Lunes, 8 de diciembre de 2008 | Hoy
MUSICA › ENRICO RAVA ACTUARá ESTA NOCHE EN LA TRASTIENDA
El músico se presentará junto a su notable quinteto. Rava, que en los comienzos de su carrera vivió en la Argentina, define así su estilo: “Una síntesis de todo lo que amo. Del dixieland al bebop y al free-jazz pasando por mis experiencias latinoamericanas”.
Por Diego Fischerman
Y la ópera va fue el título de uno de sus discos. En otro, Enrico Rava aparecía como el personaje de un comic policial y negro. El gran trompetista italiano grabó, a comienzos de su carrera, con músicos argentinos y vivió durante un tiempo en Buenos Aires. Recuerda, de esa época, un embutido mallorquí llamado sobrasada, que su suegro (argentino) compraba en una fiambrería de Belgrano y los viajes (delirantes) en un auto manejado por Horacio Larumbe, que era el único que tenía registro pero que acababa de quedarse ciego. “Seguí derecho, ahora frená, un poco para la izquierda, tanto no”, recuerda Rava que él o algún otro músico iban diciendo, cuando volvían a sus casas después de tocar. Pero Rava también tocó con Roswell Rudd, y con Paul Motian, y con Charlie Haden y con Dino Saluzzi. Es, sin duda una de las grandes figuras del jazz actual y hoy a las 21.30 tocará nuevamente en Buenos Aires.
El contacto argentino de Rava se remonta, en realidad, a 1962, cuando conoció al Gato Barbieri y grabó junto a él la música para el film Una bella grinta, de Montaldo. En esos años comenzó a tocar con Mal Waldron, Don Cherry y Steve Lacy y, con el grupo de este último fue que llegó a Buenos Aires. Y, como sucede con cierta frecuencia, se quedó por una mujer. Ahora, con el auspicio del Instituto Italiano de Cultura, actuará en La Trastienda (Balcarce 460) junto a su notable quinteto, del que forman parte Mauro Negri en saxo tenor y clarinete, Giovanni Guidi en piano, Piero Leverato en contrabajo y Fabrizio Sferra en batería. Casi al mismo tiempo, el sello alemán ECM –el mismo en el que graba Keith Jarrett y en el que Rava ha editado la mayoría de sus últimos trabajos, incluyendo el extraordinario Tati– estará publicando New York Days. Allí toca junto a grandes figuras como Paul Motian en batería, Mark Turner en saxo, Stefano Bollani en piano y Larry Grenadier en contrabajo.
–En sus grupos aparecen, habitualmente, músicos muy jóvenes y muy talentosos. Uno puede imaginarse todo un trabajo de búsqueda para llegar hasta ellos. ¿Podría contar algo acerca de cómo es ese proceso de selección?
–Es muy fácil. Todos los años realizo un taller en Siena a donde asisten jóvenes músicos de toda Europa. Además mi actual pianista, el jovencísimo Giovanni Guidi, me informa sobre los nuevos talentos.
–Al mismo tiempo que toca con esos músicos jóvenes, lo hace con los grandes nombres del jazz. ¿Qué diferencias encuentra entre tocar con unos y con otros?
–Con los jóvenes existe una frescura y unas ganas de afirmarse, además de una gran ductilidad. En cuanto a los grandes nombres, tienen una madurez y una experiencia extraordinarias. Son dos cosas diferentes, dos maneras diferentes de hacer música y necesito ambas.
–Su historia en el jazz coincide con la de los últimos cuarenta años del género, en los que fue atravesado por una fuerte discusión estética. Aparecía el jazz-rock, estaba el free jazz, surgían las mezclas con diversos folklores. ¿Qué queda de todo eso en el jazz en general y qué quedó en su estilo?
–En mi música se da una síntesis de todo lo que amo y de toda mi experiencia. Del dixieland al bebop y al free jazz pasando por mis experiencias latinoamericanas, que fueron muy importantes también. Creo que hoy un músico inteligente tiene a disposición toda la historia del jazz, y por lo tanto debe metabolizarla.
–¿Hubo particularidades europeas, e italianas en particular, en ese proceso de evolución del jazz?
–No en lo que a mí respecta. Aunque tal vez haya un cierto lirismo en la manera de tocar que sea característico de los italianos,
–En los finales de la década de 1960 y los comienzos de la siguiente estuvo muy asociado a la escena del jazz argentino. ¿Qué recuerda de esa época? ¿Ha escuchado algo del jazz que se está haciendo en Buenos Aires en la actualidad? De ser así, ¿qué semejanzas y qué diferencias encuentra entre el jazz argentino actual y el que vivió hace treinta o cuarenta años?
–En los años sesenta en Argentina el jazz era una réplica (óptima) del jazz americano. Hoy, por lo poco que escuché, hay cosas muy originales que sin traicionar el lenguaje del jazz ofrecen características sumamente interesantes.
–Los músicos de jazz suelen aprender, sobre todo, de la escucha, sea en vivo o en discos. ¿Quiénes son los que más le enseñaron? Más allá de ese contacto “de oído”, ¿hubo algún músico que lo guió, que le dijo algo que fuera fundamental para su carrera posterior?
–Sobre todo cuatro nombres: Bix Beiderbecke, Miles Davis, Chet Baker y Joao Gilberto.
–El jazz, actualmente, se enseña en academias. ¿Cuáles son las principales ventajas y desventajas de ese aprendizaje “institucional”?
–Se perdió la originalidad. Nada menos.
–El jazz tiene más de un siglo de existencia. Es más, el llamado jazz moderno, y las leyes musicales que lo siguen sosteniendo, ya tienen más de medio siglo. ¿Qué es lo que lo mantiene vivo?
–El deseo de tocar... (la voglia di suonare).
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