Lunes, 9 de mayo de 2016 | Hoy
FERIA DEL LIBRO › BALANCE DE LA 42A FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES
El exposición termina hoy después de 19 días en los que se presentaron dos premios Nobel de Literatura: J. M. Coetzee y Mario Vargas Llosa, además de varios autores españoles y latinoamericanos. La Feria también padeció la trama del ajuste, la inflación y la recesión.
Por Silvina Friera
El horizonte es demasiado oscuro: va del gris al “negro sobre fondo negro”. Solo la deliberada banalización, a través del juego de domesticaciones culturales ejecutada desde el macrismo, podría postular una paleta de colores ahí donde hay miedo, rabia y un sinfín de preocupaciones. Se trata de inquietudes acaso bastardeadas por quienes, tan ajenos al mundo del trabajo, creen que sobrevivir es un asunto rupestre o un pecado de los “bárbaros” que nunca se conformarán con las migajas que les tiran los presuntos neo civilizados. Los múltiples rostros de la 42 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires –que termina hoy después de 19 días en los que se presentaron dos premios Nobel de Literatura, J.M. Coetzee y Mario Vargas Llosa; además de varios autores españoles y latinoamericanos como Milena Busquets, Laura Restrepo y Sergio Ramírez– padecen la trama del ajuste económico, la inflación y la recesión.
Algunos expositores la reconocen y no la ocultan. Otros acuden a la compensación optimista del “podría haber sido peor”. La lengua del marketing deglute números y postula disyuntivas del tipo “más” o “menos” libros vendidos en una especie de trasposición comunicacional en la que únicamente sirve el imperativo del éxito. La lectora atribulada caminó por los pabellones, husmeó y revolvió, habló y escuchó, y puede afirmar que no hubo tanta gente como en otras ediciones, excepto el sábado pasado por el fenómeno de miles de jóvenes que llegaron a la Rural para ver al Youtuber chileno Germán Garmendia. Que las ventas bajaron –o estuvieron igual que en 2015, en algunos casos– se percibió a simple vista: mujeres y hombres, jóvenes y estudiantes, salían el predio de la Rural con bolsas delgadas en las que se adivinaba apenas un libro, como mucho dos.
Nadie hizo los balances definitivos todavía. Los números exactos estarán en uno o dos meses. En la mayoría de los stands, los trabajadores de las editoriales y librerías hacen cálculos y estimaciones de la mano de la experiencia que acumulan a través de varias ediciones. “Las ventas bajaron un 20 por ciento en ejemplares”, dice Norberto Gugliotella de Corregidor. “Yo creo que nadie vendió más que el año pasado, salvo que hayan cambiado de lugar en la Feria o que hayan tenido una novedad rutilante. Lo que repercutió para que las ventas bajaran tanto, en nuestro caso, es que vinieron muchos menos bibliotecarios de la Conabip. Pero no hay que perder de vista cómo bajó el poder adquisitivo de la gente. El libro se ha convertido en un objeto de lujo”. Coincide, en parte, Federico Martedi de Colihue: “En ventas fue un poco más floja que el año pasado, quizá un 10 por ciento menos en cantidad ejemplares. Vine con muy mala idea, sobre todo por la situación económica que está generando este gobierno. Nuestro libro más importante fue el de Víctor Hugo Morales, Mentir a diario, que trajo mucho público porque trata sobre uno de los problemas más grandes a nivel mundial, no sólo acá, aunque el libro está dedicado a cómo se arma la mentira diaria en la Argentina por parte del poder mediático. Vino mucha gente a comprar el libro de Víctor Hugo”.
