FERIA DEL LIBRO › JOSELO RANGEL, GUITARRISTA DE CAFE TACVBA, AUTOR DEL LIBRO ONE HIT WONDER
“Más allá de lo racional, las canciones se tienen que conectar con los sentimientos. Los cuentos también”, señala el músico y escritor mexicano, que se presentará hoy en Zona Futuro, el espacio de nuevas tendencias de la Feria.
› Por Silvina Friera
El niño de Minatitlán que trepaba árboles y fantaseaba con ser aviador y escritor nunca ha dejado de jugar. Aunque sea una sola vez en la infancia, ¿quién no ha soñado con volar con alas de pluma o de acero? El niño pájaro o aviador garabateó un puñado de historietas con su hermano hasta que apareció la música. El cuento le sienta muy bien a Joselo Rangel, el guitarrista de Café Tacvba, autor de One Hit Wonder (Almadía), libro que presentará hoy a las 20 en Zona Futuro, el espacio de nuevas tendencias de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Los veinte cuentos incluidos en el libro fueron publicados en el laboratorio de escritura del narrador y músico mexicano: la página www.textosmutantes.com.ar. Las historias orbitan en torno a una banda de rock que “casi” está lista, un hombre empeñado en ser una estrella del cine porno, una madre que deviene monstruo, un joven que tiene que mirar por primera vez el mundo con los ojos de su novia y el atardecer de una pareja que termina mal, entre otras cuestiones.
“¿Qué nos va a presentar este rockstar? ¿Podrá escribir? Me quité esa mochila y empecé a sacar mis cuentos en Internet. Ahora tengo la mochila del escritor. Se me ocurren muchas cosas, fantaseo mucho, me divierte estar imaginándome ficciones”, cuenta Rangel a Página/12. “Nunca me pongo a escribir, siempre lo hago de manera lúdica o como si no estuviera haciendo algo importante. Escribo mucho en servilletas y cuando estoy de gira. Me pasa lo mismo con la música. Me compro guitarras de juguete y mis niñas las agarran y dicen: ‘¡esta es mía!’. Y yo se las presto. Es como un juego, una especie de engaño para decir que no estoy haciendo algo serio. Y me ha funcionado”, revela el músico y escritor de 48 años, autor de varias canciones de Cafe Tacvba como “María”, “Esa noche”, “El baile y el salón” y “Rarotonga”, entre otras.
–¿Cuándo empezó a escribir cuentos?
–Pues no hace tanto tiempo. Leía muchísimo desde muy pequeño y siempre tenía el sueño de escribir; anotaba algunas ideas, pero después vino la música. Y fue ahí donde no sé si me desvié, pero me fui más para el lado de las canciones, de agarrar una guitarra y poner melodía y letra, y hacer una canción de tres o cinco minutos. Cuando me acerqué a la ficción, me di cuenta de que en vez de intentar hacer una novela –ya lo había intentado algunas veces y no podía–, pensé que mejor es el cuento porque se asemeja más a la canción. Tengo más el oficio de hacer canciones. Un cuento es una canción que tiene que ser directa, que debe tener su principio, su coro; hay ciertos elementos que los puedo comparar. Me puse a escribir cuentos y vi que me funcionaba muy bien. Muchas ideas a lo mejor estaban desde tiempo atrás, como una frase o algo que me estaba rondando en la cabeza siempre.
–En “Puesta de sol” trabaja el cambio de ánimo de un hombre a partir del hecho de que su novia le propone que se cuenten el pasado sexual de cada uno. El cuento empieza de un modo luminoso o muy entusiasta y deriva hacia un final amargo, ¿no?
–La mujer ve las cosas de una manera y el hombre de otra. ¿Cómo podemos llegar a un acuerdo en relación con el pasado? Conozco muchas mujeres que dicen: “si vamos a estar juntos, yo te quiero contar toda mi vida”. El hombre prefiere no saber nada. Esa pequeñísima diferencia es un universo y yo lo quería plantear en un cuento. Ni siquiera es ponerme del lado del hombre o del lado de la mujer, sino mostrar lo que sucede cuando una mujer, con toda la buena intención, y con todo el amor, quiere contarle al novio su primera experiencia sexual. La reacción del hombre es impresionante: le genera muchos celos. Este cuento lo trabajé en un taller de Alvaro Abitia. Una de las chavas que iba al taller se enojó mucho conmigo y me dijo que es un cuento machista, misógino. No. Yo ni siquiera estoy diciendo que está bien lo que está haciendo él, nada más miro la situación. Lo que me interesaba es que me dijeran si era o no verosímil o si estaba percibiendo mal al hombre o a la mujer. Lo que me interesa de los cuentos, de la literatura, es poder percibir el mundo y poder ver una situación que te genere preguntas: ¿qué está sucediendo aquí? El cuento funciona o no funciona, lo mismo sucede con las canciones. Más allá de lo racional, las canciones tienen que conectar con los sentimientos. Los cuentos también.
–“Piñatas” podría pensarse como un relato sobre la violencia en la sociedad mexicana, pero agazapada en algo tan familiar y cotidiano como festejar un cumpleaños. ¿Qué sucede con el monstruo de la violencia cuando emerge y estalla?
