Miércoles, 31 de diciembre de 2008 | Hoy
MUSICA › EL ROCK TUVO DOCE MESES ESPECIALMENTE INTENSOS
¿Podrá repetirse la impresionante andanada de visitas recibidas este año, favorecida por un esquema de sponsorización cada vez más aceitado? ¿Hay lugar para el rock argentino de base? Fue una temporada llena de luces, pero 2009 viene con incógnitas.
Por Mariano Blejman
Si se los menciona sin repetir y sin soplar, la lista de shows internacionales parece sorprendente para caber en un solo año. Vale recordar algunas visitas: el ex Pulp Jarvis Cocker, Ozzy Osbourne, Korn, Black Rebel Motorcycle Club (que vinieron ¡tres veces!), Nine Inch Nails, The Cult, Mötley Crüe, Stone Temple Pilots, The Offspring, The Jesus & Mary Chain, Spiritualized, REM, Bloc Party, Kaiser Chiefs, Duran Duran, la catarata de DJ’s que llegan a la Creamfields y la espectacularidad visual de Madonna, entre otros. Sólo esta lista parecería confirmar el buen momento del rock como música mainstream, la necesidad de tener una buena programación de festivales más allá de todas las ideas comerciales que ronden al respecto, y también el apoyo de los sponsors hacia los “valores” del rock en busca de ese público que todavía es capaz de pagar entradas entre los 60 y 600 pesos.
Pero acaso sea este 2008 el último de una seguidilla ininterrumpida de visitantes esponsoreados, acompañados de un crecimiento económico del país sostenido durante los últimos seis años, ya que –a pesar de los anuncios por la llegada en el inicio de 2009 de Radiohead y Kraftwerk, a módicos 270 pesos el campo, e Iron Maiden– el horizonte está más nublado también por aquí después de mitad de año por la crisis financiera y económica internacional, que afecta a muchas de estas marcas que permiten los grandes festivales, en sus casas centrales. Al menos ése era el comentario de varios productores importantes en el LAMC (Latin Alternative Music Conference), el encuentro celebrado en octubre en La Trastienda, organizado por Tomás Cookman y PopArt, con la presencia de los grandes actores del mundo de la música, con el tesorero Paz Martínez incluido.
También fue el año de reacomodamiento de las productoras dedicadas al rock y sobre todo a los espectáculos en vivo, que se han convertido tal vez en el mejor negocio, ante la caída internacional de la venta de discos en formato tradicional por la inminente estandarización de las escuchas digitales, sobre todo a través del celular. A la llegada en 2007 de capitales brasileños para al creación de T4F (Time For Fun) bajo el management de Roberto Costa, la expansión mundial de Live Nation –la megaempresa de contratos que incluyen la explotación de los derechos de los músicos en su totalidad, que produce unos 16.000 recitales para 1500 artistas en 57 países al año– iba a necesitar una pata argentina, ante un mercado ávido de consumo, a veces sólo por el hecho de querer pertenecer. Por ahora, el acuerdo de T4F es por cinco años, lo que incluye un arreglo con el otrora archienemigo Daniel Grinbank (alguna vez empleador de Costa) para que deje de producir espectáculos musicales y se desempeñe como asesor externo de T4F.
Fuera de este megaacuerdo quedó Fénix, claro, que además de hacer espectáculos rockeros tiene mayor penetración en espectáculos deportivos y de música popular (tenis, básquet, Shakira) y también los dos multimedios más importantes que pretenden desde hace rato meterse en el negocio. También fue este el año de las marcas chicas –o medianas– que produjeron shows de elite (Cansei de ser sexy para Marlboro, The Go Team en el Motorokr Band Warz, Marky Ramone para Converse, en un sonado caso de alquiler por canje de la sala del Centro de Experimentación del Colón), intentando fidelizar el consumo e insertarse dentro del público joven, pero del público joven capaz de comprar celulares, iPhones y mp4.
Y, mientras tanto, el rock argentino intenta hacerse un lugar. Hubo casos excepcionales como la consagración escénica de Andrés Calamaro (la musical es indiscutida desde hace años), primero en la fecha más popular del Pepsi Music y después cerrando el año en La Plata como invitado del Indio Solari, o como el mismo Indio recorriendo el interior del país y reinventando estadios, o Los Piojos llenando Luna Parks como si nada o la reunión de Los Fabulosos Cadillacs (bastante más digna y a largo plazo, por cierto, en cuanto a proyección musical que la burbuja de Soda Stereo de 2007), o la reunión estelar de Divididos y Las Pelotas junto a Pettinato tocando temas de Sumo en el Quilmes Rock (antes del vuelo de Alejandro Sokol), o La Renga, que vive en otro planeta de la masividad e incluso la llegada a Obras de Massacre (banda que anduvo en Cadillac por todos lados). Pero hecha esa enumeración, el lugar del rock de estas pampas se ha parecido más a una banda soporte que a un negocio en sí mismo. Más allá de lo mal que la pasó Charly García durante todo el año, entre los indies (cabezas, chabones, sensibles o palermitanos) despuntan, tal vez, el folk rock de Los Alamos y la mezcla campestre y sónica de El Mató a Un Policía Motorizado, aunque –sobre todo en el caso de estos últimos– todavía no encuentren una definición política clara, mientras el macrismo intenta apropiárselos mediante festivales estatales.
No deja de ser sintomático, dicho todo esto, que las dos nuevas tribus urbanas que más explosión y explotación mediática y cultural tuvieron este año fueran los floggers, quienes curiosamente se unen por una cuestión tecnológica y estética más que musical y que ya tienen un muerto asesinado a golpes por el hijo de un policía en la puerta de un boliche cordobés, y los emos, o punks emocionales, que se visten de negro y piensan que el futuro es triste y voraz. Y, en esa línea que no encuentra la renovación, fue este un año de recordaciones y efemérides: se cumplieron 30 años del primer show público de Los Redondos, 25 años del disco Luchando por el metal de V8 que inauguró el heavy metal en Argentina, 20 años de las abruptas muertes de Miguel Abuelo y Federico Moura, 25 años, también, de la vuelta de la democracia, esa democracia que muchas veces hizo que el rock se regodeara con el poder. Y, por cierto, ya se cumplió un año de la vuelta de Soda Stereo. Como cantó aquel pelado, el tiempo pasa, nos vamos poniendo tecnos.
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