Lunes, 28 de marzo de 2016 | Hoy
SERIES › ENTREVISTA A ASHTON KUTCHER, PROTAGONISTA DE THE RANCH
El actor hace dupla con Danny Masterson, su compañero de That ‘70s Show, en esta particular sitcom de Netflix. La serie ofrece un medio tono agrio sobre una familia que trata de sacar adelante el negocio familiar: “Tratamos de balancear con los estereotipos”, dice.
Por Federico Lisica
“Vuelvo vencido al ranchito de mis viejos”, podría cantar en tonada country Ashton Kutcher en algún momento de The Ranch (estreno de Netflix el próximo 1º de abril). El actor aquí interpreta a Colt, un futbolista semiprofesional que retorna a un campo de Colorado, porque ya se le agotaron las chances por llegar a las grandes ligas. Lo esperan el padre recio (Sam Elliott), el hermano mayor (Danny Masterson) y la madre (Debra Winger) con las recriminaciones a flor de piel. En esta producción, que lleva la marca de los creadores de Two and Half Men, hay varias risas pregrabadas propias de la sitcom pero también un medio tono agrio, desconcertante y lejos del humor acostumbrado al gancho y remate del formato. Son tiempos difíciles para estos hijos ya no tan jóvenes y el patriarca cowboy, encarnado por Elliot arrastrando todos los golpes de El Duro y la sapiencia de El Gran Lebowski. “Estos personajes viven en un lugar ambivalente y rígido; creo que la clase trabajadora estadounidense suele estar drásticamente representada en los medios y también desde la política”, asegura Ashton Kutcher. Junto a Masterson, su compañero en la notable That ‘70s Show, participó de una ronda con medioS latinos entre los que estuvo Página/12.
–¿Cómo se siente trabajar juntos después de tantos años?
Danny Masterson: –Es genial. Es igual que en los viejos tiempos. Salvo que ahora somos nuestros propios jefes y tenemos más experiencia. Hay algo de stress porque no nos aburrimos ni nos guiamos por lo que los actores deben hacer. Entramos en un juego que ninguno de los dos sabe cómo va a continuar. Todo da pie a algo mucho más gracioso de lo que hayamos hecho antes.
Ashton Kutcher: –Confiamos en el otro y en nuestra especie de batalla cómica. Tratamos con cosas que no nos hubiéramos animado de no estar juntos. Hace veinte años que somos amigos y eso nos permite esforzarnos y criticarnos sin que haya celos de por medio. Nos conocemos mucho y solo queremos que el otro sea lo mejor posible en el set.
D. M.: –Ya nos hemos visto desnudos (risas).
–¿Cómo fue integrar a Sam Elliott y Debra Winger a esa química y trabajar con ellos?
D. M.: –Creo que al principio fue algo difícil para ellos porque tuvieron que acostumbrarse a nosotros. Les aconsejábamos cómo pararse o hasta dónde continuar con un chiste.
A.K.: –Es gracioso porque, frente a ellos, nosotros somos los expertos en comedia. Te sentís un tarado dándole recomendaciones y tirándole tips a alguien como Debra Winger, que fue nominada tres veces a los Oscar.
–Son dos símbolos de los 80...
D.M.: –Sí, queríamos asegurarnos que los padres que tuviéramos fuesen creíbles y fuesen actores de la vieja escuela. No queríamos expertos en sitcom y que simplemente hicieran su trabajo. Si ponés a alguien que viene del drama diciendo una línea graciosa, va a ser el doble de gracioso.
A. K.: –Eso nos permite romper algunos convenciones de la sitcom hay algunas escenas que van más por el lado del drama que eleva el programa de la simple estrategia de una frase... un chiste, una frase... otro chiste. Queríamos andar por esta especie de pueblo algo tristón y conservador, con su estructura familiar, las luchas por llevar adelante el negocio. Para hacer eso necesitábamos actores verdaderos. No podían tener solo la perspectiva de la comedia. Para respetar a tus papás, necesitábamos actores que respetáramos. Buscábamos cierta idea básica: si volvés a tu casa tu papá va a estar dispuesto a darte una buena patada en el culo.
–¿Fue buscado ese concepto de familia en un contexto distinto?
A. K.: –Sí. Totalmente intencional. El tipo de familia del que provengo es parecido al de la serie. La mirada que se tiene sobre estos lugares está bastante estereotipada. Acá tratamos de balancear la verdad. De una manera graciosa intentamos mostrar lo que es la perspectiva de estos lugares. Trabajamos “grandes temas” como, por ejemplo, el tema de la inmigración y la deportación, desde cómo se lo consideraría ahí.
–¿Cuánta libertad creativa tuvieron en ese sentido?
D. M.: –Estamos haciendo algo que no se probó antes. La sitcom no es un formato muy dado a los cambios y esta plataforma te permite eso. Teníamos que ofrecer algo fresco y novedoso.
–¿Qué los hace reír?
A. K.: –A mí me causa gracia lo cercano. Cuando alguien dice lo que vos pensabas y no se te había ocurrido y responde de manera inesperada pero personal. En este programa se ve a una familia quebrada, y todas las familias lo son en cierto sentido. Mi personaje vuelve a la casa después de haber intentado y fallado, es un adulto pero tiene que apegarse a las reglas de la casa. Rompió con todo el sistema prescripto. Quiere ser un tipo independiente y tiene vulnerabilidades y cuando le ven esos puntos flojos vuelven a ensañarse con la crianza.
–¿Se lo puede comparar de alguna manera con That ‘70s Show?
A. K.: –Hicimos cosas osadas entonces. Como que dos chicos se besaran en la boca o fumaran porros para una señal como FOX. Se representaba a pibes que estaban creciendo y no les importaba estar sobre una base segura. Creo que este programa también rompe moldes, y nuestros personajes tampoco serían populares en un entorno como California ni en Hollywood, eso lo doy por sentado.
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