–Esa mamá tiene mucho odio contenido... Sí, creo que tiene que ver con la sociedad mexicana que conozco. He visto gente que de repente está muy tranquilita y empieza a pegarle a la piñata y se convierte en un monstruo, ¿no? Ahorita hay todo un tema en México sobre la violencia de género. El domingo pasado hubo una marcha muy grande con todas las mujeres diciendo que hay que alzar la voz, que no se pueden quedar calladas ante todo lo que les han hecho y el acoso que sufren; un montón de cosas que estaban guardadas y escondidas. Esta contención hace daño, puede explotar en cualquier momento y explota de diferentes maneras. Qué bueno que en el cuento sucede con una piñata, que no sucede atacando a alguien. Yo creo que para poder sobrevivir vemos la violencia como algo natural. La convertimos en algo cotidiano: “bueno, sí, hay decapitados...” Si no te vuelves loco y no puedes vivir el día a día. Todo este asunto del narco es algo que está fuera de nuestras manos; no tenemos una relación directa ni podemos solucionarlo. Sabemos que lo del narco permea la sociedad y no hay modo de quitarlo. Ni siquiera legalizando las drogas. A lo mejor se arregla algo, pero no todo.
–El cuento “La banda está lista” refleja la historia de una banda que parece estar casi lista, pero no lo está. ¿Qué malogra a esos grupos que nunca llegan ni siquiera a debutar?
–Ellos mismos. Hay algo en mí que es así: “todavía me falta, todavía me falta...” Siempre estoy luchando contra ese monstruo. Lo bueno de Cafe Tacvba es que siempre dijimos: “a lo mejor no estamos listos, pero vamos” (risas). Aunque nuestra música no sea tan punk, venimos de esa filosofía punk: hazlo tú mismo, apréndete tres o cuatro acordes y sal a tocar.
–El tema de esperar, de estar preparado, se podría aplicar también al escritor que no se anima a publicar, ¿no?
–Sí, totalmente, estoy yo ahí. Por eso Internet se me hace una gran herramienta: puedes publicar algo sin tener que buscar un editor, una editorial. Es un contacto directo con el lector y creo que hay mucha gente que no utiliza esa gran herramienta teniéndola ahí. Entonces yo dije: “yo quiero ser de los que sí la utilizan”. ¿Qué es lo que me detiene? Pues nada. Me tengo que poner a escribir y publicar un cuento cada semana. Me encanta la inmediatez de Internet; evita que uno se quede encerrado.
–¿Hay que ser atrevido? ¿Hay que saber lanzarse a la pileta con o sin agua?
–Exactamente, porque uno nunca está realmente preparado. Yo lo veo en el rock. Nosotros estamos ensayando y llegamos al escenario y en ese momento nos damos cuenta de que sí sirvió ensayar mucho, pero no hay nada como tocar ante un público; es una diferencia abismal entre estar encerrado y estar con la mirada del público. De hecho, muchas canciones se han transformado en el escenario, y esto lo pueden decir muchos músicos. De repente en el ensayo suena todo muy bien; pero te subes al escenario y te das cuenta de que está lentísimo, de que hay que cortar y hacer cosas. El público te da ese feedback porque es energía. Lo mismo sucede con los cuentos.
–¿Los cuentos del libro One Hit Wonder están corregidos, cambiados, intervenidos, por los comentarios de los lectores del blog?
–No, no están corregidos. Ese será otro experimento que sí haré algún día. Mandar algo y recibir esa retroalimentación y meterme a corregir el cuento a partir de lo que me digan.
–En “Escuela de rock” aparecen varios músicos como Paul McCartney, los Ramones y Ozzy Osbourne, entre otros. ¿Son sus referencias musicales?
–No, son músicos que por una razón que ni siquiera sé explicar creemos conocerlos. Es obvio que nunca voy a estar con Ozzy Osbourne; pero me fascina, me sorprende, como todos podemos coincidir en sentirlos muy cercanos, tan cercanos como para poder decir “va a decir esto, se va a comportar de esta manera”. Era divertido para mí ponerlos como unos niños en un salón de clases. El rockero tiene esa parte lúdica de no tomarse en serio; aunque por dentro hay unas discusiones bizantinas que no van a llegar a nada.
–Una de esas discusiones es si el rock dejó de ser una forma de rebeldía. ¿Qué piensa el músico Joselo Rangel?
–En el cuento llega el nuevo alumno y se pregunta: ¿qué le pasa a estos tipos? Él se cree mejor que todos y yo creo que así llegamos todos al rock: el más joven cree que lo sabe todo, que lo puede cambiar todo y al final se va a convertir igual que aquellos que llevan mucho tiempo en el salón de clases.
–¿La rebeldía, tarde o temprano, es digerida por el sistema?
–Sí, pero aun así hay algo maravilloso, que tal vez sea lo más importante: que todos estos grupos conectan con algo de nosotros. Para mí eso es el arte. Me interesa lo que está pasando en el momento. Como lector, siempre estaba esperando el autor que retratara cosas que estaba viendo. Mis cuentos están sucediendo ahora mismo, en la calle, y eso tiene valor. Hay grandes historias que están sucediendo en la calle, al hombre común, a bandas que todavía ni existen. Eso es lo que me interesaba contar. En México, en los 60, hubo una corriente de escritores que se llamaba “literatura de la onda”, que era muy urbana, muy coloquial, con un lenguaje de la calle. Su mayor representante es José Agustín. Cuando me puse a escribir los cuentos, de repente me di cuenta de que esa es mi mayor influencia: José Agustín. No veía que ningún escritor dijera que José Agustín es su mayor influencia. Yo siempre estaba esperando que alguien lo dijera, que alguien lo reconociera. Juan Villoro le dedicó uno de sus libros, Tiempo transcurrido. Me encanta Juan Villoro también. Quiero seguir esa línea que va de José Agustín a Juan Villoro, seguir ese camino que es retratar historias que están sucediendo en este momento en la calle.
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