Gabriel Waldhuter, de la distribuidora Waldhuter, cuenta que está “conforme” porque la venta fue “muy parecida a la del año pasado, pero en baja un 10 por ciento en los libros importados”, aclara el distribuidor. “Todos los años veníamos subiendo, pero este año en pesos nominales, teniéndole que agregar la inflación y el aumento del precio de los libros que en nuestro caso por ser libros importados se tuvo que aumentar un 60 por ciento por la devaluación, estamos casi cerca de igualar la cifra del año pasado. En cantidad de ejemplares vendimos más sólo en sellos nacionales”. ¿Por qué baja la venta de los libros importados cuando se celebró hasta la exageración la apertura de las importaciones? “Se abrió la importación, pero no se mantuvo el precio del dólar anterior al 10 de diciembre porque por más que digan que el dólar ya estaba a 15 pesos es mentira: como importadores pagábamos el libro a un dólar a 9,50. Ahora sí lo tenemos que pagar a 15, que es el valor al que está. La única ventaja de la apertura de las importaciones es que es menos burocrática, pero quienes visitan el stand todos los años pueden ver que tiene la misma cantidad de ejemplares. Quizá era más burocrático antes, pero los libros llegaban igual”, explica Waldhuter. “Me doy cuenta en la caja que la gente piensa dos veces antes de comprar un libro. Y te preguntan si las tres cuotas son sin recargo, porque ahora muchos empezaron a recargar los pagos con tarjetas. Y muchos aprovecharon que tenemos el Ahora 12”.
En Fondo de Cultura Económica (FCE), Cleopatra Caglieris subraya que no les fue “tan bien” como el año pasado. “Claramente ha habido menos gente, hemos tenido días de poca venta, otros mantuvimos un nivel de venta parejo, a pesar de que el libro está más caro que el año pasado. No tenemos el detalle de la cantidad de ejemplares vendidos, pero nos parece que es menor que en 2015. Vinieron menos bibliotecarios de la Conabip y algunos sin subsidio; pagaron todo con sus ahorros, por lo tanto llegaron a la mañana temprano y se fueron el mismo día a la noche porque no tenían posibilidad de pagar un hotel”, plantea Caglieris y agrega que vendieron bien libros infantiles y varios de educación como Escribir textos científicos y académicos de Marta Marín; y clásicos del catálogo de FCE como los textos de Michel Foucault y de Zygmunt Bauman. “Somos una editorial mexicana y nunca tuvimos problemas para ingresar los libros. Sí había una cantidad de papeles que llenar y una serie de trámites que eran muy engorrosos, muy burocráticos, y había que equilibrar la balanza entre lo que entraba y lo que salía. Ahora no es lo mismo traer libros a un dólar a 10 pesos que tener que traerlos a un dólar a 15 o 16 pesos. Lo peor es que estaban surgiendo un montón de editoriales argentinas chicas de una calidad increíble, pero con la apertura de la importación qué va a pasar con esas editoriales... Las imprentas también habían empezado a moverse gracias a la edición nacional. ¿Ahora qué va a pasar? Ni hablar que el ministerio de Educación no está comprando libros. Toda la actividad cultural está cayendo”, reflexiona Caglieris.
Hay excepciones como el stand colectivo “Todo libro es político”, un espacio que reúne el material de 21 editoriales, como Hekht, Milena Caserola, Tinta Limón, Las Cuarenta y Letra Sudaca, entre otras. Diego Ravenna, librero encargado del stand, aclara de entrada que les fue mejor que en 2015 porque el año pasado había solo cinco editoriales y estaban en un espacio mucho más pequeño. “Hicimos más ruido al estar en el patio trasero de Estados Unidos, hubo más movimiento en el stand con presentaciones y lecturas”, comenta Ravenna, librero de Orilla, casa de libros que tiene ganas de llevar “Todo libro es político” a la mayor cantidad de ferias de todo el país. Los más vendidos en el stand son Teoría King Kong de Virginie Despentes (Hekht); Calibán y la bruja de Silvia Federici (Tinta Limón); Foucault para encapuchadas de Manada de Lobxs (Milena Caserola; el folletín Macri es la cultura y La mujer de mi vida de Elvio Gandolfo (Letra Sudaca). “El contexto económico es complicado y se nota que el caudal de compras es menor y que hay menos circulación de gente de la Feria”, advierte Ravenna. Desde el stand de Patria Grande editora, Sebastián apela a la metáfora futbolera y habla de un “empate” en el nivel de ventas. “Se notó mucho que los que compraban libros hacían un esfuerzo y aprovechaban promociones, pedían descuentos, buscaban cuotas y cuantas más cuotas, mejor”. Alejandro Gutiérrez de Librerías Libertador, que trabaja con libros de saldo y ofertas, calcula que las ventas estuvieron parejas y que vendieron “la misma cantidad de ejemplares que el año pasado”. En Planeta, uno de los grandes grupos, afirman que las ventas están igual que en 2015. Tusquets, uno de los sellos más literarios del grupo, tiene tres títulos entre los más vendidos, según informa Paola Lucantis: El elefante desaparece de Haruki Murakami, Los besos en el pan de Almudena Grandes y El partido. Argentina Inglaterra 1986 de Andrés Burgo.
