Sábado, 10 de mayo de 2008 | Hoy
MUSICA › ARBOLITO, DESPUéS DE LA AUTOGESTIóN
Por Cristian Vitale
Hay un icono que no cambia. La imagen de Arbolito, aguerrido luchador ranquel que Osvaldo Bayer reinstauró como el vengador de Rauch (mercenario contratado por Rivadavia para exterminar indios), es parte central de la simbología del grupo. En el último disco (Cuando salga el sol) reaparece con su enorme lanza, agazapado y esperando, con ramas que emergen de su espalda. La cosmovisión del grupo, indudable, continúa. Por ahí –y por un camino libertario que engendró tres discos casi artesanales, logística propia y una alquimia poco explorada de excelente folklore-rock– la banda encontró la clave del éxito: primero fue el microestadio de Independiente (dos mil personas); luego, el cumpleaños número 10, con cinco mil acólitos en la Costanera, y esta noche, el mayor paso: el microestadio de Argentinos Juniors. Será la presentación del quinto disco con la banda y los invitados: Verónica Condomí, Juan Subirá, Bayer, Daniel Buira, Peteco Carabajal y, probablemente, Liliana Herrero. “En términos de show, haber firmado con una compañía no cambió absolutamente nada... seguimos haciendo todo nosotros, con amigos”, dice Agustín Ronconi, multiinstrumentista, compositor, cantante y fundador del grupo junto a Ezequiel Jusid.
Esperable: haber firmado contrato con Sony-BMG provocó que buena parte de sus seguidores lo sintiera, al menos, como una contradicción. Es verdad: por su rica –y comprometida– historia, Arbolito es de esas bandas que tiene que dar explicaciones por cada paso. La movida, en cierto modo, contrasta con un devenir totalmente autogestivo: durante diez años, el grupo se encargó de la grabación, edición y distribución de sus discos y armó sus propios shows. Pero el post Cromañón y tal vez cierto cansancio provocaron el giro. “Nos llevó mucho tiempo tomar la decisión. Tuvimos muchos ofrecimientos antes, pero dimos vueltas... lo discutimos, hasta que nos dimos cuenta de que era un paso que había que dar: romper el cascarón y animarse. No tener miedo. Y estuvimos meses negociando: el primer contrato que nos pasaron lo devolvimos y armamos uno nosotros, lo devolvieron con un ‘esto es imposible así’, infirmable de un lado y de otro, hasta que las dos partes fuimos distendiéndonos. Lo que queda claro de entrada es que sabés lo que no vas a ganar”, se resigna Agustín.
–¿Qué es lo que Arbolito no transa?
–Las cosas esenciales, innegociables. En nuestro caso, la parte artística y la imagen. Se aseguró eso y fuimos para adelante.
Beneficio bipolar: por un lado, el grupo tiene dos primeros discos (Folklore y La mala reputación) cuya belleza intrínseca es boicoteada sistemáticamente por una pésima calidad de sonido. El contraste con Cuando salga el sol –que ya se notaba en un disco bisagra como La arveja esperanza– es evidente: la calidad de sonido les suma brillo a las canciones. Por otro, la llegada del material a todas partes: el disco debut –que se editó sólo en ca-ssette– es un incunable buscadísimo por los fans. “La banda sigue siendo independiente por sentimiento. Nos movemos como siempre y no sentimos un cambio profundo.”
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