Lunes, 30 de marzo de 2009 | Hoy
MUSICA › LA JORNADA HEAVY DEL FESTIVAL QUILMES ROCK
Ante más de 40 mil fieles, Iron Maiden revalidó sus pergaminos con un show potente y pirotécnico, muy parecido al presentado el año pasado. Antes se habían adueñado del escenario otros números bien pesados: Sepultura, O’Connor y Horcas.
Por Cristian Vitale
Las cuerdas se tensan y se ponen ardientes. Es Sepultura. Ruidos acerosos y voces guturales se apropian de una noche fenomenal –lindo calorcito de verano atrasado– en la cancha de Vélez y el presagio asume las características empíricas esperadas: la segunda fecha de esta nueva edición del festival de la cerveza sería un éxito cualitativo y cuantitativo. Casi 30 mil, a esta hora, aún temprano, son las personas que después de fumarse dos poderosos shows de rock pesado criollo (Horcas y O’Connor) asisten a este rito pagano. Bemol: la banda brasileña es, por nombres, apenas un atisbo de aquella que conquistó a buena parte del bloque extremo del rock pesado. Max Cavalera, el viejo líder, hace 13 años brilla por su ausencia, diez más que su hermano Igor, que ya no está en la batería. Sólo Paulo Jr, bajista fundador, permanece desde los tiempos de Bestial Devastation y Morbid Visions. Pero la devaluación, aunque real, no se nota demasiado: Derrick Green, frontman estadounidense que supo pasar por Outface-Alpha, mantiene en alto las banderas históricas del thrash metal speed: su voz brutal le sienta perfecto al torbellino sonoro que emana del resto. Energía y catarsis. “Territory”, “We’ve Lost you”, los clasiquísimos “Troops of Doom” y “Arise”. Metal durísimo do Brasil. Industrial... lo que quiere su gente.
Y un detalle: cuando suena “Convicted is Life”, la idea se dispara sola. Es, éste, el corte principal que presentó Dante XXI al mundo. El penúltimo disco de la banda que, dicho al pasar, determinó la ida de Igor. Una obra cuasi conceptual gobernada por una obsesión: poner en música –con las herramientas disponibles, claro– alguito de lo que Dante Alighieri había expuesto genialmente en su Divina Comedia, hace 600 años. Recintos, círculos y fosos. Infierno y Purgatorio. Poco cielo. Una resignificación del mundo de las ideas visto desde el Renacentismo. Al momento del tema, Argentina le está ganando a Venezuela dos a cero y Dios, claro, está en la otra cancha: River. Vélez, esta noche, es para Lucifer. Entonces, Dios y el Diablo, que en la Argentina llevan la misma gente, le sacan –entre ambos– más de 100 mil personas a la Buenos Aires cotidiana. Lo reconfirma Iron Maiden. Cuando la banda nacida hace 35 años en Leyton pisa escena, y las coordenadas de “Aces High” se imponen naturalmente en la masa, la cantidad de cabezas supera las 40 mil. Imponente desde la vista aérea. Todo el campo completo. Cuerpos ajustados. Demasiada calentura. Plateas llenas, popular –donde este medio tuvo que ver el recital– también. Es la séptima vez que viene Maiden al país (la quinta con Bruce Dickinson como cantante) pero, dado el entusiasmo, parece la primera.
La bestia propone otra posible representación musical de la Divina Comedia sin necesidad de ser explícita. A su manera. Más de estética y escenografía. Menos austera. Están los solos dantescos de Adrian Smith y Dave Murray. Está la voz imperecedera de Dickinson y su despliegue atlético-aeróbico imposible de creer si no se ve (tiene cincuentaicortos años). Está el bajo contundente de Steve Harris –el creador de todo esto– y la increíble calma de Nicko McBrain para tocar esa batería de mil bombos. Está Maiden, la banda imbatible del heavy metal clásico, en su mejor momento. Entera. Ejecutando impecables versiones de “Two Minutes to Midnight”, “The Evil that Men Do” y “The Trooper”, con Dickinson, vestido de soldadito inglés, haciendo flamear la bandera británica y haciendo caso omiso de los silbidos de rigor. De “Rime of the Ancient Mariner”, “Run to the Hills” y “The Number of the Beast”.
Maiden representa, también, los círculos de infiernos propios a través de sus criaturas. De sus artificios: pirotecnia, detonaciones, el eterno Eddie dominando el contexto con sus movimientos lentos, las llamaradas de colores, ese ojo que mira a los ojos desde la batería, los símbolos egipcios y una momia enorme que le dobló la apuesta al Ferro del año pasado. La gira es la misma (Somewhere Back in Time Tour), pero esta vez salieron todos los jugadores a la cancha. La Doncella de Hierro, cuando varias bandas del género parecen estar quemando sus últimos cartuchos, trasunta más entera que nunca. La Era Blaze Bayley, a la luz de los hechos, fue sólo un espejismo. Fue, apenas, un paso fugaz por el limbo.
8-FESTIVAL QUILMES ROCK: SEGUNDA NOCHE
Público: 43 mil personas.
Artistas: Iron Maiden, Sepultura, O’Connor y Horcas.
Lugar: Estadio de Vélez.
Sábado 28 de marzo
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