Sáb 10.01.2009
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MUSICA › EL BAJISTA DANIEL “YALO” LóPEZ HABLA DE SU NUEVO DISCO

Sonido de blues para el viaje interior

Es un referente en su instrumento. Tocó con Moris, Taj Mahal y Pappo. Integró Durazno de Gala. Ya acaba de publicar su segundo álbum, Escrito en el viento, junto a invitados como Botafogo.

› Por Cristian Vitale

No es complejo ubicar a Daniel “Yalo” López en la constelación blues de Argentina. Exponente de la generación intermedia, es hoy, dado su peso inercial, uno de los más referenciados bajistas del género. Ha tocado –allá lejos en el tiempo– con Moris, cuando éste dio vuelta Madrid con su rock desenfrenado en castellano. Ha tocado con –o cerca de– BB King, Taj Mahal, Pappo y Ciro Fogliatta. Ha sido parte clave de una banda con predicamento en el pasado –Durazno de Gala– y ha desarrollado un estilo propio que cruza el aura folk-rock eléctrico de El Soldado con la tradición del slow blues y un pulso songster claramente identificable. Experiencias y estética que, fundidas, se filtran en sus dos trabajos solistas: Yalo & Río Místico (2005) y el flamante Escrito en el viento, uno de los mejores discos del siglo en lo que va del género, o viceversa. Su sonido da para resucitar la confianza en un estilo que, muerto Pappo y extinto aquel boom, tiende a reproducirse en crisis permanente. “Es duro, sí –admite él–, pero no da para caer en esa cosa negativa. Me sirve tomar como parámetro a músicos (norte)americanos, que son de perfil bajo y disfrutan por el solo hecho de tocar. La cosa es ir disfrutando el camino, porque si no parece que la música va quedando relegada a segundo plano, y eso te lleva a amargarte, a meterte para adentro.” Palabras de luchador.

Escrito en el viento, entonces, desnuda esas ganas. Editado por Yosapa Records –el mismo sello que le banca el ruedo a El Soldado–, se impone como una vital mutación de músico blanco en alma negra. Ocho canciones le bastan al ex Durazno de Gala para alcanzar objetivos llanos: entretener –y entretenerse–, mostrar un estado del alma propio de un músico de su edad (50) y revalidar su condición de ‘gran songster’. El sonido entre áspero y épico de lo que él llama “canciones desérticas” torna al disco en una bocanada de aire fresco para un género echado en raíces. “No bien salió, recibí un mensaje de texto en el celular. Decía ‘estoy viajando por las rutas de Neuquén escuchando tu disco. Es un flash’; el tipo pescó el viaje que yo tenía dentro. Después supe que era el amigo de un alumno.” El plus de Escrito en el viento es la participación de algunos “ex”: Miguel Vilanova (Botafogo) toca lap steel en “Paraíso Virgen”, tema del último disco de los Durazno (Una vieja historia, producido por Taj Mahal), Víctor Hamudis toca la guitarra en la mayoría de los temas y el Pato Altieri alterna piano y Hammond en “Después de la tormenta” y “Amor anónimo”. “Uno va cambiando la manera de escribir, pero también de pensar las relaciones humanas, si no estaríamos al horno”, se ríe. “Me iluminé en un momento y dije ‘voy a llamar a los muchachos’.”

–Limaron asperezas, porque el grupo se había separado en no muy buenos términos. ¿Circuló la idea de juntarse?

–Nunca se habló formalmente de eso, pero si en un momento se da, tocaríamos. Las relaciones están. Por ahora no es el momento, es algo que se tiene que dar naturalmente, porque si uno lo fuerza es probable que no salga bien. No da especular con una cosa “cuántas entradas cortaríamos si juntamos a Durazno”. Así, con esas premisas, se esfuma el disfrute de tocar.

Posado en tal disposición del espíritu, Yalo admite que Escrito en el viento, la canción que le da título, es la que mejor representa la temática de todo el disco (él la traduce como un viaje interior) e hila conceptos con Río Místico, placa debut que le permitió volver a tocar en España, veinte años después de sus incursiones con Moris y Ramoncín. “Es mi mirada personal. A veces escucho los discos que grabé a los 25 y las letras no tienen nada que ver con las de ahora. Ni mejores ni peores: apenas etapas diferentes. Lo de España estuvo bueno, porque me invitaron viejos plomos de Ramoncín que ya habían crecido y tenían plata para producir shows internacionales.”

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