Pía Piacentini, de Siglo XXI, revela que al principio de la Feria “había tan poca gente que estábamos muy preocupados”. “Este fin de semana mejoró la cantidad de personas. Al haber menor afluencia de público creemos que vendimos menos en comparación con el año pasado. Se nota que la gente está más reticente a la hora de gastar porque tiene miedo por la situación económica. Los que compraban aprovechaban Ahora 12, las promociones de los bancos, los descuentos a docentes. Eso hizo que el público que siempre viene a ver qué tenemos se llevara al menos un librito –precisa Piacentini–. Yo estoy en el stand desde 2012, año en el que salió Hijos de los días de Eduardo Galeano, que lo vino a presentar en la Feria, así que si comparo lo que pasó este año con otras ediciones la verdad es que no hemos explotado. Es evidente que la gente no tiene la misma capacidad para comprar libros”.
Flavio Sorbellini, de la editorial Prometeo, confirma que se vendió un 20 por ciento menos en cantidad de ejemplares y también en pesos. “Nosotros estamos muy focalizados en las ciencias sociales de modo que la gente que viene a comprar nuestros libros es público universitario, docentes, investigadores y académicos. Como somos una editorial nacional, tenemos precios bastante competitivos en comparación con los que importan libros universitarios españoles. La feria siempre genera mucha expectativa, pero no pensamos que fuera a bajar tanto las ventas, aunque desde octubre del año pasado hasta ahora el bajón ha sido generalizado en las librerías de capital y gran Buenos Aires”, señala Sorbellini. El encargado de Prometeo pide disculpas porque tiene que cobrar un libro, pero tiene ganas de continuar analizando la compleja situación que atraviesa la industria del libro argentino. “Cuando regía el 35 por ciento a las importaciones de libros, el importador se quejaba y ponía un precio alto al libro porque tenían que cubrir ese 35 por ciento. Ahora que no está más eso, igual siguen multiplicando en 30 o 40 por ciento el precio en euros, los libros son más caros y el bolsillo del público no tuvo ningún beneficio. Tampoco tuvimos ningún beneficio los que trabajamos en la industria nacional porque si el papel se va al precio dólar y se indexa permanentemente y la tinta lo mismo y los derechos los pagás siempre en euros o dólares, ¿cómo hacemos para reproducir libros? Ese es el dilema en el que estamos ahora”, argumenta Sorbellini.
¿Qué pasa con el plan editorial de Prometeo? “Tenemos un plan anual de 120 novedades que las vamos a sostener porque hay un criterio socioeconómico de la editorial de mantener lo que venimos publicando para que no falte el trabajo. Pero el editor pequeño que saca del fondo del cajón unos pesitos para editar un libro, si ese libro no se vende, no edita más –aclara Sorbellini–. El librero no vende, el editor hace pero no sabe hasta cuándo va a hacer, además consigna los libros, es decir que los presta, de modo que se los pueden devolver al mes o a los seis meses o pueden pasar dos años hasta que esa plata le vuelva. Esto es una cadena: el imprentero que estaba acostumbrado a trabajar con dos o tres editoriales y con eso ya estaba más o menos hecho ahora qué va a hacer si se le caen dos o tres editoriales y cierran librerías como cerraron en estos últimos seis meses; librerías históricas como Martínez de Murguía, Platero, o librerías cool como Crack up en pleno Palermo, tuvieron que cerrar porque el precio de los alquileres subió mucho y bajaron las ventas porque los libros están caros... El panorama, lamentablemente, es demasiado gris”.
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