MUSICA › LILIANA FELIPE, UNA NOCHE INOLVIDABLE EN EL TEATRO ND ATENEO
La excusa era presentar Mil veces mil, su nuevo disco. Pero el despojado espectáculo de la artista radicada en México fue toda una declaración de principios, por un arte libre y contra todo tipo de represiones políticas, sociales y religiosas.
› Por Karina Micheletto
Liliana Felipe podría ser hoy una gringa de Villa María, una señora rubia y con cachetes colorados como tantas en esa zona de la patria sojera cordobesa. Podría ir a hacer las compras en alguna camioneta grande, podría estar muy preocupada con el tema de las retenciones y el aumento de los insumos agrícolas. Pero Liliana Felipe se escribió otra historia. Estudió música, se exilió en México, se casó en público con la actriz Jesusa Rodríguez. Se hizo artista, cantante, pianista, compositora, decidora. Participó activamente en la agrupación Familiares de Desaparecidos y en H.I.J.O.S., en la búsqueda de justicia por su hermana, su cuñado “y otros 29.998 desaparecidos”. Tomó postura y la hizo pública en temas como el aborto legal, la libertad de elección sexual, el antiimperialismo, el pacifismo. Se volvió una militante musical, tanto con el decir como con el hacer.
En México marcó el DF al abrir con su pareja el Teatro Bar El Hábito y el Teatro de La Capilla, espacios “de cultura independiente, sin becas, donde está prohibida la autocensura”, con una advertencia para el visitante: “Lo de teatro bar es para conservar las formas, pero no se deje engañar. Esto es un cabaret”. En la Argentina, su público fue creciendo poco a poco, desde las épocas de aquellos primeros trabajos que circulaban entre unos pocos en forma de casete, como Materia de pescado, desde que cantaba tangos en bares de Córdoba convocando a una modesta concurrencia. Hoy, la Felipe tiene algo así como un público propio en estas tierras. Lo demuestra esta alegre concurrencia de todas las edades que en la medianoche del sábado, ya domingo, hace una cola que da vuelta por la esquina, que serpentea por las veredas angostas de Paraguay, ocupando también la calle, que finalmente llena el ND Ateneo.
Ya adentro del teatro, Liliana Felipe se presenta sin adornos, sola con su piano; piano negro, fondo negro, ropa negra, nada más. A pesar del despojo escénico, lo que hace tiene mucho de teatral. Las letras de sus canciones (de autoría suya y de Rodríguez) respiran irreverencia como una marca de orillo y ganan cuerpo cuando están cruzadas por la ironía y un humor inteligente de efecto inmediato en la platea. El concierto arranca con “Probadita de eternidad” y su amorosa invitación: “Tengo muchas ganas de que con la técnica de los pájaros me beses toda”. Y pronto avanza hacia un furioso rosario anticlerical: “En tiempos de las bárbaras legiones, colgaban de una cruz a los ladrones. Hoy, en pleno siglo del progreso y de las luces, del pecho de los ladrones cuelgan las cruces”, repite la canción del anónimo del siglo XIX. “Si Diosito hubiera querido que no me masturbara (o masturbase), me hubiera puesto el sexo más abajo, o las manos más arriba...” (“Si Diosito”, del último disco), “Voy a misa”, “No va a alcanzar la leña”, seguida con palmas y cantada enterita desde el público. Antes, Felipe se confiesa culpable ante la Inquisición, por “hereje, exégeta, apóstata, presbilesbiana, testícula de Jehová, enóloga. Y también por puta”.
Hay otros temas que ya son emblema, y Felipe también canta a coro con el público, por ejemplo, que las histéricas somos lo máximo (“Las histéricas”, del disco Trucho, 2002). Y están los temas de la presentación del disco Mil veces mil, que de eso se trata oficialmente el concierto. El disco cierra con una canción que en México se transformó en un himno de la resistencia civil contra el gobierno fraudulento de Felipe Calderón. En la Argentina, luego de que la Felipe abriera y cerrara el histórico concierto de la ESMA, en septiembre pasado, con ese “Nos tienen miedo porque no tenemos miedo”, el tema también es un emblema.
Como Felipe llama a las cosas por su nombre, le canta a Pinochet “Un viejo de mierda” con un lamento y una celebración: “Murió en prisión el hijo de puta. En cambio, en Córdoba, Luciano Benjamín Menéndez y otros siete patoteros están con cadena perpetua y en cárcel común, algo iné-dito en la historia”. También hay espacio para que un integrante de la agrupación H.I.J.O.S., donde milita su sobrina, suba a contar: “Seguimos buscando a nuestros hermanos, más de cuatrocientos que no tienen su verdadera identidad”. Y para que Jesusa Rodríguez intervenga con una versión adaptada de su personaje de la maestra Elba Estéril, tan “sencilla pero humilde”, con su “libro de sexo gratuito” para los educandos presentes en la sala.
Felipe avanza con su himno a la tercera edad: “El cuerpo es el que se arruga, el cerebro no”. Y su oda a la menopausia, “La mayonesa”: “Estoy bien. Un poco cansada, irritable, deprimida, a veces siento náuseas y calambres abdominales, pero estoy bien. Me siento triste y miserable, resentida y envidiosa, me dan sofocos, bochornos, tufaradas, y sudo como un taco de canasta, pero me siento bien. Fuera de la hipersensibilidad en los pechos, el aumento de peso, la sequedad vaginal, las arrugas, la osteoporosis, las cefaleas, las hemorroides, el alcoholismo, me siento bastante bien. Me unto camote silvestre por las noches, y de estrógeno me embarro en la mañana (tofu, hierba de San Juan, hinojo y alfalfa). Tengo insomnio y no me siento capaz de hacer nada. Lo bueno es que no se me corta la mayonesa”. Y en este anti-Para Ti lesbiano y furibundo de la Felipe, todas las mujeres se sienten representadas.
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