Sábado, 11 de octubre de 2008 | Hoy
MUSICA › LITO VITALE PRESENTA EL DISCO NUEVO TRíO
El músico se juntó con su viejo amigo Lucho González y con Víctor Carrión para ofrecer una renovada versión de su histórico grupo. El resultado es un CD austero y fresco, que versiona el cancionero popular y suma temas propios, con algunos guiños para los fans de siempre.
Por Cristian Vitale
Lito Vitale está en una especie de break cotidiano. Mabel, asistente todoterreno del clan, ingresa en el estudio nuevo (Los Elefantes), ubicado en uno de los rincones aéreos de la casona de San Telmo, su nido de acción, con dos tazas de café y cuatro vigilantes de los buenos: mucha crema amarilla y blanditos... la merienda tienta. “Me acuerdo de que cuando iba a escuchar a (Luis) Salinas a Oliverio en el ’93, terminaba yéndome de día, en cambio vas ahora y dura lo que tiene que durar. Lo lógico para este momento”, cuenta Lito de entrecasa, mientras devora el primer trozo de factura. Está literalmente desparramado en el sillón que da a la pared oeste del estudio, mirando el piano de costado, y la razón de la reflexión es un link directo a su último disco: Nuevo Trío. En él, Lito sumó la guitarra de Lucho González y los vientos de Víctor Carrión a sus teclas y originó un fresco instrumental de once piezas que, acorde con la sinonimia con Salinas, dura lo que tiene que durar: no más de cincuenta minutos. “Me está pasando que cuando recibo un disco largo, me cuesta mucho escucharlo entero... por ahí es un defecto mío, pero me cuesta asimilar algo tan largo. Quería que no pasara con este disco... más bien que te suene corto y lo puedas volver a escuchar. Me parece que en este momento no se sostiene.”
–Signo de la era: el desmadrado avance tecnológico y el exceso de actividades está modificando el tempo cotidiano de la gente. Ya no hay espacio para un cuelgue como aquella “Sonata cíclica” de MIA...
–Too much information (se ríe).
Acotado por la finitud, entonces, este homo faber incansable de la música se despachó con un trabajo austero y fresco que pendula entre versiones del acervo popular –inducidas hacia su costal– más algunas piezas propias y guiños que orientan la mirada a los orígenes del formato, como “Pintándome el alma”, de Jorge Cumbo. El nuevo trío sucede a los cinco discos que Vitale editó en tal formato (los tres con Vitale-Baraj-González, el antecesor con Cumbo en lugar de Baraj y aquella joyita del ’97 junto al Mono Izarrualde) y la presentación debut será hoy en el ND Ateneo (Paraguay 918). “El parate del campo fue letal para mí. Caí en una especie de crisis de creatividad que también asocio con la edad: no es lo mismo parar a los 47 años que a los 20, cuando te llevás el mundo por delante”, admite él.
–¿Y cómo superó la crisis?
–Bueno, estaba planeando hacer un disco nuevo con el quinteto, con un perfil más acústico y personal, y en eso nos invitaron con Lucho a dar unas clínicas y un concierto en Rosario. Sonó tan bien que nos terminó entusiasmando... fue como un envión que me sacó del mal momento. Siempre es una alegría poder refundar un trío. ¿Por qué no volver a eso con cierto plan, con ciertas consignas distintas? A nivel de terapia musical, el formato trío siempre funciona, porque no es lo mismo que armar un grupo, donde todo es más planeado, más pensado.
–¿De qué manera lo ubica entre los históricos?
–En el trío con Cumbo, la cosa era más volada, quizá por eso no nos fue tan bien con el público, como sí ocurrió con Baraj, que era más efectivo y contundente... más meta palo y a la bolsa. Este es una especie de equilibrio entre lo volado de aquél y lo contundente del otro. Por eso, la propuesta de hacer un disco me empezó a cerrar por todos lados.
Exceptuando la lluvia de trabajos solistas que el pianista editó entre Sobre miedos, creencias y supersticiones (1981) y El otro (2007) y los cuatro de su prehistoria con MIA, el del Nuevo Trío es el 18º de una serie en la que Lito fue y vino en todos los formatos: dúos, tríos, cuartetos y quintetos, un devenir intenso que él asocia con el amor de pareja. “Los proyectos suelen ir y venir, pero en mi caso nunca se desarman por quilombos personales. Son como los casamientos: los encarás como si fuesen a durar toda la vida, confiás en eso, pero al año se puede ir todo a la mierda. Bueno, el mismo sentimiento pasa con un grupo... si va mal, se deshace naturalmente”. Y agrega: “Este es un momento en el que aparece una contradicción entre lo famoso que soy yo –pide comillas– y lo experimental que es el proyecto. Mostré demasiadas opciones como para que alguien se interese en algo nuevo”.
–La palabra experimental es clave para explicar la vuelta que le dieron a “Decarísimo”, de Piazzolla. La versión es nítidamente más festiva y despojada. Habla de un riesgo...
–Lo mismo se intentó con “La oncena” (Lagos-Goñi) y “A fuego lento” (Salgán). Están como jugados porque plantean, dentro del formato, una nueva opción. Nos demoramos más en el estudio como para darles un toque especial... que no sean tan a la parrilla.
–Tal vez menos que con “La puñalada”, donde sí aparece un lazo con la concebida allá lejos en el tiempo por Castellanos y Celedonio Flores.
–Es probable. Con Lucho tenemos un buen groove milonguero, ya nos había ocurrido con “Taquito militar” en el disco que hicimos en 1986. Siempre, cuando encaramos una milonga, aparece una cosa pesada que nos hace sentir cómodos. Pese a que la versión tiene sus zapadas, conserva su espíritu original.
–“Milonga del 700” es, junto a “Espejo de agua”, la única composición suya. ¿El nombre alude sólo a una intención estética?
–Sí. Al ser una milonga con toque de minué, se me ocurrió ir hasta el siglo XVIII, básicamente por el formato armónico. Me pareció que estaba buena la boludez de jugar con el nombre.
Además del trío, Vitale prosigue con sus “kioscos” de músicas instrumentales y, por otro carril, acaba de producir un disco de doce canciones compuestas y grabadas por bandas formadas en diversos colegios de la ciudad de Buenos Aires. “Me convocó Educación. Es un proyecto que intenta contar a la sociedad la cantidad de jóvenes que hay con intenciones de hacer algo... que no es todo quilombo, desmadre y desesperanza”, explica. ¿Lito macrista? “Bueno –sonríe–, yo soy un tipo que se mostró públicamente apoyando a Daniel Filmus durante la campaña de las últimas elecciones, pero me pareció interesante el proyecto y, como hubo libertad de laburo, acepté. No más que eso.”
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