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Lunes, 18 de agosto de 2008

MUSICA › RECITAL DE LA VELA PUERCA EN EL ESTADIO OBRAS

El agite se contagia sin pirotecnia

La banda uruguaya mostró una vez más su solidez y su profesionalismo, ante un público que la sigue en forma incondicional. Entre el ska, el punk y el pop, La Vela armó un cóctel explosivo, que no necesita de arengas extramusicales.

Ver a La Vela Puerca sobre el escenario recuerda a Callejeros. Quizá sea la voz raspada, siempre al borde de la flema, de Sebastián Teysera. Quizá sea el agite del público, que llegó a la cancha cubierta de Obras para colmarla de banderas. O tal vez sea culpa de algunos arreglos de viento. Lo cierto es que La Vela Puerca recuerda a Callejeros, aunque no haya bengalas o un Sr. Soborno perdido por ahí. Por suerte, los uruguayos demuestran haberle entregado más tiempo a aprender la técnica de sus instrumentos que los de Villa Celina, y muchísimo más profesionalismo. El show es contundente, dos horas y media, tres mil quinientas almas y once músicos sobre el escenario. Los treinta y tres orientales son las treinta y tres canciones que interpretan.

Ha pasado mucho desde aquella Navidad de 1995, cuando nacieron de la inocencia del hobby de cancionistas, hasta la actualidad (semi) masiva en todo el Río de la Plata. Los sueños que guardaba un garaje montevideano ya están cumplidos y El Enano Teysera no escatima agradecimientos, aunque la lengua se le trabe. La banda no se traba, ni siquiera en los primeros temas: “Mañana”, “Ojo moro” y “El huracán”, que les valió las primeras escuchas cruzando el charco (hacia este lado), año y tanto antes de Cromañón.

Por entonces, La Vela empezaba a abrazar una amplia variedad de géneros que los alejó del posmoderno invento del rock rioplatense para acercarlos a tradiciones punk, ska y pop rock. Así, en el primer tema arrancan como Babasónicos y terminan como Café Tacuba. En el segundo empiezan como Arbol, replican a Cadillacs, recitan a lo Boom Boom Kid y cierran con joda a lo Kapanga, sin caer en el plagio.

Cuando Pepe no tiene problemas con el retorno, la base rítmica es sólida. Es extraño descubrir influencias pospunk en Mandril y ver cómo Di Bello podría pasar inadvertido en cualquier combo indie platense. Si a eso se le suman las melodías de Santiago y las intervenciones ragga de Cebolla, la banda alcanza un sonido propio contundente. El catalizador es la sección de vientos que forman Quijano y Piccone, que podría buscar variaciones compositivas que los alejen de Hugo Lobo o Rotman. Las incursiones de bronces parecen siempre las mismas.

Para “Escobas” ya están todos listos. Incluso el horno en que se ha convertido el ex estadio de básquet de Obras, donde escuchar las palabras de la madre del vocalista tras el oído mientras el humo dulce y el vapor salado suben a las gradas es realmente extraño. En “Rebuscado”, el Mandril sonríe. Y ahora debe estar disfrutando de poder meter esas líneas de bajo profundas, densas, entremedio de un tema rabioso como “Burbujas”. En sólo cinco temas, la dirección de videoarte e iluminación ya se puso a tiro con las circunstancias y La Vela Puerca está ofreciendo un sólido recital audiovisual.

“Cantar estas canciones es mi forma de agradecerles, porque sé que éste es un lugar del que sabemos que vamos a regresar mejor que como llegamos”, admite Teysera, cuya impronta de rock alternativo mexicano (una impronta más interpretativa que vocal) cuadra perfecta con el raggamuffin y el fraseo free–style de Cebolla. Los uruguayos siguen, traspirados, tocando casi todo su repertorio, de Deskarado (1998) a El impulso (2007), pasando por De bichos y flores (2001) y A contraluz (2004).

En “Me pierdo”, el pogo ocupa casi todo el largo y el ancho del lugar. En las plateas hay gritos y agitación de manos perdidas en el inconsciente colectivo de un recital parejo, uniforme y –pareciera– sin sobresaltos. En esa tranquilidad, hay espacio para la invitación a Osvaldo Garbuyo, cantante de Bufón, y para la vitoreada aparición de Denise Ramos, trombonista de No Te Va Gustar. En dos temas más, cuando llegue “El señor”, los vendedores de gaseosa serán erradicados del campo.

La guerra se incorpora como temática en las proyecciones hacia mediados del show, en un miniset de seis temas sin vientos y con rock n’ roll rabioso fluyendo por todas partes. Porque hay que decirlo: más allá de la tenue sofisticación de la música de La Vela, no se puede negar que público y banda comulgan juntos y sorprenden a los incrédulos. Como se sorprende Di Bello de los sonidos que puede arrancarle a su pedalera nueva. Para el tercer cuarto del show, aparece la épica barrial en su mejor expresión, con líricas que no precisan denuncias demagógicas y músicos que no precisan ojos rojos ni botas sucias para tener credibilidad (con)urbana.

¿Por qué están todos en cuclillas ahora? La respuesta no llega antes de que empiecen a pararse en la entrada al estribillo. Y a saltar en el summum del chorus. Los aplausos del músico al espectador dan cuenta de que la celebración está terminada. No hizo falta pirotecnia, porque esta vela prendida fuego parece tener mucha mecha aún. Al fin de cuentas, no había de Callejeros más que la carraspera.

Informe: Luis Paz.

7-LA VELA PUERCA

Presentación oficial de Fuera de tiempo.

Sábado 16 de agosto

Lugar: Estadio de Obras Sanitarias.

Público: 3500 personas.

Duración: 2 horas 15 minutos.

Músicos: Sebastián Teysera “El Enano” (voz), Sebastián Cebreiro “Cebolla” (voz), Rafael Di Bello y Santiago Butler (guitarras), Nicolás Lieutier “Mandril” (bajo), José Canedo “Pepe” (batería), Carlos Quijano “Coli” (saxo), Alejandro Piccone (trompeta).

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La Vela, once músicos sobre el escenario, dos horas y media de show, treinta y tres canciones.
Imagen: Alfredo Srur
 
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