Martes, 7 de julio de 2015 | Hoy
SERIES › JENNIFER BEALS PROTAGONIZA PROOF, POR TNT SERIES
La actriz, que protagonizó la película icono de los ’80, interpreta en los diez episodios de este programa a una doctora que investiga lo que viene después de la muerte. El choque entre escepticismo, ciencia y la necesidad de creer guían este drama sobrenatural.
Por Federico Lisica
Al pronunciar el nombre de Jennifer Beals, casi por inercia sobreviene el recuerdo de una chica con polainas pegando saltitos en Flashdance (Adrian Lyne, 1983). Todo lo contrario sucede al pronunciar la palabra muerte, ya que, hasta donde se sabe, no hay vitalidad alguna del otro lado. Proof, reciente estreno de TNT Series (va los domingos a las 21) “revive” a la actriz y se mete de lleno en el terreno de lo inasible. La gran pregunta sobre la vida después de la muerte guía este drama de diez episodios producido por la actriz Kyra Sedgwick.
Carolyn Tyler es una cirujana experta en intervenciones complejas, una persona racional acostumbrada a tener que lidiar con lo que acarrean los monitores cardíacos y su pitido letal. Desde hace un tiempo, la muerte le anda rondando de manera directa. Su hijo falleció en un accidente automovilístico en el que ella conducía; salió indemne físicamente, pero devastada en lo emocional. Para sumar más aspereza, Tyler estuvo a punto de morir ahogada cuando prestaba ayuda en Japón a las víctimas de un tsunami (el gigantismo de las escenas es destacable). Es lógico que tras tantas manos malas, su matrimonio y la relación con su hija adolescente hayan quedado resentidos.
“Cuando te morís, te morís, se apagan las luces, no hay nada”, es la taxativa opinión de la doctora sobre la gran cuestión que guía a este drama sobrenatural. Un empresario multimillonario le pide a Tyler que lidere un proyecto para que le den certezas científicas de la existencia del otro lado a cambio de donaciones. Ivan Turing (Mathew Modine) tiene razones para querer saberlo: además de muchísimo dinero, tiene una enfermedad terminal. El mismo actor se encargó de definir en quién se basó para el hacer retrato de este exitoso hombre de negocios y filántropo manipulador. “Al igual que Steve Jobs, Turing comenzó su negocio en un garaje jugando, construyendo cosas que el mundo nunca había visto antes, ni imaginado que podían volverse una industria muy lucrativa. Es un humano y uno de los problemas humanos es que está muriendo. Turing busca comprender a la muerte desde un acercamiento analítico”, explicó. Su intención es que la experta examine la información de casos relacionados al más allá. “¿Sabe cuál es el problema con sólo creer? Es que es un camino demasiado simplista. Ser escéptico sin ser un cabeza cerrada, eso es lo difícil”, le plantea la mujer en uno de sus primeros encuentros. Aunque si se negara a aceptar, obviamente, no habría serie. Y así pasaran historias como la de una niña que conoció a sus ancestros, pacientes que despiertan de un coma, asesinos y ex combatientes, todos cruzados por reencarnaciones, extracorporalidad y espiritismo.
En cuanto a la puesta en escena, Proof se juega por el ascetismo hospitalario, ciertos clisés del imaginario posmortem y algunas apuestas visuales atractivas (como las alegorías de apariciones con los destellos en pantalla). Todo teñido por un filtro azul muy James Cameron. Al igual que en otra propuesta muy reciente del mismo tipo, Resurrection, el espectador puede quedarse tranquilo con que no existe el último suspiro. Lo tentador en este caso es que la protagonista parece descreer de lo que el guión da como certidumbre. “Una de las cosas que más me interesaron era entender a esta persona; la doctora Tyler es muy cáustica, tanto en su sensibilidad como en su humor. Obviamente, sobrelleva el tremendo dolor por la pérdida de su hijo y el modo de lidiar con éste es metiéndose de lleno en su trabajo. Entonces aparece esta persona que le da una posibilidad de hacer un viaje exploratorio y hallar una respuesta a esa pregunta que todos nos hacemos, lo cual es a su vez un viaje muy profundo a nivel personal. Porque en un punto, ella no tiene idea de nada”, señaló la actriz.
Más que en espesura dramática, Beals sobrevuela el papel con cierto cinismo tipo Dr. House, aunque con más gracia física. Beals ya se había reído de su encarnación como la soldadora y bailarina más sexy de los ‘80 en la enorme Caro Diario (Nanni Moretti, 1993). Siempre enigmática, tuvo sus buenas interpretaciones en El Diablo vestido de azul (Carl Franklin, 1995) y un desembarco televisivo a gran escala con The L Word. Entonces, ¿hay existencia después de bailar “What a Feeling”, de Irene Cara? A sus 51 años, Beals no deja lugar a dudas.
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