una cadena de mentiras por definición, produce sin embargo un efecto de verdad a veces con más fuerza que un testimonio”.
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