Domingo, 15 de marzo de 2009 | Hoy
MUSICA › RECITAL DE PETECO CARABAJAL EN EL ND ATENEO
El músico santiagueño presentó oficialmente Aldeas, un CD tan disfrutable como arriesgado. Más allá de las chacareras que marcan su linaje, Peteco ofreció personales versiones de clásicos indiscutibles, con homenajes a Silvio Rodríguez, Serrat y Spinetta, entre otros.
Por Karina Micheletto
Es parte de un extenso linaje ya convertido en tradición en el folklore, pero también uno de los responsables de la renovación del género de los ’80 en adelante, como solista o como integrante de distintas formaciones. Peteco Carabajal tiene un nombre que dispara significantes fuertes, con su sola mención. Y si la frase hecha dice que su apellido es sinónimo de chacarera, debe ser difícil, siendo quien es, salir de ese lugar común a la hora de encarar un nuevo proyecto. El modo que encontró Peteco Carabajal de superar a ese Peteco Carabajal, una suerte de marca registrada dentro del género, es esta vez Aldeas, su nuevo disco, un trabajo tan notable como arriesgado, que el santiagueño presentó en tres shows en Buenos Aires. El contexto de un teatro, lejos del bullicio de la peña y la algarabía del festival, y cerca de la predisposición a la escucha, contribuyó a que resaltase la paleta de colores de estas Aldeas. Peteco tiene a su disposición una serie de recursos ya probados y aprobados: su capacidad como compositor, la frescura rústica de su violín, que siempre hace sonar ecos del monte y del patio de tierra, su genuina santiagueñidad puesta en acto en todo lo que hace. De un tiempo a esta parte sumó una banda sólida, que se nota que se conoce de hace tiempo: con esta formación puede apostar tranquilo a profundizar un universo personal que reivindica la simpleza, pero de ningún modo la simplicidad.
En las Aldeas que pinta Peteco hay lugar para la evocación de la chacarera que da nombre al disco y al espectáculo, para “Perdón”, una canción litoraleña compuesta en colaboración con Teresa Parodi, para el homenaje en chacarera de “Padre de mi corazón”, dedicado a Carlos Carabajal, para el manifiesto en tiempo de zamba “Entidad musical”. Si la versión del disco de este tema tiene a Ricardo Mollo y Diego Arnedo como invitados, la idea de lo que significa esa entidad se completa en el show con imágenes de referentes, que incluyen a Troilo, Pugliese y Piazzolla; Cafrune, Chango Rodríguez y Cuchi Leguizamón; Luca Prodan, María Gabriela Epumer y Federico Moura.
Hay, además, una vuelta de tuerca que expande el universo personal propuesto: versiones de clásicos indiscutibles, que a priori pueden parecer de otros universos, pero que Peteco declara parte de estas mismas Aldeas. Está la versión santiagueña de “Mediterráneo”, de Serrat, con una explicación sobre su pertinencia en el vivo: “Hace millones de años, Santiago del Estero ha sido mar. Pero los Carabajal ya estábamos... Vaya esta chacarera marítima en honor a ese pasado”. Entre estas aldeas apropiadas aparecen también Silvio Rodríguez (“¡Oh! Melancolía”), Rubén Blades (“Sebastián”), la triste errancia del peón de campo cotada por Yupanqui (“Milonga del peón de campo”) y hasta “Los libros de la buena memoria”, de Spinetta.
El núcleo del espectáculo del ND Ateneo se centra con exclusividad en la presentación del notable Aldeas. Ninguna concesión a los pedidos de hits desde las plateas en la primera parte del show, a excepción de “Las manos de mi madre”, pero esta vez las de verdad: las alzó a modo de saludo Zitta, que viajó desde La Banda para ver a su hijo.
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